11 diciembre, 2019

Buda, Dharma, Sangha: La Triple Joya del Budismo según Nagarjuna (3ª Parte)

III. El Sangha o la Comunidad

Inventor de una doctrina de salvación, Buda fue además el fundador de una orden religiosa y de una cofradía de laicos, constituyendo las dos en sentido amplio el Sangha, la Comunidad.

El Sangha comprende cuatro asambleas: los religiosos mendicantes (bhikshu), las monjas (bhikshuni), los hermanos laicos (upāsaka) y las hermanas laicas (upāsika). Llamados a una vida de renunciamiento y de santificación personal, los monjes y las monjas recorren, bajo el hábito amarillo del religioso, el camino que conduce al Nirvāna.

Están sometidos a diez reglas que prohíben: 1. el dar muerte a seres vivos; 2. El robo; 3. la impureza; 4. la mentira; 5. las bebidas fermentadas; 6. la comida después de la hora del mediodía; 7. la danza, la música, los espectáculos; 8. Las guirnaldas, los perfumes, los ungüentos; 9. lechos de lujo; 10. poseer oro y plata. Todos los incumplimientos posibles e imaginables a estas diez reglas están detallados y condenados en el reglamento del Prātimoksha, que comprende alrededor de 250 artículos para los monjes y 500 para las monjas.
El ingreso a la orden se hace en dos ceremonias distintas: la salida del mundo, seguida generalmente por un noviciado, y la ordenación que inaugura el estado religioso propiamente dicho. Aunque permaneciendo en el mundo, los miembros de la cofradía laica se someten a la observación de la ley natural, rodeando de veneración a los monjes y a las monjas y aportándoles todo el sostén material deseable.
Si está bien practicada, la vida religiosa desemboca directamente en el Nirvāna. Para los laicos, el Nirvāna es sólo una perspectiva lejana: de inmediato accederán a buenos destinos en el mundo transitorio de los hombres y de los dioses.

La Tercera Joya en la cual los budistas toman refugio y en la cual ellos están invitados a meditar frecuentemente es el Sangha en sentido restringido: aquel de los hijos e hijas de familia que abandonan el mundo para llevar la "vida sin casa" y se esfuerzan con miras al Nirvāna. En una palabra, la Tercera Joya es el Sangha, constituido por la asamblea de los religiosos.
Sus eminentes cualidades están condensadas en la vieja fórmula canónica: "El Sangha fundado por el Buda bienaventurado vive según la buena conducta, según la correcta conducta, según la verdadera conducta, según la justa conducta. Se compone de cuatro pares o de ocho grupos de personalidades. Es digno de sacrificios, digno de ofrendas, digno de limosnas, digno de ser saludado con las manos juntas. Es el mejor campo de méritos del mundo".

Esto significa que el Sangha es santo, comporta diversos grados de santidad, es digno de todos los homenajes y que éstos son grandemente meritorios.

1. La Santidad del Sangha.

Como lo hemos visto anteriormente, la santidad de Buda deriva de cinco elementos puros: la moralidad, la concentración del espíritu, la sabiduría, la liberación, el saber y la visión de la liberación.
En Buda estos cinco elementos existen en estado perfecto; en los monjes miembros del Sangha son a veces imperfectos y a veces perfectos. Todos los religiosos no son santos: la mayoría se esfuerza por santificarse a sí mismos. Se les llama Shaiksha, a aquellos que "se ejercitan" todavía con miras a su perfeccionamiento y tienden siempre hacia la meta.
Una minoría de religiosos ha realizado la santidad: son los Arhats, "aquellos que tienen derecho a los homenajes" o los Ashaiksha, "aquellos que ya no tienen que ejercitarse".
Asqueados del mundo, liberados de los errores y de las pasiones, tienen plena conciencia de esta liberación y, al igual que Buda, proclaman solemnemente: "Estoy liberado; todo nuevo nacimiento para mí ha sido aniquilado; la santidad ha sido realizada; el deber ha sido llenado; ya no habrá más retorno a este mundo".
La santidad de los Arhats es idéntica a la de Buda, con esta diferencia: que Buda la alcanzó con sus propias fuerzas, mientras que los Arhats llegan a ella siguiendo las enseñanzas del Maestro.
Perfectos o no, todos los miembros del Sangha participan por derecho o de hecho de la santidad. Es muy exacto decir que el Samgha sigue la conducta buena, derecha, verdadera o justa.


Monjes budistas portando sus cuencos. En ellos recolectan
diariamente las ofrendas proporcionadas por sus fieles y por la
comunidad.


2. Grados de la Santidad en el Sangha.

El Sangha se compone de cuatro pares o de ocho grupos de personalidades. La vida religiosa comporta cuatro frutos que el monje debe recoger uno tras otro en su largo camino hacia el Nirvāna: a medida que rompe los lazos que lo ligan al mundo, el monje reviste la cualidad de aquel que entra en la corriente del Nirvāna (Srotāpanna), de aquel que sólo retornará una vez a este mundo (Sakṛdā gāmin), de aquel que no regresará más a este mundo, sino que aparecerá en el mundo de los dioses y de ahí alcanzará el Nirvāna (Anāgāmin) y finalmente de aquel que, habiendo alcanzado la santidad, ya no renacerá en ningún lugar (Arhat).

Srotāpanna, Sakṛdāgāmin, Anāgāmin y Arhat forman así los cuatro pares de personajes. Y, como los cuatro frutos de la vida religiosa son conquistados en dos etapas (etapa de preparación y etapa de toma de posesión), los cuatro pares de personalidades forman ocho grupos de personalidades: los monjes candidatos para los cuatro frutos y los monj es en posesión de los frutos.

3. El Sangha digno de veneración y de ofrendas.

El monje es por definición un mendicante (bhikshu): no puede poseer nada y el ejercicio de una actividad lucrativa le está prohibido. Depende para subsistir de la caridad de los fieles y su santidad le da derecho al respeto de los pobres y a la generosidad de los ricos. Como retribución, debe comunicar a sus benefactores la luz del Dharma.
Dirigiéndose un día a las asambleas de religiosos y laicos, Buda les dijo con satisfacción: "Os rinden grandes servicios, oh monjes, los brahmanes y los jefes de familia que os dan vestidos, limosnas, asientos, lechos y remedios. Y vosotros también les rendís grandes servicios cuando les enseñáis la Doctrina y la vida pura. Es así que, gracias a vuestra ayuda mutua, puede ser practicada la vida religiosa que hace atravesar la transmigración y pone fin al dolor.
Apoyándose unos sobre otros, los jefes de familia y los hombres sin hogar hacen prosperar la Buena Ley. Éstos están al abrigo de la necesidad, pues reciben vestidos y lo demás; aquéllos, habiendo practicado en este mundo la Ley, el camino que lleva a los destinos buenos, gozan en el mundo de los dioses en posesión de la felicidad".

4. El Sangha, campo supremo de méritos.

En otros términos, la donación hecha al Sangha es extremadamente útil y beneficiosa.

Según la perspectiva budista, el mérito de la donación no proviene únicamente de la intención del donante y del valor de la cosa dada, sino que deriva, antes que nada, de la excelencia del beneficiario. El beneficiario es el "campo de méritos" que hace fructificar la limosna depositada en él.

En la escala de valores hay que distinguir cuatro clases de campos de méritos según sea que el beneficiario de la donación sobresalga por su estado, por su sufrimiento, por su beneficencia o por sus cualidades. Así, es preferible darle a un hombre más bien que a un animal, a los pobres más bien que a los ricos, a los benefactores (familiares y maestros) más bien que a desconocidos, a los santos más bien que a los pecadores. Por la excelencia de sus cualidades, el Sangha, comunidad de los santos, es el campo supremo de méritos en este mundo.
La más pequeña ofrenda hecha a la orden de los religiosos produce inmensos frutos de retribución.
Por haber ofrecido una hierba a la Comunidad, Bakkula disfrutó durante 91 períodos cósmicos de todas las felicidades divinas y humanas y no conoció jamás la enfermedad.
Por haber ofrecido un tapiz a unos monjes, Kotïvimsha disfrutó él también, durante 91 períodos cósmicos, de los placeres divinos y humanos y en cada una de sus reencarnaciones él tenía bajo la planta de los pies pelos largos de dos pulgadas que le servían de tapiz.
En el curso de su última existencia, los dos hombres encontraron al Buda Shākyamuni, entraron en su orden y se convirtieron en grandes santos. Sus limosnas habían sido bien modestas, pero al aceptarlas, el Sangha las había hecho fructificar al infinito.

Si Buda es el médico del dolor, que ofrece a la humanidad sufriente la medicina del Dharma, la Comunidad es el enfermero que administra la medicina a todos aquellos que ella encuentra. Buda no permanece siempre en el mundo y frecuentemente, queda en él poco tiempo; la Comunidad que se renueva sin cesar prolonga a través de los siglos la acción benefactora de los Budas. Ella es el compañero ideal en la marcha hacia el Nirvāna.

Los fieles deben abstenerse de emitir un juicio sobre el Sangha. Tomados individualmente, sus miembros no son todos santos; considerados como un todo, ellos forman la santa Comunidad, y esto es lo único que cuenta.
Ocurre que personas insensatas prefieren tal religioso a tal otro, otorgan más confianza a los monjes viejos que a los novicios jóvenes. Las apariencias engañan: el vicio puede esconderse bajo cabellos blancos y la santidad bajo la gracia juvenil. Buda dijo: “Aquel que se llama presbítero no es necesariamente una persona de edad. Hay ancianos decrépitos y con cabellos blancos que han envejecido en vano y carecen todavía de virtud".

Nadie pensaría en negar que algunas ovejas con sarna pueden introducirse en las filas del Sangha. Con el contacto con los santos, los religiosos indignos pueden corregirse o eliminarse a sí mismos retornando al mundo. La santa Comunidad es parecida al mar que no soporta los cadáveres y los arroja a la playa.

Tales son, rápidamente esbozadas, las ideas que los budistas se hacían y se hacen todavía de su Triple Joya. Atestiguan un alto ideal espiritual y una veneración profunda por esta forma de santidad que es el desapego frente al mundo.

Autor: Étienne Lamotte. Revista de Estudios Budistas Nº 1 - Abril de 1991.
Asociación Latinoamericana de Estudios Budistas - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y Fundación Instituto de Estudios Budistas (Argentina).
Directores: Carmen Dragonetti y Fernando Tola.

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