07 julio, 2016

Yoga Arcaico, de Georg Feuerstein

El legado Védico

En nuestro esfuerzo por comprender la naturaleza del Yoga Arcaico, tenemos la fortuna de disponer de un registro completo en los 1.028 himnos del antiguo Ṛg Veda. Compuesto en sánscrito primitivo, se trata de la escritura más antigua en lengua Indo-Europea y, de acuerdo con algunos eruditos, del mundo. 

Hasta hace poco tiempo, la mayoría de los investigadores databan los himnos más antiguos del Ṛg Veda alrededor del 1.500 a.C., y la mayor parte de los himnos restantes varios cientos de años después. Esta fecha, sin embargo, se ha vuelto más bien arbitraria. Se inició como una conjetura de unos pocos sanscritistas del siglo diecinueve, especialmente del orientalista alemán Max Müller (que fue profesor en Oxford). Pero pronto se convirtió en una creencia asentada, al menos en las universidades de América y Europa. Muchos paṇḍitas tradicionales de la India sostienen una fecha mucho más temprana para el Ṛg Veda. Sus puntos de vista se han visto refrendados cada vez más por investigaciones recientes. En colaboración con Subhash Kah y David Frawley, he examinado y evaluado muchas de las evidencias disponibles en nuestro libro conjunto “In Search of the Cradle of Civilization”. Esta obra fue para nosotros una vertiginosa aventura, que nos condujo a extraordinarias conclusiones sobre la India antigua. 

Cada vez más estudiosos aceptan que los himnos védicos pertenecen al tercer o incluso cuarto milenio a.C., en lugar de al segundo. Esta contrastada opinión es relevante por dos razones principales. La primera es que convierte al Ṛg Veda en contemporáneo con los textos de las pirámides, los cuales han sido considerados tradicionalmente como los documentos escritos más antiguos del mundo. La segunda es que cronológicamente sitúa al Ṛg Veda muy próximo a la denominada civilización del Valle del Indo, la cual floreció entre el 2.600 y el 1.900 a.C. De hecho, tal como se explicará más adelante, esta proximidad cronológica presentará implicaciones posteriores. 

Aunque es cierto que los manuscritos disponibles del Ṛg Veda tienen una antigüedad de solo unos cientos de años, la tradición oral que ha mantenido estos himnos con vida durante más de cuatro mil años ha sido asombrosamente precisa. La tecnología mnemónica de la antigua India era y sigue siendo insuperable en todo el mundo. En cuanto al Ṛg Veda, podemos considerarlo exactamente igual que si se tratase de un texto escrito. Su fidelidad de trasmisión es irreprochable. 

Todavía hoy en día hay brāhmaṇās que pueden recitar con fluidez todo el Ṛg Veda junto con los otros tres himnos védicos. Para nuestros modernos y distraídos cerebros, esto parece casi una hazaña sobrehumana. Incluso para los antiguos, que aprendieron todo de boca a boca, mediante la memorización y no con libros, representa un logro extraordinario. Esto resulta especialmente impresionante cuando se sabe que durante cientos de años los brāhmaṇās recitaron los himnos védicos sin comprender gran cosa de su significado, el cual se había olvidado mucho tiempo atrás. Esta hazaña se puede comparar al aprendizaje de 397.265 sílabas sin sentido, que es el número de sílabas del Ṛg Veda. 

La revisión de la fecha del Ṛg Veda obliga ahora a los eruditos a contemplar de nuevo la posible conexión entre los compositores del texto sagrado y los constructores de las ciudades del Valle del Indo, especialmente de los grandes centros urbanos de Harappa y Mohenjo-Daro. Realmente, hay muchas excelentes razones para asumir que el pueblo védico, cuyas prácticas y creencias religiosas se encuentran registradas en el Ṛg Veda, es el mismo que construyó y vivió en las numerosas ciudades y pueblos de las riberas del Río Indo y sus afluentes. 

Según las explicaciones formalmente aceptadas, el pueblo védico de lengua sánscrita procede del exterior de la India e invadió el subcontinente entre 1.500 y 1.200 a.C. (dependiendo de cada erudito). Esta teoría ha sido cuestionada por las últimas evidencias. En concreto, las fotografías por satélite y la geología han contribuido decisivamente a esta revolución. Pues, hasta lo que podemos saber, el más poderoso y celebrado río del Ṛg Veda —el Sarasvatī— se secó hacia el 1.900 a.C. El lecho seco del río discurre hoy a través del enorme Desierto del Tart. Este desastre fue consecuencia de una gran catástrofe muy probablemente causada por movimientos tectónicos que afectaron al norte de la India, forzando al pueblo védico a emigrar hacia las fértiles riberas del Ganges. No solo el Ṛg Veda sino también algunos Brāhmaṇās (datados formalmente entre el 1.000 y el 800 a.C.) fueron compuestos mucho antes de que el Sarasvatī se desvaneciese. 


Ejemplar del Ṛg Veda escrito en idioma sánscrito 


Actualmente, la invasión de la India por los Arios se sostiene como una hipótesis científica inmersa en mitos doctrinales, tan tenaces como erróneos. La investigación imparcial nos demuestra que nunca existió una invasión Aria y que el pueblo védico ha vivido en la India desde tiempos inmemoriales. La verdad es que esta nueva visión se halla aún bajo el escrutinio de la ciencia oficial, la cual es notoria por su resistencia al cambio. Sin embargo, la evidencia habla por si misma y conducirá sin duda a una revolución en la comprensión de la historia antigua de la India y del mundo en general. 

Cuando volvemos la mirada hacia los inicios de la tradición del Yoga, detectamos elementos de Yoga Arcaico tanto en el Ṛg Veda como en otras escrituras sánscritas antiguas y también entre los objetos arqueológicos del Valle del Indo. Pero, mientras que tales objetos nos dicen muy poco sobre el significado de su posible uso, los himnos védicos nos ofrecen un cuadro razonablemente detallado sobre las prácticas e ideas del Yoga Arcaico. Es en esta evidencia literaria donde vamos a encontrar explicaciones. Tras esta rápida revisión histórica, podemos centrarnos ahora en el Yoga Arcaico de la época védica.

Divinización del orden cósmico a través de la interiorización y el ritrual:

El Yoga Arcaico no es como el conocido camino de ocho pasos de Patañjali o el más conocido aún del Haṭha Yoga con su elaborado arsenal de posturas (āsanas). Por lo que se puede inferir de los himnos védicos, el Yoga Arcaico era menos individualista y, como el chamanismo, ligado más intrínsecamente con el bien común que con la salvación individual. Su principal objetivo era descubrir el orden cósmico (ṛta) mediante la inspirada visión interior (dhī) y el éxtasis, para después preservar ese orden en la esfera de la interacción humana a través de correctas actitudes y acciones. 


El pueblo védico esperaba de sus videntes, conocidos como ṛṣis, el tipo de sabiduría que les permitiese conducir sus vidas en armonía con el orden cósmico o divino. Mediante su intensa práctica espiritual, los ṛṣis lograron un profundo conocimiento (veda) de la conexión entre el Cielo y la Tierra, entre el Arriba y el Abajo. En profunda meditación fueron capaces de experimentar directamente el modelo cósmico para dejar testimonio de él en sus himnos sutilmente elaborados. 


Ahora sabemos que todas las antiguas culturas de las cuales tenemos conocimiento estuvieron preocupadas por la comprensión del orden divino, tal como se refleja en los eternos caminos del sol, la luna, los planetas, las estrellas y los ritmos terrestres. La mayoría fueron cuidadosos observadores del juego celestial y las fuerzas naturales. Pensaban que si la vida humana no se reflejaba en la armonía del cielo, conduciría al caos, la anarquía, la  devastación y el sufrimiento individual y colectivo. Es en esta profunda preocupación respecto al orden celestial donde encontramos los inicios de la astrología y la astronomía. De hecho, tal como ha demostrado el profesor Subhash Kak, el Ṛg Veda encierra un código astronómico que se refleja también en la construcción de los altares védicos del fuego. 

Podemos deducir a través del Ṛg Veda que los antiguos también eran conscientes de la curiosa relación entre el universo exterior y el interior, entre el mundo objetivo y el espacio subjetivo o psique. No solo la comunidad como un todo tenía que reflejar la armonía de la divinidad, también cada individuo debía establecer la misma armonía dentro de su propio ser a fin de asegurarse buena fortuna para su familia, clan, tribu y para la comunidad humana en general. De aquí se desprende una importante enseñanza para los practicantes de yoga actuales, pues a veces se olvida el objetivo principal y practicamos solo para nuestro beneficio. No somos especialmente conscientes de la interconexión entre las cosas, a pesar de los avances en la teoría de sistemas, la ecología y la física cuántica. 

Los ṛṣis aspiraban a la visión iluminada (dhī), o comprensión elevada derivada de la absorción meditativa y la trascendencia extática de la limitada mente racional. Lo lograban a través de la meditación devocional (brahman) combinada con el ritual (karman), la recitación de mantras y el control de la respiración, produciendo en sí mismos un estado refulgente conocido como tapas. Esta antigua palabra sánscrita significa “calor” pero también “ardor” y se emplea tanto para designar el abrasador calor del sol, como el calor interior creado por la intensa práctica espiritual y el ascetismo. Todo el que haya practicado seriamente una disciplina espiritual sabrá lo que significa tapas y cualquier yogui o yoguini motivado aspirará a generar este intenso estado de calor interior. 

En el Ṛg Veda, la palabra brahman todavía no tiene el significado de “Absoluto” o “Realidad Última”, como en el Yoga moderno y en la metafísica del vedānta. Aún significa “oración” o “absorción devocional”.
El término brahman se deriva de la raíz verbal bṛh, que significa “brotar” o “crecer”. En los tiempos védicos, hacía referencia a la oración contemplativa mediante la cual los poderes ocultos del espíritu o psique humana brotaban y se manifestaban, es decir, tomaban forma ante la visión iluminada de los ṛṣis. Los ṛṣis contemplaban los profundos misterios del universo y aquello que se encuentra más allá de la creación, y de esta forma entraban realmente en contacto con estos misterios hasta alcanzar la trascendencia extática. Tal como se expresaba uno de éstos ṛṣis, “permitamos que la meditación brote de la morada de la verdad” (Ṛg Veda VII.36.1). 

Se pensaba que la meditación devocional conducía a la divinidad bajo la forma de dioses como Indra, Agni y Sūrya, para retornar de nuevo al vidente y al mundo humano como si se tratase de vagones cargados con preciosas mercancías. Los ṛṣis buscaban que sus meditaciones produjeran el “tesoro de vigor” con el cual se refieren al bienestar y la abundancia de energía acumulados por medio del contacto con el mundo invisible de los seres superiores. Algunos compositores de himnos compararon la meditación con el veloz caballo del dios Indra, mientras que otros lo asimilaban a su carro. Aunque la meditación era generada en los ṛṣis a través de la concentración mental, en cierto sentido se entendía como un “don divino” (devadatta): esfuerzo más gracia, tal como se entiende en numerosas escuelas del Hinduismo tardío y de otras tradiciones espirituales. 


Los estudiantes contemporáneos de Yoga, inmersos en los valores seculares de la sociedad occidental, rara vez sienten la conexión con las fuerzas (divinidades) de la realidad invisible. Para los ṛṣis, sin embargo, las divinidades eran realidades concretas cuyo soporte se buscaba de todas formas, espiritual y materialmente. Los ṛṣis también apreciaban el poder del ritual. El Yoga Arcaico estaba completamente ritualizado. Por el contrario, los estudiantes occidentales de Yoga tienden a minimizar o ignorar los aspectos rituales del Yoga, pero éstos se encuentran muy presentes y obviamente sirven para un propósito muy práctico. Algunos maestros occidentales de Yoga han sido muy francos sobre lo que ellos describen como innecesarios rituales y bagaje mitológico del Yoga. Esta actitud es desafortunada ya que puede conducir a un acercamiento al Yoga exclusivamente físico o simplemente mental. Sin embargo el Yoga tradicionalmente ha apuntado siempre hacia el equilibrio. El Yoga Arcaico es ejemplar en esta orientación integral, con su énfasis en la armonía y en la personificación de las experiencias espirituales mediante constructivas acciones y actitudes sociales. 


Los que rechazan los rituales sagrados y los mitos deberían tener presente que incluso frente a nuestra desenfrenada sociedad secular (y precisamente a causa de ello), las personas continúan ritualizando sus vidas y mitificando el mundo. La gran diferencia es que los rituales (ir al fútbol los domingos) y los mitos seculares (especialmente la idea de progreso ilimitado) no tienen el poder de cambiarnos a mejor. De acuerdo con el último libro del psiquiatra Rollo May, anhelamos el mito. Es por ello que mucha gente que se ha visto privada de su anclaje mítico tradicional busca refugio emocional e intelectual en alienígenas, revelaciones de fin de milenio y otros productos similares provenientes de la Nueva Era. 

Aunque los ṛṣis pretendían ser portavoces de los frutos de sus meditaciones mediante la poesía o los himnos, sabían que la oración se encuentra esencialmente más allá de la mente (acitta). Incluso la musitación sagrada era importante para ellos. Los ṛṣis eran excelentes expertos en mostrar la Realidad escondida tras el lenguaje y utilizar éste como un medio eficiente de autotransformación para sus oyentes. Sus himnos se denominan mantras porque son herramientas para concentrar la mente (manas) y poder efectuar el gran trabajo de penetración en los misterios del cosmos para obtener el “cielo más elevado”, el logro de la inmortalidad.


En un conocido himno titulado “Himno de la Creación” un vidente védico llamado Dīrghatamas (“Larga Oscuridad”) expone un maravilloso pensamiento:

En el principio, el deseo, la primera semilla de la mente, surgió en Eso. Los sabios, investigando en su corazón con sabiduría, hallaron las ataduras de la existencia en la inexistencia. 
Sus visiones abarcaron lo mas profundo. ¿Qué había debajo?, ¿qué había encima? Existía la causalidad; había poderes: fuerzas descendentes, impulsos creadores. 
¿Quién conoce la verdad? ¿Quién puede pronunciarse sobre el origen del nacimiento, sobre el origen de la creación? Los Dioses son posteriores a la aparición de este mundo. ¿Quién, entonces, sabe de donde surgió? 

(Ṛg Veda X.129.4-6)

Tradicionalmente se cree que todo el Ṛg Veda es una revelación divina, pues sus 1.028 himnos son fruto de las visiones místicas y las meditaciones de los ṛṣis. De esta forma, sus recitaciones son realmente producto de la creatividad yóguica más antigua. Por este motivo, la traducción del Ṛg Veda presenta enormes dificultades y varias generaciones de eruditos occidentales han fracasado en hacer justicia a la profundidad espiritual de estas escrituras y a su complicación simbólica. Ello condujo a un gran adepto al Yoga como Sri Aurobindo a extraer de los difíciles himnos védicos cargados de imágenes algo de su profundo significado y señalar a los eruditos hacia una nueva, más creíble y gratificante dirección. Sin duda, serán precisas varias generaciones de estudiosos espiritualmente sensibles o de adeptos al Yoga inmersos en la erudición para desenterrar las profundas capas de simbolismo y pensamiento védico. 

Hasta el momento, conocemos el Yoga Arcaico del período védico solo parcialmente (y este pequeño artículo ha tocado sucintamente lo que conocemos sobre ello). Es útil para los estudiantes de Yoga que conozcan por sí mismos el Ṛg Veda. Después de todo, es la fuente primera del Hinduismo y de todo el Yoga posterior. Entre otras cosas, nos enseña que los primeros maestros de Yoga, los ṛṣis, se hallaban muy lejos de los ascetas renunciantes sin educación o talento. Ellos no rechazaban la mente, sino que la entrenaban para el elevado propósito de alcanzar su auténtica naturaleza en las dimensiones inmortales de la existencia. Amaban este mundo pero no se hallaban cautivos de él. Amaban lo infinito. Estos pioneros del espíritu no eran primitivos, tal como se evidencia de forma aplastante a través de su elevada poesía. Si su lenguaje simbólico resulta extraño para nosotros es quizás porque nosotros mismos nos hemos vuelto extraños a los profundos niveles de nuestra psique y a las invisibles realidades de la existencia.