19 enero, 2020

Historia del Yoga

1. Qué es el Yoga Tradicional

Según el pensamiento hindú, nuestra forma habitual de vivir es lo que se llama saṃsāra, la existencia cíclica, caracterizada por: la insatisfacción (no felicidad plena) que se debe a la imposibilidad de satisfacer todos nuestros apegos(o deseos compulsivos), que proceden de la ignorancia (avidyā) de nuestra naturaleza trascendente. Realizamos acciones para satisfacer los deseos; estas acciones producen saṃskāras (impresiones inconscientes), que causan vāsanās (tendencias latentes; hábitos de acción).

Tradicionalmente, esta descripción de la condición humana va unida a la creencia en la ley del karman (= las acciones buenas nos llevan a situaciones buenas y las malas a situaciones malas) y en la reencarnación; pero no es esencial creer en estas para aceptar la descripción básica de la existencia cíclica. La liberación de esa situación deficiente se logra mediante el conocimiento experiencial de nuestra verdadera naturaleza. Ese conocimiento hace que se superen los apegos y de ese modo se alcance un modo de existencia caracterizado por la ecuanimidad, la libertad interior y la empatía con los otros seres.

Se llama «yoga» en sentido estricto a cualquier camino espiritual (mārga) hindú que insista en la práctica del autocontrol psicofísico y la concentración mental como los medios principales para llegar a la Liberación. Esta forma de yoga incluye, por ejemplo, el yoga clásico y los yogas tántricos.

En sentido amplio, el yoga es cualquier camino hinduista hacia la Liberación, como los caminos de la devoción, el conocimiento, la meditación, la acción, etc. En este sentido amplio, el yoga es lo mismo que la espiritualidad hinduista.

2. Etapas de la Tradición del Yoga

a) Yoga Preclásico

Incluye el yoga de las Upaniṣads (siglos VII y III anterior a la Era Cristiana —todas las fechas son meras aproximaciones—) y el yoga de las epopeyas (Mahābhārata y Rāmāyaṇa; s. IV anterior a la Era Cristiana y s. IV de la Era Cristiana), sobre todo el de la Bhagavadgītā (s. II anterior a la Era Cristiana), que es el capítulo principal del Mahābhārata y el texto más popular del Hinduismo.

b) Yoga Clásico

Es el que se recoge en los Yogasūtras («Aforismos sobre el yoga» de Patañjali - s.II Era Cristiana) y sus comentarios. El principal comentario es el Yogabhāṣya de Vyāsa.

c) Yoga Postclásico

El Vedānta es la escuela filosófica y espiritual del Hinduismo basada en las enseñanzas de las Upaniṣads, que se sistematizaron en los Brahmasūtras («Aforismos sobre lo Absoluto», s. IV Era Cristiana).
Hay distintas escuelas del Vedānta. Las más conocidas son el Advaita Vedānta (ved. adualista), cuyo principal representante es Śaṅkarācārya (s. VII Era Cristiana); el Viśiṣṭādvaita Vedānta (ved. adualista con diferencias), de Rāmānuja (s. X); y el Dvaita Vedānta (ved. dualista) de Mādhva (s. XII). También hay yoga en los purāṇas (compendios de mitología y espiritualidad; ss. II y XV Era Cristiana; el más popular actualmente es el Śrīmad Bhāgavata Purāṇa); en los tantras (desde el s. VI Era Cristiana); y en diversas corrientes «sectarias» del Hinduismo: los śaivas o devotos de Śiva (como por ejemplo los nāths o el Śaivismo de Cachemira), los vaiṣṇavas (devotos de Viṣṇu), los śāktas (devotos de Śakti, la Diosa), etc.



Sri Ramana Maharshi



3. Yoga del Conocimiento (Jñāna Yoga)

Es la forma más antigua de yoga. Se encuentra en las Upaniṣad, el Advaita Vedānta, el Śaivismo de Cachemira, etc. Aquí vamos a resumir la versión más conocida, que es la del Advaita Vedānta.
El yoga del conocimiento afirma la adualidad (advaita) de lo real: solo hay una Realidad Absoluta: el Brahman, que es sac-cid-ānanda (la única Realidad Eterna; la Conciencia Universal en la que aparecen todas las cosas; la Felicidad o Plenitud total). Ese Brahman es mi verdadero ser (ātman): «Yo soy el Brahman». Y es el verdadero ser de todas las cosas: «Todo esto es el Brahman».
La enseñanza del Advaita Vedānta se resume en esta frase: «El Brahman es lo Real (satya: lo absoluto, eterno), el mundo es falso (mithyā: relativo, transitorio) y el ātman es el Brahman».
Los individuos estamos sumidos en la ignorancia, a la que también se llama māyā (la «ilusión» cósmica) porque nos hace percibir la realidad equivocadamente: creemos que somos un yo individual (jīva) que vive en un mundo (jagat) múltiple gobernado por Dios (Īśvara).
Esta visión es errónea porque confundimos el jivātman (yo individual, relativo, falso), con el paramātman (Yo Supremo, nuestro verdadero ser, que es el Brahman). En realidad el individuo, el mundo y Dios no son otra cosa que apariencias del ātman-brahman indivisible.
La práctica del yoga del conocimiento consiste en la autoindagación (ātmavicāra), es decir, en investigar quién soy yo.
Eso se realiza en tres fases:

1) Escuchar la enseñanza vedántica de labios de un maestro que la haya asimilado.
2) Reflexionar personalmente sobre esas enseñanzas.
3) Cuando se haya comprendido suficientemente dicha enseñanza, meditar sobre ella, manteniendo en la mente esa comprensión hasta que se asimile completamente y se vuelva espontánea.
Para comprender y asimilar las enseñanzas del Vedānta es necesario tener una mente pura. Dicha purificación se puede lograr mediante la práctica de karman (la acción correcta: el yoga de la acción) y upāsanā (la concentración: los yogas de la devoción, el autocontrol psicofísico, etc); es decir, mediante la práctica de los otros yogas.

4. El Yoga Clásico (Rāja Yoga, Aṣṭāṅga Yoga)

El yoga clásico es el de los Yogasūtras.
La filosofía de este texto es semejante a la del Sāṃkhya, escuela clásica del pensamiento hinduista cuyo texto fundamental es la Sāṃkhyakārikā de Īśvarakṛṣṇa (s. IV Era Cristiana).
El Sāṃkhya—término que significa «enumeración»—afirma que hay veinticinco clases de realidades (tattvas):

1) Un número indeterminado de puruṣas: almas espirituales, inactivas, eternas y cuya única cualidad es que conocen; son sujetos puros de conocimiento.
2) La prakṛtio materia: una sustancia eterna y dinámica que está compuesta de tres guṇas (cualidades): Tamas (la pasividad), Rajas (la actividad) y Sattva (el equilibrio). La materia es cíclica: tiene épocas de latencia o ausencia de manifestación en la que está indiferenciada, como dormida; y épocas de expansión o manifestación en que se despliega como los tattvas 3 a 25 y como todas las cosas que componen el universo material. En las épocas de manifestación, la materia se va desplegando gradualmente bajo la forma de los demás tattvas materiales, empezando por los más sutiles y acabando en los más toscos, en este orden.
3) La materia se manifiesta primero como la mente determinadora (buddhi), que es el aspecto de la mente que afirma y niega.
4) De esta sale el ego (ahaṃkāra) o autoafirmación; y de este los demás tattvas.
5) La mente discursiva (manas), que delibera y duda.
6 -10) Los cinco sentidos (jñānendriyas): vista, oído, etc.
11-15) Las cinco facultades de acción (karmendriyas): habla, prensión, locomoción, excreción y reproducción. 16-20) Las cinco cualidades sensibles (tanmātras): colores, sabores, etc.
21-25) Los cinco elementos toscos (bhūtas): tierra, agua, fuego, aire y espacio.

Estos tattvas son las realidades que componen la totalidad cósmica (el universo) y también cada una de sus partes, los individuos.
Según el Sāṃkhya, la esclavitud consiste en creer que somos seres materiales, cuando en realidad somos espíritus puros. La emancipación (kaivalya) se consigue por el discernimiento (viveka) entre el espíritu y la materia, es decir, por la capacidad de distinguir entre nuestra naturaleza espiritual y el individuo material.
En los Yogasūtras, Patañjali acepta la filosofía del Sāṃkhya, pero le añade un vigésimo sexto tattva: además de los espíritus y la materia con todos sus derivados, existe Īśvara, «el Señor» o «Dios»: un puruṣa que nunca se ha confundido con la materia; por ello, es un ejemplo para el yogin, que lo puede utilizar como objeto de culto y meditación; pero no es un verdadero Dios, porque no hace nada: es completamente inactivo, como todos los purusas. Por eso se dice a veces que el yoga clásico no es un teísmo sino un «deísmo»: filosofía según la cual hay un Dios pero que no interviene en absoluto en los asuntos del universo.

Lo más típico del yoga clásico no es su filosofía sino el estudio que realiza de la mente (citta) y del modo de controlarla (nirodha). Su objetivo es ir logrando gradualmente el autocontrol físico y mental y, en consecuencia, la concentración de la mente. Este control mental facilita el discernimiento entre la materia y el espíritu y la consiguiente Liberación.
El autocontrol psicofísico se realiza en ocho etapas que van de lo más exterior a lo más interior y que sistematizan distintas prácticas morales, ascéticas y místicas de la tradición de los renunciantes (los ascetas errantes que abandonaban la sociedad buscando el conocimiento liberador).
Estas etapas son las siguientes:

1. Abstinencias (yama): no violencia, veracidad, castidad, no robar, no recibir.
2. Disciplinas (niyama): pureza, contento, ascesis, estudio, entrega a Dios (Īśvara).
3. Postura (āsana) de meditación.
4. Control de la respiración (prāṇāyāma).
5. Abstracción sensorial (pratyāhāra): apartar los sentidos de sus objetos.
6. Concentración (dhāraṇā): todavía con distracciones.
7. Meditación (dhyāna): ininterrumpida.
8. Absorción (samādhi): concentración completa. Cuando la mente completamente enfocada en samādhi contempla la diferencia entre el espíritu y la materia, la mente se va purificando, la ignorancia acaba por desaparecer y se alcanza el aislamiento (kaivalya) final.

Las etapas del yoga de Patañjali han seguido practicándose hasta la actualidad; pero normalmente se ha rechazado tanto e ldualismo entre espíritus y materia como el deísmo y se los ha sustituido por un adualismo del Brahman impersonal o por un verdadero teísmo. Es decir: se ha solido conservar la parte práctica y se ha modificado la más filosófica.



Sri Swami Sivananda



5.
Tantra y Haṭha Yoga

El tantra es una corriente religiosa y espiritual que existe al menos desde el s. VI Era Cristiana y que ha influido en todas las religiones de la India. Veamos algunas características del tantra hinduista:

Filosofía: Lo Divino tiene dos aspectos: un Īśvara («Dios», aspecto masculino) pasivo y trascendente al mundo y una Śakti («la Fuerza», aspecto femenino) activa e inmanente en el universo material.
Todo es divino. El Hinduismo en general admite que además de nuestro cuerpo físico tenemos un cuerpo sutil; pero el tantra describe detalladamente su «fisiología mística»: la fuerza vital (prāṇa) circula por canales sutiles (nadīs) que se conectan entre sí formando plexos sutiles (cakras).
En el cakra situado en la parte inferior del cuerpo reposa Kuṇḍalinī Śakti, la «Fuerza Enroscada», una serpiente que representa simbólicamente toda la energía del universo.

El objetivo de la práctica espiritual tántrica es purificar las nadīs y despertar la Kuṇḍalinī, para que esta vaya ascendiendo por el canal central activando los cakras y con ellos las capacidades del individuo, desde las más toscas hasta las más elevadas. Cuando llega al séptimo cakra, situado en la parte superior de la cabeza, Kuṇḍalinī se une con Śiva, la divinidad trascendente, el yogin entra en samādhi (absorción mental), experimenta el carácter divino de todo lo real y, cuando por la práctica esta experiencia se vuelve habitual y espontánea, alcanza la liberación.

Práctica: Lo propio del tantra es que busca trascender la naturaleza apoyándose en ella (como cuando uno se cae al suelo se levanta apoyándose en él), y por eso emplea partes de la persona que no suelen utilizar otras formas de espiritualidad: la imaginación (visualizaciones), las energías sutiles, el cuerpo físico, el deseo... En algunas corrientes se llegan a realizar prácticas antinómicas—es decir: que van contra las normas sociales corrientes—, como por ejemplo hacer el amor sin estar casado, comer carne, beber alcohol, etc.

El haṭha yoga (Yoga de la «obstinación/fuerza/violencia») es una tradición tántrica, que busca —como todas las formas de yoga—el control de la mente, pero intenta lograrlo específicamente mediante el control del cuerpo y las energías sutiles. Esta forma de yoga se desarrolló en la tradición nāth, una forma de śaivismo adualista cuyo fundador fue Goraknāth (c. s. X Era Cristiana) y cuya obra más conocida es la Haṭha Pradīpikā (c. s. XV Era Cristiana).
Algunas prácticas características del haṭha yoga son:

a) Posturas del cuerpo, ya no solo de meditación sino pensadas para producir determinados efectos físicos, energéticos y mentales.
b) Prácticas de limpieza del cuerpo físico.
c) Ejercicios de respiración para limpiar las nadīs, controlar el prāṇa y despertar la Kuṇḍalinī.
d) «Sellos» y contracciones musculares, para bloquear y dirigir la circulación del prāṇa.
e) Meditación en los sonidos interiores.

La práctica combinada de estas técnicas purifica los cuerpos físico y sutil, regula la fuerza vital, despierta la Kuṇḍalinī y los cakras y lleva al samādhiy la Liberación. Es un yoga completo por sí mismo, no una preparación para yogas más elevados, como se dice en ocasiones.

6. Yoga de la Devoción (Bhakti Yoga)

Encontramos este yoga sobre todo a partir de la Bhagavadgītā. Después lo hallamos en los purāṇas, en poetas místicos devocionales, etc.
El yoga de la devoción presupone una concepción personal de lo divino: hay un Dios (o Diosa) único que es el creador, conservador y destructor de todo cuanto existe; es omnipresente, omnipotente y omnisciente; es el soberano del universo; y salva a sus devotos por su gracia.

Más adelante se le llega a atribuir también amor infinito, «dulzura». Hay teologías devocionales dualistas (de la diferencia entre Dios, las almas y el mundo) y adualistas (de la identidad entre esas tres realidades); pero las más extendidas son las teologías de la identidad en la diferencia, que defienden una visión del mundo «pan-en-teísta»: las almas individuales y el mundo material existen eternamente en Dios. Cada devoto (bhakta) tiene una «deidad elegida» (īṣṭa devatā) que es su objeto de devoción. La mayor parte de los devotos lo son de Śiva, Viṣṇu o la Diosa. Para ellos, su deidad amada no es un dios entre otros sino la divinidad única. Los demás dioses se consideran aspectos o manifestaciones de esa divinidad suprema.

La práctica de la devoción recorre tres grandes etapas:

1) Acción purificadora: rituales, servicio de la Divinidad, cumplimiento de los deberes sociales y religiosos (el dharma).
2) Comprensión de la grandeza y la dulzura del Dios.
3) Entrega confiada y amorosa en manos de la divinidad, en la fe de que todo lo que nos ocurre es por su voluntad y es lo mejor para nosotros. El devoto puede adoptar diferentes actitudes ante la divinidad: la de ser el servidor del Señor o la Señora del universo; la de ser el hijo del Padre celestial o la Madre cósmica; la de ser el amante del Amado divino; o una actitud de serenidad y paz interior ante la Trascendencia.

Algunas prácticas características del camino de la devoción son: oír la narración de historias sobre la Divinidad; la oración personal o colectiva; cantarle a la Divinidad (bhajans; el canto devocional se llama sankīrtan cuando una persona dirige el canto y las demás repiten lo que aquella va cantando); servirla y adorarla (en imágenes, interiormente o en todos los seres); etc.
La práctica principal es el recuerdo continuo de la omnipresencia del ser divino. Una técnica muy eficaz y extendida para facilitarlo es el japa: la repetición vocal o mental de mantras (sílabas, palabras o frases que evocan lo Divino).

La devoción inferior consiste en pedirle a la divinidad que satisfaga las necesidades mundanas. Un nivel más elevado de devoción es la que solo desea la unión con Dios y la liberación de la existencia mundana. Más adelante ya no se Le pide nada a la Divinidad, en la certeza de que Ella sabe y nos da lo que es lo mejor para nosotros; solo se La alaba y se Le da gracias por todo. Finalmente, el amante se une con el Amado y se produce la unión mística entre ambos.



Swami Vivekananda



7.
Yoga de la Acción (Karma Yoga)

El texto clásico sobre esta forma de yoga es la Bhagavadgītā. Los principios fundamentales del yoga de la acción son los siguientes: La acción que se realiza para satisfacer deseos ata a la existencia limitada. El karma yoga consiste en dejar de actuar por satisfacer deseos (renuncia) y actuar desinteresadamente; es decir, en actuar por cumplir el propio dharma (deber) familiar, social y laboral lo mejor posible, pero sin estar obsesionado por los resultados, que no están en nuestras manos. La acción yóguica es eficaz y desapegada y se caracteriza por la cualidad del equilibrio (sattva).
Las otras formas de actuar que no son yóguicas son la acción apegada caracterizada por la pasión (rajas) y la acción perezosa caracterizada por la pasividad (tamas).

El yoga de la acción solo puede practicarse basándolo en el yoga del conocimiento (es decir, en la conciencia de que «yo soy el ātman inmutable, que no actúa ni padece»), en el yoga de la concentración (acción atenta, plenamente concentrada) o en el yoga de la devoción (en la fe de que todo lo hace Dios y yo soy un mero instrumento en sus manos; o también en la realización de acciones como adoración a Dios).

8. El Yoga Contemporáneo

a) Como camino espiritual

El yoga contemporáneo se inicia con Śrī Rāmakṛṣṇa (1836-1886), sacerdote de un templo de la diosa Kali en Calcuta. La intensidad de su devoción a la diosa le hizo tener frecuentes éxtasis e incluso ser tenido por loco. Experimentó con distintos caminos espirituales, tanto hinduistas (Tantra, Vaiṣṇavismo, Vedānta) como no hinduistas (islam, cristianismo), y comprobó que todos ellos llevaban al mismo estado. Eso le hizo llegar a la convicción de que todas las religiones y caminos espirituales pueden llevar a la santidad y la Liberación.
Su discípulo Svāmī Vivekānanda (1862-1902), culto y de familia acomodada, asumió el Hinduismo abierto de su maestro y lo combinó con la influencia de Occidente, creando de ese modo el «neohinduismo» o «neovedānta», en el que se unen la racionalidad occidental con la espiritualidad india tradicional. Su propuesta tuvo un gran éxito en el Parlamento de las Religiones de Chicago de 1893 y en el mundo en general, lo que dio lugar al llamado «Renacimiento Hindú».
Con Vivekānanda pasó a primer término la idea tan extendida en el Hinduismo contemporáneo de que la visión de la Divinidad en todos los seres debe expresarse en el amor al prójimo y el servicio desinteresado, que de esa manera se convertiría en la mejor manera de adorar a Dios y de purificar la mente.

Fue uno de los primeros en hablar de los tres / cuatro yogas (acción, devoción, conocimiento / concentración) y en proponer una práctica combinada de los diferentes caminos, predominando uno de ellos según el temperamento del aspirante. Creó la Ramakrishna Mission, dedicada a la difusión del conocimiento espiritual y la acción humanitaria. Su influencia en el Hinduismo y el yoga contemporáneo ha sido inmensa.

Śrī Aurobindo (1872-1950) fue una persona con una gran formación académica. Empezó siendo un político independentista, lo que le llevó a la cárcel. Después se retiró en Pondicherry (India francesa) para dedicarse al yoga y la filosofía. En su obra La Vida Divina expuso un gran sistema filosófico en el que describía la evolución del universo como un camino de retorno hacia una Unidad original perdida.
Este proceso se aceleraría por medio del «yoga integral», en que proponía una combinación de los cuatro yogas de Vivekānanda con el tantra. La meta de la vida no sería solo la Liberación individual sino, más allá de ella, la divinización del mundo, que no concibe como en último término ilusorio, como afirma el Advaita Vedānta, sino como real.

Ramaṇa Mahāṛṣi (1879-1950): A los diecisiete años de edad tuvo una experiencia de la mortalidad del cuerpo que le permitió desidentificarse de él e iniciar una época de práctica espiritual intensiva que culminó en su Liberación. Para ello se retiró a la montaña sagrada de Arunáchala, donde vivió el resto de su vida. Ramana es el representante más conocido del yoga del conocimiento en el siglo XX.
La práctica que proponía era la autoindagación: reflexionar críticamente sobre la pregunta «quién soy yo» y abrirse a la respuesta que surja del interior.

Paramahaṃsa Yogānanda (1893-1952) fue un yogui que se instaló en Estados Unidos en1920, año en que también fundó la Self-Realization Fellowship, que después se extendió por todo el mundo. En 1946 escribió la popularísima Autobiografía de un yogui, en la que se combina la espiritualidad más profunda con muchos fenómenos paranormales y sucesos esotéricos que en ocasiones pueden parecer, quizá, demasiado imaginativos. En su enseñanza ocupa un lugar importante el kriyā yoga: ejercicios tántricos de respiración y meditación.

Swāmī Śivānanda (1887-1963): Después de trabajar como sanitario en Malasia, se hizo renunciante y se retiró a Rishikesh, en el Himalaya, donde se dedicó a la práctica espiritual y el servicio desinteresado. Tras alcanzar la Liberación alrededor de 1930, fundó la Divine Life Society. Lo que propone es un «yoga de la síntesis» que combina los cuatro yogas principales con el haṭha yoga.

El maestro del estanquero de Bombay Nisargadatta Mahārāj (1897-1981) le explicó que él era el Brahman. Nisargadatta le creyó y desde entonces se dedicó a recordarlo continuamente. Tras tres años de práctica espiritual intensiva, alcanzó la Liberación. Su enseñanza es una brillante versión del yoga del conocimiento que se recoge especialmente en el ya clásico Yo soy Eso: una recopilación de sus conversaciones con las personas que acudían a visitarle.

Anandamayī Mā (1896-1982) es la maestra india femenina contemporánea más conocida. No tuvo maestro ni realizó una práctica espiritual explícita, pero se inició a sí misma y alcanzó la conciencia de su identidad con el Todo. Se presentaba como la «hija» de todos (la mayor parte de las maestras adoptan, por el contrario, una actitud de madre ante sus discípulos), y enseñaba una combinación de sabiduría adualista y devoción.

Swāmī Muktānanda (1908-1982) describió todo su recorrido espiritual en El juego dela Conciencia. Llamó a su enseñanza, muy influida por el adualismo tántrico del Śaivismo de Cachemira, Siddha Yoga.

Mātā Amṛtānandamayī (Ammā) nació en Kérala en 1953. Desde pequeña demostró una gran devoción y compasión por todos los seres. En la adolescencia alcanzó la Liberación y desde entonces se dedica a servir a la humanidad. Es muy popular por la bendición en forma de abrazo que ofrece a todos los que acuden a ella, que se cuentan por decenas de millones. Pero además es una maestra espiritual con muchos discípulos y āśrams (centros espirituales) y la promotora de una ingente obra social.

b) El Yoga «Moderno»

Desde principios del siglo XX empezó a existir lo que actualmente solemos llamar «yoga» y que para simplificar voy a llamar «yoga moderno», es decir: las «clases de yoga» colectivas impartidas por «profesores» de yoga. Este nuevo yoga consiste en ejercicios que combinan algunas técnicas físicas y mentales del yoga tradicional con la gimnasia india y occidental, y puede practicarse con finalidad espiritual—es decir, vinculado al yoga tradicional—, o sin ella—es decir, buscando tan solo mejorar la forma o el aspecto físico y la salud física y mental, tanto preventiva como terapéuticamente—.

Se discute si es correcto llamar «yoga» a esta nueva disciplina, dadas sus grandes diferencias con el yoga tradicional; pero es una denominación que se ha impuesto, y de hecho es lo que mayoritariamente hoy se conoce como «yoga».



B. K. S. Iyengar



Entre los iniciadores del yoga moderno se encuentran:

Shri Yogendra (1897-1989), que en 1918 fundó en Bombay «The Yoga Institute», el primer «centro de yoga», en el que empezó a popularizar las «clases» de yoga, y que en 1919 viajó a Estados Unidos, aunque todavía sin gran éxito. Y Svāmī Kuvalayānanda (1883 -1966), que en 1920 empezó a realizar investigaciones científicas sobre los efectos de las prácticas yóguicas y en 1924 fundó el instituto Kaivalyadhama (en Lonavla, cerca de Bombay), que desde entonces se ha dedicado a la enseñanza y la investigación científica sobre el yoga.
Pero el profesor de «yoga moderno» más influyente ha sido Tirumalai Krishnamacharya (1888 -1989). Era un erudito, yogui y médico ayurvédico que fue contratado como profesor de yoga en el palacio del Mahārāja de Mysore desde 1926. En1933 creó en ese palacio el Yogashala («sala de yoga»). Dificultades económicas hicieron que en 1952 se instalara definitivamente en Chennai. Su enseñanza acabó caracterizándose por el cuidado con que la adaptaba a cada individuo, por no tratarse tanto de āsanas (posturas) como de vinyāsas (movimientos) acompañados de respiración y por la importancia que concedía al canto védico y al estudio de los Yogasūtras como complemento de las prácticas físicas. Pero lo que le convierte en el verdadero «abuelo» del yoga moderno es que varios de sus discípulos han acabado siendo influyentes profesores de yoga conocidos internacionalmente. Solo vamos a mencionar a tres:

Pattabhi Jois (1915 -2009) estudió con Krishnamacharya a partir de 1927. En 1948 creó su propio centro en Mysore. El estilo de yoga que enseña se llama Aṣṭāṅga Vinyāsa Yoga y se caracteriza por series fijas de movimientos, realizadas respirando en ujjāyi (con la glotis semicerrada), con bandas (contracciones musculares), mantras y la mirada enfocada en direcciones determinadas. La práctica se realiza individualmente con supervisión del profesor. Es una forma muy dinámica de yoga, que Krishnamacharya enseñó a Pattabhi Jois y a otros jóvenes a los que daba clase en aquellos años pero que quizá no sea adecuada para todo el mundo, por el riesgo de lesiones que conlleva.

B. S. K. Iyengar, nacido en 1918, ha acabado convirtiéndose en el profesor de yoga más conocido internacionalmente. Estudió con Krishnamacharya algún tiempo a partir de 1933, pero dice que aprendió sobre todo a partir de su propia práctica. En 1937 empezó a dar clases en Pune, cerca de Bombay. Empezó a ser conocido en Occidente desde los años cincuenta del siglo pasado. En 1966 publicó su primer libro, el popular Luz sobre el Yoga. Su estilo de yoga se caracteriza por una minuciosa práctica de āsanas.

T. K. V. Desikachar nació en 1938 y es hijo de Krishnamacharya. Empezó a estudiar yoga con su padre desde los años sesenta hasta el final de la vida de este, por lo cual se le puede considerar el más fiel representante de su enseñanza definitiva. En 1976 fundó el «Krishnamacharya Yoga Mandiram» (Chennai). A su estilo de yoga se le llama en ocasiones Viniyoga, término que significa «aplicación», por insistir en la necesidad de adaptar las técnicas a las características individuales de cada alumno o paciente.

Otra importante tradición de yoga moderno es la originada en el ya mencionado Svāmī Śivānanda, que publicó su libro Hatha Yoga en 1939 y cuyo enfoque de la práctica de yoga no es meramente «higiénico» (salud física y mental) sino plenamente espiritual.
En los años cuarenta empezaron a llegar a su āśram unos cuantos aspirantes espirituales que acabaron siendo conocidos maestros de yoga. Cada uno de ellos adaptó a su manera el «yoga de la síntesis» de su maestro.

Apéndice: El «Yoga Iyengar»

El «Yoga Iyengar» es uno de los estilos de yoga postural moderno más difundidos. Su nombre se debe a que fue creado por B. K. S. Iyengar (1918 -2014), quizá el más conocido profesor de esa clase de yoga.

B. K. S. Iyengar Bellur Krishnamachar Sundaraya Iyengar nació en Bellur (Karnátaka, India) en 1918, en una familia de la secta hindú Shriváishnava, a la que permaneció fiel toda su vida. Una hermana mayor se casó con Tirumulai Krishnamacharya (1888 -1989), el «padre del yoga moderno», e Iyengar se fue a vivir con ellos en 1934 para intentar mejorar su precaria salud por la práctica de yoga.
En esos momentos, Krishnamacharya daba clases de yoga en Mysore influido por lo que había visto en los pioneros institutos de yoga de Bombay y Lonavla. Al parecer, aunque su cuñado le dio muy pocas clases y lo trató con gran dureza, Iyengar acabó recuperando la salud y a partir de ese momento dedicó su vida a la práctica y la enseñanza de yoga. En 1937 se fue a vivir a Pune, donde siguió experimentando y enseñando. Durante esos años recibió la influencia de maestros como Swami Shivananda y Krishnamurti.
En 1952 dio clase al violinista Yehudi Menuhin, que en 1954 lo llevó por primera vez fuera de la India y a partir de ese momento su estilo de yoga empezó a difundirse por Occidente.
En 1975 fundó en Pune el Ramamani Iyengar Memorial Yoga Institute (RIMYI), en memoria de su difunta esposa Ramamani. En 1984 se retiró oficialmente de la enseñanza, aunque siguió muy activo y presente en el Instituto, practicando yoga hasta una edad muy avanzada. Lo sustituyeron al frente del Instituto sus hijos Geeta y Prashant.

En estas últimas décadas la práctica de yoga Iyengar se ha ido institucionalizando, lo que ha dado lugar a una organización internacional centrada en el RIMYI de Pune.

Además de en sus clases, Iyengar expuso los principios de la forma de yoga que preconizaba en una docena de libros, los más importantes de los cuales son Light on Yoga (1966), Light on Pranayama (1981) y Light on theYogasutras of Patañjali (1993).

Las principales características del yoga de Iyengar son las siguientes:

1) Ásana yoga: La práctica esencial y prácticamente única del yoga de Iyengar son los ásanas (posturas). Se enseñan otras técnicas —como el pranayama (control de la respiración)—, pero muy limitadamente porque Iyengar pensaba que la práctica correcta de ásanas incluía las ocho etapas del yoga clásico y era, por tanto, una práctica completa en sí misma.

2) Precisión: Los ásanas enseñados por Iyengar son los tradicionales del hatha yoga (yoga físico), pero en este estilo se subraya la importancia de realizarlos con un alineamiento perfecto de los músculos, los huesos y las articulaciones. La precisión técnica y anatómica ha permitido que esta forma de yoga se emplee como yoga terapéutico en sesiones individuales para curar algunas dolencias.

3) Accesorios: Se utiliza accesorios —como cuerdas atadas a la pared, ladrillos de madera, colchonetas, sillas, mantas, almohadones cilíndricos, correas, etc.— para facilitar la ejecución de los ásanas. La presencia de estos accesorios da un aspecto muy característico e inconfundible a un espacio en el que se enseñe esta forma de yoga.

4) Disciplina: El estilo de enseñanza es muy disciplinado, duro, algunos dicen que incluso «feroz» o «militar». Se supone que el aprendizaje de ásanas debe implicar un elevado grado de esfuerzo, sudor y hasta dolor físico. Un aula de yoga Iyengar en Pune estaba presidida por el lema: No pain no gain («Sin dolor no hay beneficio»).

Fuente:
Extracto del artículo "Historia del Yoga", de Javier Ruiz Calderón.

Javier Ruiz Calderón.Con una larga trayectoria en el estudio, la práctica del Yoga, el Vedanta y la meditación, la publicación de libros y numerosos artículos además de la práctica de la docencia, es doctor en Filosofía especializado en el pensamiento de Asia y Filosofía de la Religión, y profesor en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid).


14 enero, 2020

Samadhi, Liberación, Absorción, Trance

En varias tradiciones religiosas y místicas del Lejano Oriente, se denomina Samadhi (del sánscrito sam o samyac, completo; y dhi, absorción) a un estado de conciencia de “contemplación” o “recogimiento” en la que el meditante siente que trasciende las limitaciones de los fenómenos y objetos, y alcanza la unidad con el cosmos y con lo divino. Es el estado de supra conciencia.

En Samadhi se experimenta la no dualidad o unidad que veremos en Vedanta. Este es el estado de conciencia más profundo y elevado, donde el cuerpo y la mente han sido trascendidos y el yogui es uno con el Ser.

Si en dharana o concentración hay un continuo e ininterrumpido flujo de atención al objeto de concentración, en dhyana hay un abandono de la atención y la concentración. La principal diferencia de Samadhi con dhyana es el permanente estado de no dualidad, de conciencia pura e ilimitada, haga lo que se haga y en cualquier situación (asamprajnata samadhi), mientras que la meditación es un estado buscado por el individuo. Es el estado de Liberación, Moksha hindú o Nirvana budista. En ese estado de pérdida de dualidad, el buda (Iluminado) está totalmente en el sujeto, como cuando medita, o totalmente en el objeto, cuando se relaciona con el mundo exterior, esto es, sin pensar, sin emitir opinión, sin calificar ni clasificar.




El objeto último de la práctica meditativa del Yoga, en su octavo grado, es el logro de Samadhi. Samadhi es el objetivo buscado tanto dentro del Hinduismo como en el Budismo. De acuerdo al grado y la forma en que se medita, se experimenta la superación de las barreras materiales. Las fuentes suelen distinguir tres grados de Samadhi:

1) Janija, en el que la fijación es pasajera y limitada.
2) Upachara, en el que la totalidad de los sentidos se absorben transitoriamente en el objeto.
3) Appana, en la que la distinción entre sujeto y objeto se elimina por completo. El resultado de esta última es el samapātti, la percepción de la verdad a través del control completo de la conciencia.

Diferentes tradiciones religiosas conciben este proceso de manera diferente: para el Budismo se trata de la Iluminación de la condición de Buda; para el Hinduismo, la unidad con Brahman en un trance místico; para el Jainismo, la Realización individual del espíritu. También está estrechamente relacionado con la experiencia que se denomina Satori en el Budismo Zen.

Estudios científicos sugieren que el efecto de unidad cósmica producido en estado de Samadhi, es un resultado de una forma de hipnosis generada por la técnica de meditación.
Samadhi es un estado de hiperconciencia, con autoconocimiento veraz así como conocimiento del Universo, y no hay misticismo, esoterismo, leyenda ni fábula alguna, sino tan solo un estado de conciencia.

Fuente:
Libro Medicina Ayurveda Tomo III. Autor: Fabián Ciarlotti.
Fabián Ciarlotti, doctor en Medicina (UBA) y kinesiólogo especializado en Medicina Ayurveda.
Profesor de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Maimónides, donde dirige la carrera de Kinesiología y co-dirige el Centro Ayurveda de ese centro de estudios.

03 enero, 2020

Comienzos de la Religiosidad de Salvación en la India: las Upaniṣad

Por Javier Ruiz Calderón

Jaspers divide la historia de la humanidad en dos grandes etapas separadas por el “tiempo eje”.
Antes de ese momento el individuo se vivía ante todo como miembro de un grupo y no tenía una conciencia clara de su propia individualidad.
La forma correspondiente de religiosidad puede denominarse religiosidad “de orden” o “de bienes mundanos”, ya que el grupo religioso se relaciona con lo divino con el fin de obtener bienes relativos: lluvias, descendencia, victorias, el mantenimiento del orden social y cósmico, etc. Complejas circunstancias históricas hicieron que, durante el “tiempo eje”, en algunos sectores de la población de varias de las civilizaciones más avanzadas dela época se produjera un proceso de personalización, de individualización, que modificó dramáticamente la forma de existir como ser humano y, en consecuencia, de vivir la relación con lo divino.

Entonces surgió la religiosidad de salvación o liberación, o “postaxial”, en la que el sujeto siente que su forma actual de existir es deficiente, insatisfactoria, y lo que espera de lo divino no es ya la satisfacción de diversas necesidades parciales sino una transformación de la forma total de existir, la adquisición definitiva e irreversible de un modo de existencia plenamente satisfactorio. O, en otras palabras, lo que se espera de lo divino es la Salvación o Liberación.

[1]Esta forma de religiosidad empezó a surgir en la India en torno al siglo VI a. C., dando lugar al nacimiento de nuevas religiones plenamente postaxiales, como el Budismo y el Jainismo, y provocando en el Hinduismo una renovación cuyos inicios quedaron recogidos en las Upaniṣad, los textos finales de los Vedas, en los que se basa el Vedānta.
Toda la religiosidad india postaxial tiene características comunes con las otras religiosidades de Salvación; pero también especificidades que la diferencian de las otras formas de religión postaxial, tanto proféticas -Zoroastrismo, Judaísmo, Cristianismo, Islam -como místicas -Taoísmo -.


Bhavacakra, Saṃsāracakra o Rueda del Devenir. Sus rayos
internos delimitan los seis Reinos de la Existencia. En la
cosmovisión budista el
Saṃsāra es el ciclo incesante de
nacimientos, muerte y encarnaciones concebido, también, en
grandes tradiciones como el Hinduismo, el Bön, el Jainismo y
el Sijismo.



[2]El punto de partida de toda la religiosidad india desde las Upaniṣad es la insatisfacción respecto a la existencia ordinaria. La vida está llena de sufrimiento: sufrimos cuando experimentamos estados no deseados y cuando no experimentamos estados deseados. Al satisfacer deseos aquietamos momentáneamente la sensación de carencia e insatisfacción, y a eso lo llamamos placer; pero los placeres se logran con esfuerzo, son transitorios y van acompañados del temor a perderlos. Esto es lo que todas las religiones hindúes postupaniṣádicas llaman Saṃsāra, el ciclo sin comienzo del deseo, la acción y el sufrimiento. Pero esta forma insatisfactoria de existencia no acaba con la muerte.

La fuerza del apego hace que el ser íntimo de la persona no deje de existir cuando muere el cuerpo. Las impresiones de las experiencias pasadas y el impulso a seguir viviendo y buscando el contacto con los objetos mundanos hacen que la parte sutil del individuo siga existiendo y se reencarne en otro cuerpo, cuya naturaleza y circunstancias vitales dependerán de las acciones (karman) que haya realizado en sus vidas anteriores. Es la llamada “Ley del Karman”, que rige el destino de los seres vivos a lo largo de las sucesivas reencarnaciones que vayan experimentando hasta alcanzar la Liberación final.

El sufrimiento, pues, procede del deseo; o, más precisamente, del deseo compulsivo o apego. Por tanto, la única manera de vencer el dolor será superar el apego. ¿Y cuál es la causa última del apego? La respuesta sigue siendo panhindú: el apego procede de la ignorancia (avidyā), consistente en identificar nuestro ser (ātman) con el organismo psicofísico individual, que es compuesto, perecedero e insubstancial.
Al identificarnos con una realidad tan imperfecta inevitablemente querremos superar esa precariedad aferrándonos a otras realidades limitadas, buscando estados que parezcan completarnos... es decir: nos apegaremos y, en consecuencia, sufriremos. Así pues, para trascender el apego -y con él el dolor y la vinculación al ciclo sin comienzo de los nacimientos y las muertes -hay que suprimir la ignorancia dejando de identificarse con el yo individual. Entonces, si no soy este cuerpo y esta mente, ¿quién soy yo? ¿Cuál es mi verdadera naturaleza?
Aquí cada corriente religiosa hindú tiene su propia respuesta: no hay yo substancial (según muchas corrientes budistas); soy un alma puramente espiritual, separada de la materia (Jainismo, Sāṃkhya y Yoga); soy un alma estrechamente vinculada a la divinidad personal (hinduismos devocionales); soy la Realidad Absoluta única, que se manifiesta como todo este universo (Upaniṣad, Advaita Vedānta, Śaivismo de Cachemira), etc.

Cada corriente, según la concepción que posea de la verdadera naturaleza de la persona, propondrá uno u otro camino espiritual para superar la ignorancia y alcanzar la salvación del apego y el sufrimiento.

Las escrituras fundamentales del Hinduismo son los Vedas: cuatro colecciones de textos llamadas respectivamente Ṛgveda, Sāmaveda, Yajurveda y Atharvaveda, compuestas aproximadamente entre el 1500 y el 300 a.C. Una manera simplificadora pero útil de clasificar este enorme corpus literario es la que divide cada Veda en cuatro partes. De la más antigua a la más moderna: 1) La Saṃhitā, que contiene sobre todo himnos a los dioses. [3]2) Los Brāhmaṇas, con descripciones y explicaciones mitológicas de la técnica sacrificial. 3) Los Āraṇyakas, en los que el sacrificio empieza a interiorizarse. 4) Las Upaniṣad: Hay cientos de textos llamados Upaniṣad, incluso algunos redactados en la época contemporánea; pero las más importantes, antiguas y respetadas, a las que se llama en ocasiones las Upaniṣad “védicas”, son trece o catorce: Bṛhadāraṇyaka, Chāndogya, Aitareya, Taittirīya, Kauṣītakī, quizá la Mahānārāyaṇa, Kena, Muṇḍaka, Māṇḍūkya, Praśna, Katha, Iśa, Śvetāśvatara y Maitri.

[4]Las Upaniṣad, que empezaron a componerse alrededor del siglo VII a.C., son los testigos de la conversión del Brahmanismo en religión de salvación. Comparten con toda la religiosidad india desde esa época las creencias esbozadas en el apartado anterior, en el que vimos que lo decisivo era la concepción que se tenía de la verdadera naturaleza de la persona. La audaz conclusión a la que llegaron los heterogéneos textos upaniṣádicos fue ésta: "Yo soy el Brahman" (BU I.4.10), la Realidad Infinita que es la Conciencia Pura y lo único que existe. ¿Y este mundo múltiple de objetos interrelacionados?

Este mundo es una manifestación de ese Absoluto: "todo esto es en realidad el brahman" (CU 3.14.1). El mundo y las almas no son en el fondo, pues, diferentes de lo Absoluto. Y la mente ignorante que cree que su verdadera identidad (ātman) es el yo individual finito está condenada a apegarse a realidades deficientes y, por tanto, a sufrir. En consecuencia, según las Upaniṣad el modo de superar el apego y el consiguiente sufrimiento es vencer la ignorancia, dejar de creernos seres limitados en el seno de un mundo múltiple e instalarnos establemente en la conciencia de nuestra unidad profunda con el Brahman. Esa sabiduría de lo Absoluto (brahmavidyā) es el conocimiento liberador.

Notas:
[1] Véase sobre esto Hick.
[2] Sobre la distinción entre religiones proféticas y místicas véanse Söderblom y Heiler.
[3] Véanse Tola 1968, Tola 1968b, Villar Liébana 1975, Sevilla.
[4] Agud -Rubio, Llárraz-Pujol, Palma 1997, Tola 1973 y Villar Liébana1977 son buenas traducciones castellanas de upaniṣad védicas.

Javier Ruiz Calderón.
Con una larga trayectoria en el estudio, la práctica del Yoga, el Vedanta y la meditación, la publicación de libros y numerosos artículos además de la práctica de la docencia, es doctor en Filosofía especializado en el pensamiento de Asia y Filosofía de la Religión, y profesor en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid).