25 noviembre, 2019

Aprender a Respirar

Prana: La Energía de Vida

Para el Yoga, la energía universal y omniabarcante, de carácter dinámico y que todo lo anima, es denominada Shakti. Shakti hace posible todos los fenómenos, desde los más ultra sutiles a los más burdos; es cinética, y es poder que se constela en todas las formas, nombres y sonidos. Hace posible el flujo y reflujo cósmico, la evolución-involución-disolución del Universo. Esta energía que, como fuerza vital, anima al ser humano, es conocida con el nombre de prana. Prana es fuerza vital, energía de vida, hálito o aliento. Cuando prana opera armónicamente en el individuo, proporciona equilibrio, salud y felicidad; cuando cursa inarmónicamente, engendra tensiones, malestar y dolor.

El yogui aprende a equilibrar, acopiar y reorientar adecuada y sabiamente su prana. Hay una antigua definición de Yoga que declara: "Yoga es la unificación de las energías diseminadas". La respiración consciente (pranayama) y la relajación lúcida (savasana) son fuente de prana o energía vital. En la medida en que nos vamos descubriendo a nosotros mismos en profundidad, vamos conectando con prana o el proceso de vida que nos sustenta.
Prana está en el origen de nuestra unidad psicosomática. Prana es la vida misma fluyendo en el complejo cuerpo-mente. Si conocemos y controlamos prana, viviremos con mayor plenitud, armonía, contento y bienestar.
Quien domina su prana, domina su cuerpo y su mente. Quien logra establecerse en el prana, se abre a la energía universal o Shakti, se expande y se hace uno con el cosmos.
Las técnicas de control respiratorio nos enseñan a manipular sagazmente el prana. Como el prana hace posible no sólo la vida del cuerpo, sino también todas las operaciones sensoriales y psicomentales; quien logra controlar el prana, controla asimismo sus órganos sensoriales, su mente y su sistema emocional.
Mente y prana están muy interconectados; como se nos dice, la mente es el jinete y la respiración es su cabalgadura. Entre los estados mentales y emocionales y la respiración hay una estrecha relación y recíprocas influencias. Todo estado mental o emocional fija un modo o ritmo de respiración, de igual forma que toda intencionada regulación de la respiración origina un correspondiente estado psicomental. De ahí que los yoguis trabajen con el pranayama para generar específicos y sugerentes estados mentales y emocionales.

La restricción de la respiración conduce a la contención del pensamiento. Una respiración muy controlada y lenta favorece la concentración, vacía la mente de pensamientos reactivos, unifica la consciencia. A través del control sobre la respiración se llega al control sobre la mente, como a través del dominio sobre la mente se modifica el ritmo respiratorio.
En la meditación profunda, el ritmo respiratorio no es el habitual; se modifica sin que nos lo propongamos. Del mismo modo, cuando efectuamos pranayama, se altera el curso de la mente. Prana y mente se interrelacionan muy estrechamente. El prana o energía vital anima el cuerpo, pero también hace posible todas las operaciones intelectivas y emocionales.
Gracias al prana funcionan los órganos sensoriales, son posibles las sensaciones y funcionan mente y sistema emocional. Hay yoguis que a través de un enorme control sobre la respiración y subsiguientemente sobre el prana, han logrado un extraordinario sometimiento de su cuerpo y de sus órganos psicomentales. Hay un gran secreto en el pranayama, y lo descubriremos en la medida en que practiquemos. Con razón, el mismo Krishnamurti practicaba asiduamente prolongadas sesiones de pranayama.

El control respiratorio higieniza, limpia, ordena y pacifica. Cuando la mente, a través de la suspensión de la respiración, se vacía de inútiles contenidos y se remansa en un silencio perfecto, se revelan realidades que están más allá del pensamiento.
Todo ser humano es un universo en miniatura o microuniverso. Somos baterías o acumuladores de prana, y hay mucho prana a nuestra disposición pero malgastamos nuestra energía de muchas maneras: dispersión mental, obsesiones y fricciones, venenos emocionales (odio, celos, avidez, etc.), anhelos compulsivos, pereza, desasosiego y muchas otras. Pero las técnicas yóguicas, y entre ellas la respiración consciente y controlada, proporcionan y estabilizan la energía; silencian el cerebro y lo purifican; unifican la consciencia.

La mente del ser humano puede entrar en tres estados. Es muy fluctuante y a menudo pasa de uno a otro, lo que también se puede observar más nítidamente durante la práctica meditacional. Estos tres estados son: agitación (Rajas), torpor (Tamas) y pureza (Sattva). Las prácticas yóguicas tratan de ir conduciendo a la mente pura o sátvica, que proporciona armonía, contento, energía y sosiego.
El pranayama purifica y estabiliza la mente. La sustancia que forma la mente es vivificada por prana. Si controlas prana, pacificas la sustancia mental. Además, así es posible conectarse con la energía universal y armonizarse con ella. Si prana es la energía que todo lo origina y que es la bisagra entre el ser humano y la potencia cósmica, dominando prana viajamos a través de él hacia el Cosmos.

No son conceptos ni palabras; son experiencias reveladoras y altamente modificadoras. El prana abastece de vida a todos los seres sintientes. Es transindividual, pero opera también individualmente. Del mismo modo que el agua que anima a las plantas y flores es la misma, aunque éstas sean diferentes, el prana que nos sustenta a todos es el mismo. El prana está en la sangre, en las células, en las neuronas y conforma, asimismo, el cuerpo energético, que se corresponde con el físico y lo interpenetra.
En este cuerpo de energía hay centros energéticos y canales por los que circula la energía: son los denominados, respectivamente, chakras y nadis. En el ser humano la energía se polariza y se torna solar-lunar, es decir, positiva-negativa, centrífuga-centrípeta, caliente-fría. Cuando hay una perfecta armonización de la energía positiva-negativa, masculina-positiva, hay salud, bienestar y equilibrio. La ruptura de nivel proporciona malestar y enfermedad, incluso muerte.
Cuando el prana se retira del cuerpo (y lo hace por los orificios), se produce la muerte, o, dicho al contrario, cuando uno muere, el prana escapa por todos los orificios del cuerpo. El yogui realizado, empero, saca su prana por la abertura de la cabeza.

La respiración (y respiramos de quince a veinte veces por minuto habitualmente) fluyendo por la fosa nasal derecha enfatiza la energía positiva; por la fosa nasal izquierda, la negativa. Es el equilibrio de fuerzas centrífugas y centrípetas en el ser humano; la alternancia de energías masculinas y femeninas, solares y lunares.
Cuando una persona está perfectamente sana y equilibrada, respira dos horas por una fosa nasal y dos horas por la otra. De ello se encarga, sabiamente, la membrana mucosa. Pero como hay muy pocas personas sanas de mente y cuerpo, la alternancia no es tan regular. Los yoguis conocen una docena de procedimientos para que se abra uno u otro orificio nasal, como he expuesto en algunas de mis obras. El aire por una y otra fosa también equilibra la temperatura del organismo.
La fosa nasal derecha transporta energía caliente, y la izquierda, energía fría. Es también el juego de las potencias catabólicas y anabólicas.

Los conocimientos fisiológicos experienciales de los antiguos yoguis eran realmente soberbios. Las técnicas de pranayama regulan perfectamente las energías. Así, el pranayama es fuente de salud, vitalidad y armonía. Se nos especifica que, desde la medianoche al mediodía, el prana circula por los nervios, en tanto que del mediodía a medianoche los hace por las venas y arterias. Así fluctúa el ánimo, el talante y el tono vital según las horas del día. De acuerdo con ello, el yogui sabe incluso cuándo es mejor practicar y meditar. Son momentos muy especiales la conjunción de la noche y el día y la del día y la noche.
El prana opera menos intensamente avanzada la noche y al amanecer. Es un momento de calma, pero también de riesgo para el cuerpo y puede producirse más fácilmente la muerte. Lo mismo puede suceder al anochecer. Para el yogui es esencial que el prana circule fluida y armónicamente. Dispone de muchas técnicas para equilibrar el prana, entre ellas todas las de Hatha Yoga.
El prana, operando en los diferentes centros energéticos, rige los distintos elementos: tierra, agua, fuego, aire y éter. Quien domina el prana dominará también estos elementos, facilitará la salud y la longevidad, se hará más ecuánime y resistente. Estos elementos están todos en el organismo. Cuando se desequilibran, se produce malestar y enfermedad.



Ramiro A. Calle


También hay tres elementos orgánicos en el cuerpo sobre los que el yogui trabaja mucho para armonizados. Son: sangre, linfa y aire. El prana operando en el cuerpo, por otro lado, hace posible todas las funciones orgánicas y se subdivide en cinco pranas y cinco subpranas, que se encargan de todos los procesos orgánicos, hasta de los aparentemente más insignificantes, como el hipo o la tos.

A través de las técnicas de pranayama, el yogui también se empeña en controlar todos los pranas y subpranas. De hecho la retención del aliento sirve para unificar la energía ascendente y la descendente. El prana hace posible la dinámica de los cinco órganos sensoriales, pero también la de los órganos de acción: reproducción, excreción, manipulación, etc. Controla, pues, los cinco sentidos sensoriales y los cinco sentidos de la acción. Así, según el prana esté más equilibrado o no, este control será más hábil o más difuso.
Toda la sensibilidad y sentido de la orientación es gracias al prana.
Cuando se produce la concepción, prana entra en acción sobre el ser humano. Forma y conforma el embrión; está ya, obviamente, en el espermatozoide y en el óvulo. El prana ya no nos deja hasta que se produce la muerte definitiva.
Durante toda la vida, operando mejor o peor, hará posible todas las funciones y procesos psicofísicos. Reabastecemos nuestro prana a través de la respiración, el alimento, el descanso (y relajación), el sueño y las impresiones mentales. Si estas fuentes de energía las mejoramos, dispondremos de mayor energía.
Tanto las técnicas de respiración como las de relajación intensifican y mejoran la acción del prana. Es importante que la energía fluya libremente. Cuando hay cortocircuitos y bloqueos, el prana se estanca. Los yoguis ponen especial atención en despejar los canales energéticos de impurezas.

El control sobre el prana (y a ello favorece estrechamente la –respiración yóguica) hace posible el control sobre el cuerpo, la mente y el semen. Pero, además, el pranayama favorece el corazón, los pulmones, las fibras eferentes del vago y las vías respiratorias en general. Se aprovecha mejor el alimento ingerido y las horas de sueño, con lo cual sería posible comer menos y dormir menos.
Durante la noche, el prana se recoge en el pericardio. Una vez despiertos, comienza a operar por los canales energéticos y a cumplimentar todas las funciones psicofísicas.
Los yoguis recomiendan un ejercicio consistente en tomar consciencia del estado intermedio entre la vigilia y el sueño, cuando empiezan a producirse las primeras ensoñaciones. Para los yoguis, y a lo largo de las horas de sueño, la mente entra sólo unos once minutos en el sueño sin ensueños. Entonces hay un remansamiento intenso de prana, un descanso muy profundo y una desconexión con los órganos sensoriales. Es un vacío altamente reparador; una meditación natural. La actividad mental cesa durante esos pocos minutos, pues el resto de las horas de sueño siguen produciéndose pensamientos a través de imágenes oníricas, lo que también juega una función de limpieza y desbloqueo psicológico.

Los sueños tienen, obviamente, su realidad. Son otro nivel de realidad. Para los yoguis hay cuatro estados de mente: mente con ensueños, mente sin ensueños, mente de vigilia y mente supraconsciente o supracotidiana. Solamente mediante el trabajo interior para la evolución de la consciencia es posible aspirar a la mente supracotidiana, que revela realidades de orden superior y que representa una mutación de la consciencia.
Para acceder al lado más silente y quieto de la mente, los yoguis se sirven de la suspensión del aliento y la inmovilidad de la mente. Al inhibir los procesos pensantes ordinarios, brota otro modo de conocimiento. Se ponen los medios para que se manifieste la sabiduría de la quietud, con su lenguaje suprarracional y liberador. Como reza la antigua instrucción yóguica, "sólo cuando se acalla el griterío de los pensamientos, se escucha la voz reveladora del ser interior".

Aprendiendo a respirar y aprendiendo a relajarnos, estaremos accediendo a la energía que está en la fuente del cuerpo y de la mente. Cuando cesan todas las actividades psicomentales y el cuerpo se detiene, la energía que anima el proceso cósmico, nos expande y purifica.
La primera clave consiste en parar. La segunda, en mirar y comprender desde la pureza de la mente. Entonces despunta la visión pura, a la que se refiere Patanjali, y la visión penetrativa (Vipassana) a la que invita el Buda; esto es, la visión desveladora y reveladora, libre de ofuscación, avidez y odio, y en cuyo espacio sin límites se maridan la inteligencia primordial y la compasión infinita.

Extracto del libro Relajación y Respiración.
-Ramiro A. Calle-