Por André Van Lysebeth
La respiración es el gran volante vital. Es posible abstenerse de alimento sólido durante semanas, de líquido durante algunos días; pero privados de aire falleceríamos en unos pocos minutos.
El aporte de oxígeno es sólo un aspecto de la función respiratoria, la que abarca también la expulsión del CO2. Las células no disponen de ningún otro medio de desembarazarse de los restos que producen, fuera del de arrojarlos a la sangre; la purificación tiene lugar especialmente en los pulmones. Además, en los pulmones mal ventilados, innumerables gérmenes pueden desarrollarse en la oscuridad tibia y húmeda que les es favorable. El bacilo de Koch no resiste la acción del oxígeno; la respiración correcta, al asegurar la ventilación completa de los pulmones, inmuniza contra la tuberculosis. Hay tanta diferencia entre la manera como respira un adepto del Yoga y un no iniciado, como entre un pillastre que chapucea en un estanque y un campeón.
El primero se debate, gasta muchas energías y apenas logra flotar y desplazarse; el segundo avanza rápidamente y sin esfuerzo. Toda la diferencia proviene de la técnica y del ejercicio.
Aprendamos a respirar correctamente; la recompensa será maravillosa. Antes de su nacimiento, su mamá respiraba por usted. Pero desde su llegada al mundo, cuando el contenido de CO2 de su sangre aumentó, el centro respiratorio puso en marcha su primera y profunda inspiración. Los pulmones se desplegaron en la caja torácica: acababa usted de realizar su primer acto autónomo. Desde entonces, el flujo y el reflujo de la respiración ritman su vida hasta el último suspiro. Para usar la expresión de C. L. Schleich, desde el momento en que la matrona corta el cordón umbilical, los pulmones se convierten en la placenta que une al hombre con la madre cósmica.
Vivir es respirar, respirar es vivir; los yoguis miden la duración de la vida humana por el número de respiraciones. Antes de emprender ejercicios respiratorios complicados, aprendamos primero a respirar bien. O más bien, ¡volvamos a aprender!... Todos hemos sabido respirar tan bien... ¡cuando éramos nenes! Después, han cambiado tantas cosas, sin mejorar muchas veces, sobre todo en materia de respiración, la que ha llegado a ser incompleta, superficial, a tirones, apresurada, porque estamos perpetuamente crispados y en tensión bajo el imperio de emociones negativas; ansiedad, cólera, entre otras.
El tórax se hunde por su propio peso, expulsando así el aire. Esta espiración debe ser silenciosa, como todo acto respiratorio (no debe escucharse respirar) y, por este motivo, será lenta. Al final de la espiración, los músculos abdominales pueden ayudar a vaciar los pulmones lo más completamente posible, por una contracción que expulse los últimos restos de aire viciado. La constitución esponjosa de los pulmones no permite vaciarlos en un 100 %: siempre quedará aire impuro en ellos, el aire «residual», que hay que esforzarse por reducir al mínimo, porque el aire fresco, traído por la inspiración, se mezcla a este aire residual para formar el verdadero aíre respiratorio de cada uno. Mientras más a fondo espire, mayor será la cantidad de aíre fresco que podrá entrar y más puro será el aíre en contacto con la superficie alveolar.
Fragmento del libro APRENDO YOGA
-André Van Lysebeth-
La respiración es el gran volante vital. Es posible abstenerse de alimento sólido durante semanas, de líquido durante algunos días; pero privados de aire falleceríamos en unos pocos minutos.
Todos los fenómenos vitales están ligados a procesos de
oxidación y de reducción: sin oxígeno no hay vida. Nuestras
células dependen de la sangre para su aprovisionamiento de
oxígeno. Si por sus arterias circula sangre pobre en oxígeno,
la vitalidad de cada una de sus células se encuentra disminuida:
«realice» esta verdad primera, imprégnese de ella, dése
cuenta de que millones de células, dispuestas a servirle fielmente
hasta el límite de sus fuerzas, son tributarias del aporte
de oxígeno que les llega por intermedio de ese líquido mágico:
la sangre. Su deber, en sentido estricto, es el de asegurarles
este aprovisionamiento de oxígeno al que tienen derecho.
No solamente respiramos muy mal, sino que a menudo la
calidad del aire respirado es más que dudosa; de aquí nuestra
falta de resistencia a las enfermedades, a la fatiga, nuestra repugnancia
a todo esfuerzo físico, nuestro nerviosismo, nuestra
irritabilidad.
El aporte de oxígeno es sólo un aspecto de la función respiratoria, la que abarca también la expulsión del CO2. Las células no disponen de ningún otro medio de desembarazarse de los restos que producen, fuera del de arrojarlos a la sangre; la purificación tiene lugar especialmente en los pulmones. Además, en los pulmones mal ventilados, innumerables gérmenes pueden desarrollarse en la oscuridad tibia y húmeda que les es favorable. El bacilo de Koch no resiste la acción del oxígeno; la respiración correcta, al asegurar la ventilación completa de los pulmones, inmuniza contra la tuberculosis. Hay tanta diferencia entre la manera como respira un adepto del Yoga y un no iniciado, como entre un pillastre que chapucea en un estanque y un campeón.
El primero se debate, gasta muchas energías y apenas logra flotar y desplazarse; el segundo avanza rápidamente y sin esfuerzo. Toda la diferencia proviene de la técnica y del ejercicio.
Aprendamos a respirar correctamente; la recompensa será maravillosa. Antes de su nacimiento, su mamá respiraba por usted. Pero desde su llegada al mundo, cuando el contenido de CO2 de su sangre aumentó, el centro respiratorio puso en marcha su primera y profunda inspiración. Los pulmones se desplegaron en la caja torácica: acababa usted de realizar su primer acto autónomo. Desde entonces, el flujo y el reflujo de la respiración ritman su vida hasta el último suspiro. Para usar la expresión de C. L. Schleich, desde el momento en que la matrona corta el cordón umbilical, los pulmones se convierten en la placenta que une al hombre con la madre cósmica.
Vivir es respirar, respirar es vivir; los yoguis miden la duración de la vida humana por el número de respiraciones. Antes de emprender ejercicios respiratorios complicados, aprendamos primero a respirar bien. O más bien, ¡volvamos a aprender!... Todos hemos sabido respirar tan bien... ¡cuando éramos nenes! Después, han cambiado tantas cosas, sin mejorar muchas veces, sobre todo en materia de respiración, la que ha llegado a ser incompleta, superficial, a tirones, apresurada, porque estamos perpetuamente crispados y en tensión bajo el imperio de emociones negativas; ansiedad, cólera, entre otras.
Antes de cualquier reforma respiratoria hay que recordar
que el hálito es anterior a nosotros y que no podemos enseñarle
nada.
Debemos abrirnos a sus poderes vivificantes, apartando todos los obstáculos que se opongan a su acción. El hálito espera de nosotros la eliminación de las tensiones, la corrección de los malos hábitos, de las actitudes físicas y mentales erradas. En cuanto hayamos apartado los obstáculos, se manifestará en su plenitud y nos concederá vitalidad y salud. Ya no están de moda los corsés de 1.900, pero más de un accesorio vestimentario nos impide aún respirar normalmente. ¡Sus cinturones de cuero, señores! ¡Sus fajas y sostenes, señoras! Escogedlos muy extensibles para que no dificulten la respiración. Pero hay obstáculos fisícos mucho más temibles: esos abdómenes duros y contraídos que impiden la respiración y contraen toda la personalidad, esos tórax rígidos como corazas, esos diafragmas inmovilizados por acumulaciones de gas en el tracto gastro-intestinal, también ellas causadas por espasmos.
Debemos abrirnos a sus poderes vivificantes, apartando todos los obstáculos que se opongan a su acción. El hálito espera de nosotros la eliminación de las tensiones, la corrección de los malos hábitos, de las actitudes físicas y mentales erradas. En cuanto hayamos apartado los obstáculos, se manifestará en su plenitud y nos concederá vitalidad y salud. Ya no están de moda los corsés de 1.900, pero más de un accesorio vestimentario nos impide aún respirar normalmente. ¡Sus cinturones de cuero, señores! ¡Sus fajas y sostenes, señoras! Escogedlos muy extensibles para que no dificulten la respiración. Pero hay obstáculos fisícos mucho más temibles: esos abdómenes duros y contraídos que impiden la respiración y contraen toda la personalidad, esos tórax rígidos como corazas, esos diafragmas inmovilizados por acumulaciones de gas en el tracto gastro-intestinal, también ellas causadas por espasmos.
Es preciso primero descontractar todos esos músculos en permanente
tensión, los que, mejor que un corsé, impiden cualquier
respiración normal; he aquí el motivo por el que la relajación
es la puerta de entrada del Yoga.
En el acto respiratorio, el occidental atribuye la primacía
a la inspiración. El Yoga, por el contrario, afirma que toda buena
respiración comienza no sólo por una espiración completa
y lenta, sino también que esta ESPIRACIÓN perfecta es la condición
sine qua non de una inspiración correcta y completa,
por la razón tan simple de que no se puede llenar un recipiente
¡si no ha sido previamente... vaciado!
Imposible respirar bien
si no espiramos antes a fondo.
La respiración normal comienza, pues, por una espiración
lenta y tranquila, realizada mediante la relajación de los músculos
respiratorios.
El tórax se hunde por su propio peso, expulsando así el aire. Esta espiración debe ser silenciosa, como todo acto respiratorio (no debe escucharse respirar) y, por este motivo, será lenta. Al final de la espiración, los músculos abdominales pueden ayudar a vaciar los pulmones lo más completamente posible, por una contracción que expulse los últimos restos de aire viciado. La constitución esponjosa de los pulmones no permite vaciarlos en un 100 %: siempre quedará aire impuro en ellos, el aire «residual», que hay que esforzarse por reducir al mínimo, porque el aire fresco, traído por la inspiración, se mezcla a este aire residual para formar el verdadero aíre respiratorio de cada uno. Mientras más a fondo espire, mayor será la cantidad de aíre fresco que podrá entrar y más puro será el aíre en contacto con la superficie alveolar.
El volumen de aire que los pulmones pueden contener se
llama «capacidad vital». Raras veces una designación ha sido
más pertinente, y la meta de numerosas técnicas respiratorias
es la de aumentar esta capacidad. Sin embargo, antes de preocuparse
de aumentarla, utilicemos al máximo aquella de que
disponemos, mediante una cuidadosa espiración.
Los yoguis distinguen tres tipos de respiración: la respiración
abdominal, la respiración costal y la respiración clavicular.
La respiración yóguica completa combina las tres y constituye la
respiración ideal.
Fragmento del libro APRENDO YOGA
-André Van Lysebeth-