05 diciembre, 2019

Buda, Dharma, Sangha: La Triple Joya del Budismo según Nāgārjuna (1ª Parte)

En el curso de una historia más de dos veces y media milenaria, las posiciones filosóficas del Budismo han a menudo variado. El Pequeño Vehículo se escindió en dieciocho sectas; el Gran Vehículo ha visto oponerse la escuela de la Vaciedad a la Escuela de Sólo-la-mente y, por sus tendencias monistas y ritualistas, el Vehículo del Diamante se separó netamente de los dos precedentes .

Ya sean de orden doctrinario, disciplinario o filosófico, estas divergencias no revelan, a los ojos de los budistas, una importancia muy grande. Buda mismo ha dado ejemplo de tolerancia al recomendar a sus discípulos no admitir sino “aquello que ellos habían reconocido y comprendido por sí mismos”. Pero, por muy opuestos que sean sus puntos de vista, los budistas están animados de una fe lúcida en lo que respecta a su Triple Joya: Buda, el Dharma, el Sangha.

Buda es el Gran Sabio que ha visto las verdades; el Dharma es la Ley o la Doctrina predicada por él; el Sangha es la Comunidad de religiosos fundada por obra de él. Desde sus orígenes hasta nuestros días, las ceremonias de iniciación y de ordenación comienzan obligatoriamente con esta declaración solemne, repetida tres veces: "Tomo refugio en el Buda; tomo refugio en el Dharma; tomo refugio en el Sangha". Y Buda recomendó a sus discípulos rememorar cada día, con espíritu de fe, esta Triple Joya.

Simbolizados por el tridente en los monumentos figurativos, Buda, Dharma y Sangha son las tres nociones básicas del Budismo. Es importante, pues, para todo historiador de las religiones, hacerse una idea exacta de ellas. Para definir a estas tres Joyas, los textos canónicos más antiguos se han servido de fórmulas estereotipadas que no han sufrido a lo largo de los siglos ningún cambio. Su concisión es tal que ellas no pueden ser comprendidas sin explicaciones. Éstas han sido proporcionadas por una cantidad de doctores y de exégetas y especialmente por Buddhaghosa, el representante más calificado del Budismo cingalés, que les consagra todo un capítulo de su célebre obra: "La marcha hacia la pureza" (Visuddhi-magga).

Buddhaghosa se sitúa en el siglo V de nuestra era. Pero un comentario más antiguo y más detallado concerniente a la Triple Joya figura ya en el "Gran Tratado de la Virtud de Sabiduría" (Mahā prajñā –pārarnitopadesha) compuesto en el Noroeste de la India en el siglo IV de nuestra era. La tradición de Cachemira lo atribuye a Nāgārjuna, fundador de la escuela mahāyānista Madhyamaka, pero algunos historiadores quieren ver en ella una obra colectiva compuesta por alumnos de Nāgārjuna convencidos como este último de la Vaciedad universal y aún nutridos por la tradición del Pequeño Vehículo.

Por desgracia, el original indio del "Gran Tratado de la Virtud de Sabiduría" se ha perdido y la obra es conocida solamente por una única versión china, el Ta-tche-tou-louen, realizada en Tch'ang-ngan, del 402 al 404, por el célebre traductor sinoindio Kumārajīva. Es en esta versión que yo me inspiro aquí para definir el estado de espíritu de los budistas en lo que respecta a su Triple Joya.

l. Buda

1. Sus diez apelaciones sinónimas.

En los viejos textos canónicos, Buda es designado con diez apelaciones que tienden a poner de relieve su calidad trascendente: 1. Tathāgata; 2. Que tiene derecho (Arhat); 3. Correctamente y completamente Iluminado (saṃyaksaṃbuddha); 4. Dotado de las ciencias y las prácticas (vidyā caraṇasampanna); 5. Bien Encaminado (Sugata); 6. Conocedor del mundo (lokavid); 7. Supremo conductor de aquellos seres que deben ser controlados que son los hombres (anuttarapuruṣadamyasārathi); 8. Instructor de dioses y de hombres (śāstā devamanuṣyāṇām ); 9. Buddha; 10. Bhagavant.

1. El primer epíteto, el de Tathāgata, el más frecuentemente empleado, permanece aún rodeado de oscuridad al punto que algunos historiadores se preguntan si él es de origen indio. Es sin embargo por medio del Sánscrito y del Pāli que los exégetas budistas han intentado explicarlo. En Tathā -gata, tathā significa "así, de la misma manera", y gata (de la raíz GAM) quiere decir "ido", "encaminado". Siendo así, el Buda Shākyamuni que apareció en la India en el siglo VI antes de Cristo habría llegado al despertar espiritua y al Nirvāna de la misma manera que los Budas que lo precedieron en el tiempo. Pero, junto a Tathā-gata, se ha propuesto la variante Tathā -gada, de la raíz GAD "hablar". En este caso sería necesario comprender que Shākyamuni, el Buda del presente, habló o enseñó de la misma manera que sus antecesores. De todas maneras, el epíteto en cuestión intenta situar a Shākyamuni dentro del linaje de los Budas anteriores que alcanzaron todos ellos el despertar espiritual y, después de haber predicado la Doctrina, entraron en el Nirvāna. En las versiones chinas y tibetanas Tathāgata es traducido respectivamente por Jou-lai y De-bzhin-gcegs-pa, "así ido".

2. Buda es también Uno que tiene Derecho, pues sus inmensas cualidades le dan derecho al respeto universal.

3. Es también Correctamente y completamente Iluminado, pues él conoce todas las cosas en su verdadero carácter. Lo que importa es saber en qué consiste el verdadero carácter y esto es lo que discuten los doctores.

4. Esta omnisciencia resulta de dos factores: la triple ciencia adquirida por Buda durante la noche de la Iluminación y las buenas prácticas acumuladas durante innumerables existencias. La triple ciencia consiste en el recuerdo de sus existencias anteriores, el conocimiento de la muerte y el nacimiento de los seres, y la certeza de haber destruido para siempre las impurezas, es decir, los apegos por el mundo. Las buenas prácticas no son otra cosa que la perfección de los actos corporales y vocales. De esta manera Buda está Dotado de las ciencias y de las prácticas.

5. Ciencias y prácticas son como las dos ruedas de un carro y Buda que dispone de ellas va derecho por su camino. Es por eso que es Bien Encaminado.

6. Él es también el Conocedor del mundo, del mundo del dolor, pues al despertarse a las Cuatro Verdades Santas, él descubrió el dolor, su origen, su destrucción y los medios de su destrucción.

7-8. Es por eso que le es fácil conducir a los hombres por los caminos de la salvación más apropiados a sus disposiciones naturales y él enseña a todos los seres, dioses y hombres, a liberarse de las pasiones inherentes a sus esferas de existencia. Él es entonces el Supremo conductor de aquellos seres que deben ser controlados que son los hombres y el Instructor de dioses y de hombres.

9-10. Los dos últimos epítetos, el de Buddha y el de Bhagavant, "Bienaventurado", "Señor", son claros por sí mismos. El Buddha se ha despertado por sí mismo a la verdad y participa de la felicidad de la liberación.

2. Los milagros del nacimiento.

Como sus predecesores, Shakyāmuni, el Buda del presente, proviene de un alto linaje y nació en una sabia y poderosa familia india. Al nacer fue acogido por las divinidades de las esferas superiores e inferiores, la tierra tembló de seis maneras y un gran resplandor llenó el universo.
Apenas nacido, Buda se levantó e hizo siete pasos en las cuatro direcciones, proclamando: "Yo soy el primero del mundo, yo soy el mejor del mundo, yo soy el hijo mayor del mundo. Éste es mi último renacer; no habrá más desde ahora para mí una nueva existencia".
Su cuerpo estaba adornado con las treinta y dos marcas físicas del "Gran Hombre": plantas del pie bien apoyadas y marcadas con el signo de la rueda, etc. Recompensas de méritos acumulados durante cien períodos cósmicos, tales marcas sólo aparecen en niños destinados a reinar sobre el universo entero o a convertirse un día en un Buda perfectamente iluminado. Son tan completas que los hombres no se cansan de contemplarlas.



Escultura en piedra representando la figura
de Buddha en el complejo rupestre budista
de
Ajantā. Distrito de Aurangabad.
Maharashtra, India
.



3. Los cinco elementos de la santidad.


Con todo, cuando el budista toma refugio en el Buda, no es en su persona física, por muy perfecta que sea. Producido en razón de la retribución de los actos, nacido de padre y madre, todo cuerpo material está prometido a la muerte y destinado a la corrupción. Descuidando pues este "cuerpo de podredumbre", el asceta se adhiere de preferencia a los elementos puros que constituyen la santidad de Buda. Son cinco: 1. moralidad; 2. concentración del espíritu; 3.sabiduría; 4. liberación; 5. saber y visión de la Liberación.

1. En Buda, como en los santos, la moralidad no es un atributo innato que le pertenezca por naturaleza y por derecho; es una cualidad adquirida con grandes esfuerzos en el curso de innumerables existencias desde el momento en que hace el voto de convertirse en un Buda. Para purificarse a sí mismo y por compasión por los seres, se ha abstenido de todo acto capaz de dañar a otro: pecados del cuerpo, como dar muerte a seres vivos, el robo, y la lujuria; pecados de la palabra, como la mentira, la calumnia, la expresión injuriosa y la expresión vana; pecados del pensamiento, como la codicia, la maldad y la aberración mental. No por ser adquirida y no innata es esta moralidad menos perfecta.

2. Absteniéndose del pecado, el Buda ha purificado y agilizado su pensamiento con una larga práctica de concentración del espíritu. En la etapa final actúa como maestro con los éxtasis (dhyāna) y con las concentraciones (samāpatti) en el curso de los cuales el pensamiento, reduciendo gradualmente su funcionamiento, accede a voluntad a las esferas del mundo material sutil y del mundo inmaterial, liberándose al mismo tiempo de las pasiones inherentes a estas esferas y que podrían retenerlo prisionero.

Es imposible conocer el pensamiento de un hombre en el momento de la concentración y, con mayor motivo, aquél de un Buda que se encuentra siempre en concentración. Pero es posible comprobar los efectos maravillosos de esta concentración y los poderes sobrehumanos que de ella derivan.
Entre los prodigios más espectaculares es necesario mencionar aquél de la multiplicación de los Budas ficticios realizada por Shākyamuni en Shravastī y en muchos otros lugares.
Del cuerpo de Buda y de los poros de su piel, emergieron rayos de luz que, en las diez regiones del espacio, iluminaron universos tan numerosos como las arenas del Ganges. De cada uno de estos rayos surgieron flores de loto con siete piedras preciosas y mil hojas. Sobre cada una de estas flores había un Buda sentado. Cada uno de estos Budas lanzó innumerables rayos.
De cada uno de estos rayos surgieron otras flores de loto con siete piedras preciosas y mil hojas. Sobre cada una de estas hojas había un Buda sentado.
Todos estos Budas llenaban, en las diez regiones del espacio, universos tan numerosos como las arenas del Ganges y convertían a los seres: unos predicaban la Ley, otros guardaban silencio, otros se paseaban, otros en fin, realizando prodigios de magia, lanzaban alternativamente agua y fuego.

Con estos múltiples medios salvíficos, ellos convertían a los condenados, a los lémures, a los animales, a los hombres y a los dioses repartidos en las diez regiones. Tales son los prodigios que derivan normalmente de la disciplina mental.

3. Basada sobre la moralidad y estimulada por la meditación, la sabiduría de Buda es perfecta. Durante innumerables períodos, incalculables, no existe ninguna ciencia, ningún saber que él no haya cultivado. Una larga y paciente búsqueda le ha permitido descartar los juicios de los hombres vulgares y encerrarse en un perfecto relativismo.

Tanto desde el punto de vista moral como filosófico, él ha encontrado el justo medio entre los puntos de vista extremos que son el laxismo y el rigorismo, la creencia en la existencia y la creencia en la inexistencia.
Sólo él ha penetrado a fondo en la total ausencia de características de los seres y de las cosas: nada es eterno o transitorio, finito o infinito, móvil o inmóvil, existente o inexistente, impuro o puro, sometido a la causalidad o al margen de la causalidad, sometido al nacimiento o a la destrucción, vacío o no vacío. La ausencia total de características alcanza las dimensiones del espacio y, como el espacio es ilimitado, el saber de un Buda no tropieza con ningún obstáculo.
Su sabiduría es más que un simple saber, es una fuerza de infinitas aplicaciones.

4. Durante la noche de la Iluminación, Buda realizó la Liberación perfecta. Mediante la visión de las verdades, eliminó todo error concerniente al mundo del devenir y triunfó sobre los errores que consisten en considerar como eterno lo que es transitorio, como placentero lo que es doloroso, como puro lo que es impuro y como un Yo lo que no es un Yo. Siendo estas nociones opuestas correlativas, basta que una de ellas no exista para que su contraria desaparezca por ese solo hecho. La supresión de la afirmación y de la negación es la visión correcta de las cosas, que pertenece como algo propio al Buda y que fue comunicada por él a sus discípulos.

Mediante la meditación de esta verdad, Buda ha destruido las pasiones que, en la tarde de su meditación, lo ligaban aún a la esfera superior de la existencia. Destruyendo el doble obstáculo que mantiene a los seres en la transmigración dolorosa, a saber, el obstáculo al saber y el obstáculo que consiste en las pasiones, Buda ha accedido a la Liberación sin obstáculo, al Nirvāna.

5. Hay santos que, habiendo llegado ellos también a la Liberación, no se dan cuenta de ello. Ése no es el caso de Buda que, apenas liberado, posee el Saber y la Visión de la Liberación. Sabe que sus impurezas están destruidas y que ya no se reproducirán, pues definitivamente él ha reconocido al dolor, ha abandonado su origen, ha realizado su destrucción y ha cultivado el camino de su destrucción.

En una palabra, ha pasado del mundo condicionado del dolor, al incondicionado del Nirvāna, que no es otra cosa que la ausencia de dolor. Darse cuenta de ello es gozar de la felicidad del Nirvāna.
Dueño de esta experiencia, Buda sabe cómo hacer participar de ella a aquellos que sufren todavía en los caminos de la transmigración. Conoce a aquellos que pueden ser salvados y los medios que hay que utilizar para salvarlos: consejos, exhortaciones, reprimendas, milagros, etc. La gama de los medios salvíficos desplegada por Buda es tan variada como sensata.

La omnisciencia de los Budas tiene esto de particular: que está asociada a la Gran benevolencia. Los santos, ellos también practican, para con los seres felices o desdichados, meditaciones de benevolencia y de compasión, pero sólo son ejercicios platónicos que tienen como único resultado purificar su propio pensamiento sin traer consigo ningún otro efecto tangible. La gran benevolencia de los Budas es eminentemente útil a los seres. Por una suprema paradoja, el Buda, que en su omnisciencia ya no ve ni seres ni cosas, es llevado por su benevolencia y su compasión a salvar a todos los seres.

Tres veces durante el día y tres veces durante la noche, considera al mundo preguntándose a quién podría él sacar de la ruina para establecerlo en la Liberación. Una estrofa dice: "El océano, morada de los monstruos marinos, podría pasar por encima de sus bordes, pero, para sus hijos que él ha de convertir, jamás el Buda dejaría pasar el momento".


Autor: Étienne Lamotte.  Revista de Estudios Budistas Nº 1 - Abril de 1991. 
Asociación Latinoamericana de Estudios Budistas
- Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y Fundación Instituto de Estudios Budistas (Argentina).
Directores: Carmen Dragonetti y
Fernando Tola.

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