01 agosto, 2016

Hatha Yoga y Tantrismo

El cuerpo humano adquiere, en el tantrismo, una importancia que jamás alcanzara en la historia espiritual de la India. Cierto es que la salud y la fuerza, el interés por una fisiología homologable al Cosmos e implícitamente santificada, son valores védicos, si no prevédicos. Pero el tantrismo lleva a consecuencias extremas el concepto de que la santidad sólo es efectiva en un "cuerpo divino". El cuerpo ya no es una "fuente de dolores", sino el instrumento más seguro y completo de que el hombre dispone para "conquistar a la muerte". Y puesto que se puede obtener la liberación ya en esta vida misma, el cuerpo debe ser conservado el mayor tiempo posible, y en un estado perfecto, precisamente para facilitar la meditación (Gheranda Samhita, I, 8).

 Podemos distinguir dos orientaciones por lo menos, diferentes y convergentes a la vez, en esta enfática apreciación del cuerpo humano y de sus posibilidades:
 A) La importancia otorgada a la experiencia total de la vida considerada como parte integrante del sadhana; ésta es la posición general de todas las escuelas tántricas. 
 B) La voluntad de dominar al cuerpo para transformarlo en un "cuerpo divino"; ésta es principalmente la posición del Hatha Yoga. Una dominación de esa clase debe comenzar sin pretensiones, basándose en un conocimiento detallado de los órganos y de las funciones. Porque, "¿cómo podrán alcanzar la perfección los yoguis que no conozcan su cuerpo como si fuera una casa con una columna y nueve puertas, presidida por las cinco divinidades tutelares?" (Goraksa Sataka, 14). 

Pero siempre es la perfección la que se busca, y ésta, como veremos enseguida, no es de orden higiénico ni atlético. El Hatha Yoga no debe ni puede ser confundido con la gimnasia. La aparición del Hatha Yoga está unida al nombre de un asceta, Gorakhnath, fundador de una orden, la de los Kanphata-yogui. 
Todo lo que sabemos sobre Gorakhnath está desfigurado por una mitología sectaria y por abundante folklore mágico; pero indicios bastante firmes permiten suponer que estuvo en estrecha relación con el Vajrayana. Gorakhnath pasa por autor de un tratado, hoy desaparecido, Hatha Yoga, y de un texto que fue conservado, el Goraksasataka. Un comentario de este último, la Goraksa paddhati, explica la palabra hatha (literalmente, "violencia, esfuerzo violento"), por ha = sol y tha = luna; la unión del Sol y de la Luna sería el Yoga. Según otros textos, ha-thau = surya cañaran pranapanau.




Los Kanphata llaman Hatha Yoga a su propia disciplina, pero esa palabra pronto pasó a designar el conjunto de recetas y disciplinas tradicionales mediante las que se llegaba a dominar perfectamente al cuerpo. De todos modos, los tratados hathayoguis dependen, en cualquier forma, de la literatura de los Gorakhnathayoguis (o pretendida como tal). 
Se posee un número bastante grande de textos, pero fuera del Goraksasataka solamente tres textos presentan interés para nuestra investigación: A) Hatha Yoga Pradipika (por Svatmarama Svamin), probablemente del siglo XV, emplea y reproduce cantidad de estrofas del Goraksasataka; B) Gheranda Samhita (de cierto Gheranda, vaisnava de Bengala), reproduce ampliamente el Hatha Yoga Pradipika; C) Siva Samhita (más larga que las anteriores), contiene 517 estrofas y más elaborada filosóficamente. 

El yoga tántrico está fuertemente matizado por el Vedanta. De estos tres textos, el Hatha Yoga Pradipika parece ser el más antiguo, basado, según la tradición, en el Hatha Yoga, tratado perdido hoy en día. 

Hay treinta y dos asanas descritos en la Gheranda Samhita, y quince en la Hatha Yoga Pradipika; Siva Samhita menciona 84 asanas, pero sólo se ocupa de cuatro. Se insiste sobre su valor mágico e higiénico; mediante ciertos asanas se robustece la salud y se "conquista la muerte", mediante otros se obtienen los siddhi: "destruye la vejez y la muerte", "conquista la muerte" (nvrtyum jayati)… ilustran el verdadero sentido y la orientación final de todas esas técnicas. 

La Gheranda Samhita consagra cinco estrofas al pratyahara, mientras dedica 96 estrofas al pranayama y cien a las mudra. El Hatha Yoga otorga suma importancia a las "purificaciones" preliminares, de las que él distingue seis clases: dhauti, bastí, neti, nauli, trataka, kapalabhati (Hatha Yoga Pradipika. II, 22). Las dhauti, literalmente "limpiezas", se dividen en varias clases y subclases. 

El pranayama destruye los pecados y confiere los 84 siddhi, (Siva Sam., III, 51-52; Gher. Sam., V, 1-2), pero este ejercicio sirve, especialmente, para purificar los nadi (Siv. Sam., III, 26; H Y-Pr., II, 4-9, 11, 20, 44). 
Cada nueva etapa de la disciplina respiratoria va acompañada de fenómenos fisiológicos. En realidad, sólo son síntomas de poca importancia, registrados en los textos porque pueden servir para verificar en forma objetiva el éxito de una práctica. 
En cambio, son mucho más importantes los "poderes" reales obtenidos por los yoguis, y sobre todo su asombrosa capacidad de control del sistema neurovegetativo y la influencia que pueden ejercer sobre sus propios ritmos cardíacos y respiratorios. 

Tenemos el derecho de suponer, entonces, que ciertos yoguis se especializaban en las técnicas fisiológicas, pero que la mayoría seguía la tradición milenaria de la "fisiología mística". 
Efectivamente, aunque los hindúes hayan elaborado un sistema complejo de medicina científica nada nos obliga a creer que las teorías de la fisiología mística se hayan desarrollado dependiendo de esta medicina objetiva y utilitaria o al menos en relación con ella. 
 La "fisiología sutil" se formó probablemente en base a experiencias ascéticas, extáticas y contemplativas, expresadas en el mismo idioma simbólico de la cosmología y del ritual tradicionales. 
Esto no quiere decir que tales experiencias no fueran reales, lo eran, pero no en el sentido en que un fenómeno físico es real. Los textos tántricos y hathayoguis nos llaman la atención por su "carácter experimental", pero se trata de experiencias efectuadas en niveles diferentes a los de la vida cotidiana, profana. Las "venas", los "nervios", los "centros", sin duda corresponden a experiencias psicosomáticas y están en relación con la vida profunda del ser humano, pero pareciera que las "venas" y expresiones análogas no designaran a órganos anatómicos y a funciones estrictamente fisiológicas. Se ha tratado varias veces ya de localizar anatómicamente a esas "venas" y "centros".




Todos esos "centros" representan "estados yoguis", es decir inaccesibles sin una ascesis espiritual: las mortificaciones y las disciplinas meramente psicofisiológicas no bastan para "despertar" a los cakra o para penetrarlos: lo esencial, lo indispensable es la meditación, la "realización" espiritual. Así, es más prudente considerar a la "fisiología mística" como el resultado y la formación de conceptos sobre experiencias efectuadas desde muy antiguo por los ascetas y los yoguis; ahora bien, no hay que olvidar que estos últimos efectuaban sus experiencias en un "cuerpo sutil", es decir utilizando sensaciones, tensiones, estados trans-conscientes inaccesibles a los profanos, y que ellos dominaban una zona infinitamente más vasta que la zona psíquica "normal", penetraban en las profundidades del subconsciente y sabían "despertar" las capas arcaicas de la conciencia primordial, fosilizadas en los otros seres humanos. 

El cuerpo construido poco a poco por los hathayoguis, los tántricos y los alquimistas correspondía, en cierto modo, al cuerpo de un "hombre-dios" y sabemos que este concepto tiene larga pre historia, indo-aria y pre-aria. La base de todas estas fórmulas era naturalmente la transformación del cuerpo humano en un microcosmos, teoría y práctica arcaicas registradas en todo el mundo, y que en la India estaban establecidas desde los tiempos védicos. 

La respiración estaba identificada con los vientos cósmicos (Atharva Veda, XI, 4, 15) y con los puntos cardinales (Chandogya Up. III, 13, 1-5). El aire "teje" el Universo (Brhad. Up. III, 7,2) y la respiración "teje" al hombre (Ath. Veda, X, 2, 13), y este simbolismo del tejido llegó en la India, a la grandiosa concepción del "hilo de la vida" y del destino hilado por ciertas diosas. Cuando el sacrificio védico es "interiorizado", el cuerpo se convierte en un microcosmos (Vaikh Qnasasmartasutra, II, 18).

La columna vertebral es identificada a la montaña Meru, es decir al eje cósmico. Por esta razón es que, según el simbolismo budista, el Buda no podía girar la cabeza solamente, sino que debía girar el cuerpo entero "a la manera de los elefantes": su columna vertebral estaba fija, inmóvil, como el Eje del Universo. Los cuatro miembros principales fueran los cuatro continentes, los cuatro miembros menores, los sub-continentes, los dos ojos como el sol y la luna, etc. 

El sadhana tántrico utiliza esta cosmo-fisiología arcaica. Pero todas esas imágenes y todos esos símbolos presuponían una experimentación mística, la santificación del hombre mediante disciplinas ascéticas y espirituales. Las actividades sensoriales se encontraban allí amplificadas en proporción alucinadora, tras innumerables identificaciones de órganos y funciones fisiológicas a las regiones cósmicas, a los astros, a los dioses, etc. El Hatha Yoga y el Tantra transubstancian el cuerpo creándole dimensiones macrantrópicas y asimilándolo a los diversos "cuerpos místicos" (sonoros, arquitectónicos, iconográficos, etc.). Varios "cuerpos sutiles" están superpuestos aquí: el cuerpo sonoro, el cuerpo arquitectónico, cosmológico y místico-fisiológico (pues la homología se refiere, no a los órganos profanos, sino a los cakra, a los"centros").
Esta homologación múltiple debe ser "realizada"; pero a continuación de la experiencia yogui, el "cuerpo físico" se "dilata", se "cosmiza", se "transubstancia". Las "venas" y los "centros" de que hablan los textos se refieren -en primer lugar- a estados realizables exclusivamente mediante una amplificación extraordinaria de la "sensación del cuerpo". Sin embargo, nada hay de abstracto en lo que acabamos de leer; no se trata de una expresión de conceptos, sino de imágenes que expresan experiencias transmundanales. 

La señal clásica de la trascendencia está constituida por el acto final de la ascensión de la kundalini: su unión con Siva, en la cúspide de la caja craneana, en el sahasrara. 
No olvidemos que numerosas escuelas tántricas no utilizan el simbolismo de kundalini para expresar la unión de los contrarios, a la que se la describe bajo la forma de serpiente, de una Diosa y de una "energía", a la vez. 
Tal como se abre una puerta, con una llave, el yogui abre la puerta de la liberación (mukti) liberando a la kundalini por medio del Hathayoga" (Gorahsasataka, 51). 
Cuando la Diosa adormecida es despertada merced a la gracia del gurú, todos los cakra son rápidamente atravesados (Siva-samhita, IV, 12-14; H Y Pr., III, 1). 

Extractos del libro Yoga, Inmortalidad y libertad 
-Mircea Eliade-