por Ramiro A. Calle
La tradición espiritual nada tiene que ver con viejos patrones, valores
obsoletos, costumbres petrificadas o creencias religiosas. Es otro tipo de
transmisión, que no está sujeta al tiempo ni al espacio. Nada tiene que ver con
ideas o creencias preestablecidas ni con cultos o religiones instituidas o con
los aparatajes eclesiásticos.
La tradición espiritual ha fluido en todas las épocas y latitudes, como un
conjunto de enseñanzas y métodos, que vienen desde lo más antaño y que pueden
colaborar en el autodesarrollo, el autoconocimiento y la realización de sí.
Es tanto para personas teístas como ateas, creyentes o agnósticas. Es para
todos aquellos que quieren actualizar positivos potenciales internos, sanear y
equilibrar la mente, humanizarse, lograr la evolución de la consciencia y darle
a su vida un sentido de incesante aprendizaje para el beneficio propio y el de todas
las criaturas.
A veces, como un río oculto (el mítico y místico Sarasvati de la India), no ha sido vislumbrado por la mayoría, pero siempre ha estado fluyendo y configurando una sabiduría perenne que no puede apropiarse ningún sistema filosófico-religioso (aunque no pocos lo han pretendido) y que es la herencia espiritual de la Humanidad.
Este legado se ha ido transmitiendo de buscadores espirituales a buscadores
espirituales desde la noche de los tiempos, brindando así mapas y brújulas
espirituales para poder orientarse en el viaje a los adentros y poder ahondar
en lo más sosegado y sabio de uno mismo, logrando cambiar actitudes perniciosas
y pudiendo estar más vigilante a lo que se piensa, se dice y se hace.
Esa tradición es adogmática y a veces ha escondido su conocimiento para los
adeptos o iniciados, simplemente porque ellos estaban más perceptivos para
recogerla. Se ha perpetuado tanto en Oriente como en Occidente. Unos le han
denominado Sabiduría, otros Conocimiento o Gnosis, y otros Enseñanza o Dharma.
De lo que se trata es de un reservorio de preciosas enseñanzas y métodos
para elevar y esclarecer la consciencia, y poder así mejorar la calidad de la
vida interior de la persona y mejorar sus comportamientos mentales y
emocionales, para que sea más recto el proceder con los demás.
Se utiliza el término "espiritual" a modo de conveniencia, pero
sin ningún tinte religioso, aunque cada persona puede honestamente
desarrollarse en su credo si lo tiene.
Esta sabiduría perenne no está sujeta a
códigos autocoercitivos ni coactivos y al final cada buscador tiene que seguir
su propia vía o ladera hacia la cima de la montaña.
Hay que, espiritualmente, esperarlo todo de uno mismo, desarrollando el esfuerzo correcto para ello e inspirándose en una inquebrantable motivación.
A
la sombra de esa Tradición han surgido siempre embaucadores, falsos maestros y
desaprensivos mistagogos. Por eso es necesaria la utilización del
discernimiento claro y someter las enseñanzas y métodos a la verificación
personal, no dejándose arrastrar por una fe alucinatoria ni por narcóticos
pseudoespirituales.
Resulta revelador recordar las palabras de Buda cuando les decía a sus discípulos: "¡Levantaos! ¡Incorporaos!. Preparad sin desmayo vuestra paz mental"