04 mayo, 2018

La Visión Tántrica

Por André Van Lysebeth



"La mujer crea el universo,
es el cuerpo mismo de este universo.
La Mujer es el soporte de los tres mundos,
es la esencia de nuestro cuerpo.
No existe otra felicidad que la que procura la Mujer.
No existe otra vía
que la que la Mujer puede abrirnos.
Jamás ha habido ni habrá jamás,
ni ayer, ni ahora, ni mañana,
otra fortuna que la Mujer, ni otro reino,
ni peregrinación, ni yoga, ni oración,
ni fórmula mágina (mantra), ni ascesis,
ni otra plenitud,
que los prodigados por la Mujer."

-Shaktisangama Tantra 11.52-
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Toda mujer es Shakti Diosa-madre, iniciadora, origen de toda vida, fuente de gozo, vía hacia la trascendencia: la mujer y su misterio están en el corazón del Tantra, son la esencia de su mensaje milenario.
Todo el tantrismo consiste de hecho en acceder a los aspectos abisales de la Mujer ocultos en la mujer real, del común. El Kaulāvāti-Tantra dice: "Hay que prosternarse ante toda mujer, sea joven en su esplendor juvenil o sea vieja, sea hermosa o fea, buena o mala, jamás hay que abusar de ella, maldecirla ni hacerle daño, jamás hay que golpearla. Tales actos hacen imposible todo siddhi (realización)"
El culto que el Tantra dedica a la mujer supera -¡y de lejos!— todo lo que los movimientos de liberación femenina reclaman. Esto no es una crítica a esos movimientos, necesarios en nuestra sociedad patriarcal y que al menos quieren reconocer a la mujer como igual al hombre —"igual" no es sinónimo de "idéntica"—.
Para el Tantra, es esencial ante todo que la Mujer emerja de la mujer, que ésta comprenda lo que ella es verdaderamente, que lo transmita en su visión de sí misma y del mundo, que lo integre en su vida. El tántrico, para quien toda mujer encarna a Shakti, tendrá hacia ella una actitud muy diferente a la del varón común. Para él, ella no es un objeto sexual que hay que cortejar para obtener sus favores, ni una presa de caza. El tántrico no es ni ligón ni Donjuán. Sola con él, la mujer no tiene nada que temer: estará segura, será libre de comportarse como quiera. Respetada, en ningún momento será importunada.

El mensaje del Tantra concierne tanto a la mujer como al hombre. La Shakti tántrica es o trata de convertirse en una verdadera mujer que se atreve a explorar las profundidades de su ser para descubrir allí sus fundamentos últimos. Ella es la diosa, es decir, la encarnación de una energía cósmica última, viviente y presente, aunque no lo sepa.
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.Definir el Tantra:

Los pensadores indios tienen la excelente costumbre de comenzar por definir las palabras que utilizan. Hacer esto con la palabra tantra es tan indispensable coma difícil, vista la variedad de sentidos posibles, cada uno de los cuales aporta una precisión.
Según el contexto, tantra significa lanzadera, trama (del tejido), continuidad, sucesión, descendencia o también proceso continuo, desarrollo de una ceremonia, sistema, teoría, doctrina, obra científica, sección de una obra. Por último, Tantra designa una doctrina mística y mágica o una obra que se inspire en ella. Para S. N. Desgupta, tan proviene de tantri, explicar, exponer; y Tantra designa también entonces un tratado que abarca un tema determinado; por eso con frecuencia tantra figura en el título de un libro que no tiene relación con el tantrismo, o viceversa.
Para la masa india actual, Tantra significa toda doctrina no védica, lo que demuestra la antinomia, incluso el antagonismo fundamental entre el sistema ariano-védico-brahmánico y el Tantra.

Algunos refutan que la palabra no apareció hasta el siglo VI, lo cual no es falso. Sin embargo, hacer coincidir el origen del tantrismo con la aparición del nombre es más bien engañoso: la palabra "sexo" (del latín sexus, raíz sectus = separación, distinción) no apareció hasta el siglo XII, pero todo hace pensar que la cosa existía antes.
Tantra significa también "oficio de tejer, tejido", y esto parece no tener relación alguna con una doctrina. Pero el Tantra percibe el universo como un tejido donde todo se imbrica, todo se sostiene, todo actúa sobre todo. Uniendo el radical tan (estirar, extender) y el sufijo tra (que indica la instrumentalidad), tenernos Tantra, literalmente, instrumento de expansión del campo de la conciencia ordinaria, a fin de acceder a lo supraconsciente, raíz del ser y receptáculo de poderes desconocidos que el Tantra quiere despertar y utilizar. Todo lo que está aquí, esta en otra parte; lo que no está aquí no está en ninguna parte.

Para el Tantra, todas las formas de energía del universo, cualesquiera que sean —gravedad, cohesión nuclear, electromagnetismo—, están presentes en todas partes del cosmos, por tanto aquí mismo donde estoy sentado. Los humanos que pertenecemos a la era post einsteiniana, aceptamos esto sin dificultad, aunque en general esta identidad entre materia y energía pensamos que sólo se refiere a la física nuclear. No advertimos tampoco que en el paso se ha "perdido" la materia compacta, reducida a energía cósmica pura, única a pesar de la multitud de objetos percibidos. Científicamente el universo es un gigantesco continuum que se extiende desde lo infra atómico a lo astronómico.
Los tántricos perciben esta unidad desde hace por lo menos treinta y cinco siglos: no está mal para seres que sólo utilizan sus sentidos, su inteligencia y sobre todo su intuición... Sin embargo, en la vida cotidiana ese saber no cambia para nada nuestra relación con los objetos; para nuestros sentidos, un grano de arena sigue siendo un grano de arena, y una galaxia, una cantidad de estrellas.
Cuando se aborda la vida, la frase todo lo que está aquí está en otra parte trastorna nuestros conceptos usuales al afirmar, ni más ni menos, que la vida está presente en todo el cosmos, mejor aún (¿o peor?) que el universo mismo es algo vivo.

Para el Tantra el universo vive, cada estrella tiene vida, en el sentido total del término, por tanto está habitada por una forma de conciencia, lo mismo que cada partícula infinitesimal nuclear. Estrellas, átomos conscientes: es duro de tragar; ¡es de vértigo! Y esta vida universal, única, se subdivide en innumerables planos de existencia y de conciencia! Para el Tantra, llena hasta la vida interestelar. ¿Impensable? Tal vez... ¡pero la inmensidad del universo es impensable! Incluso para el astrónomo que hace malabarismos con los cientos de millares de años luz, estas distancias enormes son inimaginables, ¡y sin embargo son bien reales!

En sánscrito, este gigantesco Ser cósmico es Mahat, el grande. (Mahat es un concepto tántrico adaptado y luego adoptado por una filosofía india clásica, no tántrica, el Samkhya). Para el Tantra, la vida es un proceso continuo en el espacio y el tiempo, sin hiatos ni tabiques entre todas las formas de vida, desde los virus a Mahat. De ese modo, como parte del Todo, yo participo en el Todo. Al continuum de la energía cósmica corresponde el de la vida, siendo los dos, además, indisociables. Para el Tantra el universo es Conciencia y Energía asociadas. En la práctica, esto lleva al respeto total de toda vida, sea animal, vegetal o bacteriana. Cuando alguien perjudica cualquier forma de vida perjudica su propia vida: la ecología se vuelve cósmica. Pero esto lleva también a contradicciones, al menos en apariencia. Por un lado, cada brizna de hierba es tan importante como un ser humano, pero si un cataclismo nuclear aniquilara toda vida sobre el planeta, o lo hiciera estallar, la explosión apenas arañaría el universo, pero lo contrario también es cierto y en este sentido cito al astrónomo y físico inglés Eddington: "el electrón que vibra sacude el universo".



Pintura del Kali Yantra sobre una pieza de tela de algodón
conservada actualmente en el Museo Británico  de Londres.


Demos un paso más: "Vida" implica "conciencia". Entre nuestras pocas certezas está la de la conciencia individual: cogito, ergo sum. En ese célebre "pienso, luego existo", la palabra "pienso" me incomoda. En efecto, es posible negar a los microbios el pensamiento, es decir, la reflexión estructurada, y reservarlo al ser humano, mientras que no se les puede negar la percepción de su propia existencia y de su medio, lo que nos daría otras tantas entidades conscientes.
El Tantra considera que cada célula es un ser viviente, consciente por sí mismo, dotado de un psiquismo, de emociones, de memoria, es decir, no de una vaga percepción crepuscular, sino de una conciencia tan lúcida como la cortical. Desprovista de sistema nervioso, de cerebro, la célula (o el microbio) se fabrica una visión del mundo sin ninguna relación con la que produce el córtex; pero, con su nivel y sus medios, es cien por ciento consciente de su entorno y también de sí misma y de sus emociones. 

Todo mi cuerpo es consciente, el cerebro pierde la exclusividad de la conciencia, que se convierte en una propiedad de todo el cuerpo. Si la conciencia y/o el espíritu existen en mi cerebro —todo lo que está aquí está en todas partes—, ellos impregnan también todo el organismo. El cuerpo ya no es la carcasa, el harapo, el obstáculo a la vida espiritual o —en el mejor de los casos— el "buen servidor": la espiritualidad existe en todos los niveles corporales.
Vertiginoso pensamiento saberse hecho de millares de miles de millones de individuos celulares, todos vivientes y conscientes, todos en comunicación. No existe un tabique impermeable entre mi conciencia cerebral y la de mis células, sino más bien una sucesión jerarquizada de planos de conciencia que reaccionan unos sobre los otros. Si, en el nivel cerebral, soy optimista, distendido, sereno, ese clima impregnará todo mí cuerpo, ¡hasta la última célula del dedo pequeño del pie! Y viceversa, asegurar unas buenas condiciones de vida a las células las hace felices, optimistas, serenas: en el nivel cerebral, experimentaré un bienestar, un dinamismo, cuya fuente profunda ignoro. Si, por el contrario, la acumulación de errores en la vida me ha enfermado, me será necesario sanar cada célula para poder curarme verdaderamente. Sin embargo, para recuperar la salud, puedo contar con la Sabiduría superior del cuerpo, inherente a cada célula, como con la devoción sin fisuras de cada individuo de la república celular, siempre que cree las condiciones materiales que le permitan manifestarse.
Para el tántrico, el cuerpo es un templo viviente. Durante siglos, el drama de Occidente ha sido oponer la carne al espíritu, pero el Tantra no ve frontera alguna entre los dos, ni siquiera una diferencia de naturaleza intrínseca. La salud, lejos de ser un lujo o el fruto del azar, se convierte en un deber. El primero de nuestros deberes.
Es lógico que el Hatha Yoga, que nos da los medios para ellos, provenga del Tantra. ¡Todavía un paso más! Todo lo que está aquí está en otra parte, lo que no está aquí no está en ninguna parte: una fuerza desconocida, incognoscible para mi pequeño yo, suscita y engendra el universo permanentemente.

Para el Tantra, la creación no es un acto único que se produjo de golpe en el comienzo de los tiempos, sino un proceso permanente (igual que para el cabalista). La creación actúa aquí y ahora. La energía creadora que suscita el universo está realmente presente en todo el cosmos, por tanto en mi cuerpo, en mi cerebro, en mis células. Las fuerzas cósmicas que hacen evolucionar la vida según las circunstancias locales cambiantes están presentes aquí mismo y yo no soy distinto de ellas. A cada instante de mi vida una fuerza misteriosa crea mi propio cuerpo y es la misma que crea el universo: es también la Kundalini.

Por fortuna, el Tantra no es una religión; por lo tanto, su visión del mundo no se opone a las diversas religiones: ¡se puede ser monoteísta y tántrico a la vez!. Sin embargo, mi religión, si la tengo, adquiere otra dimensión gracias a la visión tántrica. Si Dios existe, está presente aquí, y si Él no está aquí, no está en ninguna parte... ¿Puede un creyente concebir que haya en el universo un agujero del que Dios esté ausente?
Así, el creyente tántrico no relega a Dios a parte alguna del cielo, vive "en" Dios, percibe su presencia aquí y ahora. El tántrico no creyente, por su parte, adquiere una visión extraordinariamente rica del mundo. Para Pascal, el hombre, caña pensante, es una mota de polvo íntima, suspendida entre dos abismos angustiosos, lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. ¡Es parecido para el tántrico, salvo que éste se siente vinculado a los dos infinitos, y esto constituye la diferencia! La visión tántrica hace estallar las fronteras, o mejor dicho las disuelve, pues sólo existen en la mente. Desde el estricto punto de vista material, salvo para mis sentidos, no hay frontera abrupta entre los objetos que me rodean.
Para el físico, la materia es sobre todo vacío, en el que, de cuando en cuando, se arremolinan nubes de electrones en torno de un núcleo atómico. ¡Un vacío que, si se comprimiera la Tierra hasta que se tocaran todos los átomos, cabría, al parecer, en un dedal! Inconcebible, pero sin embargo real: a cada segundo soy bombardeado por panículas de alta energía venidas de las profundidades abisales del cosmos, que me atraviesan de lado a lado, sin tocar el menor núcleo atómico. ¡Soy peor que un colador!

Cuando la física dice que el universo es energía, eso ya es la mitad del concepto del Tantra, para quien cosmos es lo mismo que conciencia y energía asociadas. Desde esta óptica, toda unidad organizada comporta un nivel de conciencia, incluidos el átomo o el electrón. Algunos científicos, como Jean Charron, flirtean con esta noción sin aceptarla del todo.
La física moderna frisa con esta unidad conciencia-energía, aun cuando sus leyes, como la de Boyle-Mariotte, que predice con precisión el comportamiento de un gas, hace pensar que la materia es una mecánica ciega. 
 
El Tantra no aporta ningún dogma —felizmente—, pero eso no implica que un adepto tántrico deba rechazar los suyos, si los tiene. Si su religión se los propone, perfecto, pero el Tantra en sí no se los proporcionará. El Tantra, que entre otras cosas es una búsqueda de lo Real, no está, pues, en conflicto ni con la ciencia, ni con la religión: nada nos obliga a aceptar la idea de una conciencia que impregna todo el universo material. Observe el lector, sin embargo, que para el Tantra la conciencia no es un principio metafísico, sobrenatural, sino una propiedad fundamental del universo material, en el sentido más amplio del término. El tántrico no se concibe separado del resto de los vivientes, perdido en un minúsculo planeta, ínfima nota de polvo cósmico impulsada en el infinito del espacio helado interestelar. Se sabe parte integrante de la vida desde sus orígenes, bajo todas sus formas, y sabe que esta vida es un proceso continuo y consciente que engloba todo el universo.
Preciso también que esto no es el equivalente de la noción de "Dios", sino mucho más amplia.

La idea de que la vida es cierta forma de conciencia existente en el nivel subatómico emerge esporádicamente en Occidente, incluso entre los científicos puros: ha sido expresada en la muy seria revista científica inglesa Nature. En abril de 1964 el profesor D. F. Lawden sugería en esta publicación que, para un observador exterior, las características eléctricas y gravitacionales de una partícula son el reflejo de sus cualidades mentales. Lawden demuestra que la vida y la muerte son relativas: ¿cómo saber si un virus o un cadáver están muertos o vivos? Considera, pero sin aceptar la idea de una fuerza vital trascendente, que el científico "materialista" debe sin embargo admitir la continuidad de la vida y de la conciencia, en cierta forma, hasta el nivel de las partículas elementales. En esa época la idea escandalizó a los medios científicos, pero sin embargo no ha sido refutada. En cuanto a Prigogine, premio Nobel, dice: "Este es el corazón mismo de mi mensaje... La materia no es inerte. Es viviente y activa. La vida cambia perpetuamente para adaptarse a las condiciones de no equilibrio. Con la desaparición de la idea de un universo destinado al determinismo, podemos sentirnos amos de nuestro destino tanto para lo mejor como para lo peor". Esto implica, para Prigogine, primero, que la materia no se limita a nuestro minúsculo planeta y que es el universo total lo que es "viviente y activo", y segundo, que la vida, en perpetua evolución, es inconcebible sin conciencia. Todo esto coincide con el Tantra.
Cito también al físico suizo Wolfgang Pauli, quien tampoco tiene nada de dulce soñador. Descubrió particularmente que los electrones gravitan en torno del núcleo atómico, se colocan cada uno a cierto nivel de energía y ninguno puede dejar de instalarse en él; de ahí el "principio de exclusión" de Pauli, que en 1945 le valió el premio Nobel. Aplicado a los cristales, su principio explica el funcionamiento de los transistores.
Hasta aquí nada de especial, al menos en lo que se refiere a nuestro tema. Para Pauli, el misterio surge con la pregunta: ¿cómo sabe el electrón que ese nivel está ocupado? ¡En efecto, los electrones no son bolas de billar que chocan entre sí o caen en un agujero! ¡Su nivel de energía no tiene un pestillo para bloquear la puerta y hacer aparecer el rótulo "ocupado", como en el lavabo! Ningún modelo mecánico, ningún esquema mecanicista lo explica y todo sucede como si los electrones estuvieran informados de ello —tomen nota— sin pasar por el tiempo y el espacio. Para Pauli, que colaboró con otro suizo, C. G. Jung, los fenómenos de la magia, la alquimia y la parapsicología no son menos extraños que el comportamiento de las partículas elementales de la "materia", por tanto de la energía. Confirmo que la visión tántrica no invoca la intervención de ningún principio trascendente. La vida, la conciencia y la mente son, según el Tantra, diversos aspectos de la energía cósmica, más o menos sutiles, pero tan concretos y materiales como la gravitación o el electromagnetismo.

En Der Kreuzelschreiher, el autor vienes Ludwig Anzengruber, escribía hacia finales del siglo XIX en alemán popular: "Es kann dir nichts geschehen. Du gehörst zu dem allem und dös alies gehörst zu dir! Es kann dir nichts geschehen!", que se traduce: Nada puede sucederte. Tú perteneces al todo y todo te pertenece. Nada puede sucederte.
Esta certeza, que proporciona una serenidad total, se adquiere por medio de la meditación. El adepto percibe también que él mismo encierra potencialidades infinitas, de las de las fuerzas cósmicas creadoras que actúan en todo el universo. En el fondo, el pensamiento tántrico es muy natural, hasta evidente. Son nuestros prejuicios, nuestros clichés, nuestros sentidos (¡el velo de Maya, la ilusión!) los que lo ocultan.

Occidente considera que para que haya conciencia es necesario un sistema nervioso y un cerebro, es decir, un sistema cerrado. ¿Es consciente el árbol? Para el tántrico el árbol es mucho más que un producto de madera, es un ser viviente. No se siente separado del árbol ni del bosque. El occidental "normal" admite que el árbol vive —lo que es difícilmente discutible—, pero no ve en el pino un ser consciente, al contrario de algunas tribus africanas en las que los hombres se dirigen al espíritu del árbol antes de derribarlo. Danzan alrededor del árbol diciéndole que tienen absoluta necesidad de él para hacer una piragua y le prometen hacer buen uso de su tronco. Es seguro que, con una sonrisa condescendiente, algunos dirán que se trata de una práctica animista como mucho digna de "salvajes" incultos. Por supuesto que nadie pretende ni supone que el árbol razona; pero, sin embargo, para el Tantra está habitado por una forma de conciencia, aunque ésta no sea concebible para nuestro intelecto.

Los vegetales parecen tener una rica vida emotiva, como lo prueban diversas experiencias; los miembros de la comunidad de Find-horn hablan directamente con las plantas, les dan amor ¡y éstas crecen infinitamente mejor! Esto no sucede ni en la India ni en un pasado lejano y legendario, sino en la Escocia actual. No se trata de un acto de fe previo a la práctica del Tantra que ignora los dogmas. Sin embargo, si evoco estas cosas es para mostrar hasta dónde nos lleva la pequeña frase del principio... "Todo lo que está aquí está en todas partes, lo que no está aquí no está en ninguna parte": esta frase tiene implicaciones bien directas. En efecto, todos los secretos de la vida y de la muerte, de la creación y la disolución de los universos, están presentes, aquí mismo, en mi cuerpo (observe el lector que no escribo: "limitados a mi cuerpo..."). Entonces, ¿para qué recorrer el amplio mundo, viajar al Himalaya o a otra parte para alcanzar y descubrir la verdad, lo real, si puedo encontrarlo aquí mismo?.

No hay ninguna necesidad de microscopio ni de telescopio para descubrir la esencia oculta del mundo. En alguna parte, en las profundidades de mis células, "yo" manipulo energías y partículas subatómicas, como lo han hecho nuestros antepasados, millones de años antes de que el hombre moderno tomara las huellas digitales de las estrellas.

Extracto del libro Tantra El culto de lo Femenino.
-André Van Lysebeth-
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