21 diciembre, 2018

Epistemología Budista: Tres Formas de concebir el Mundo

Por Fernando Tola y Carmen Dragonetti

1. Concepción realista del Budismo en sus primeras etapas. En su primer período, desde la sexta centuria a.C. hasta el comienzo de la era cristiana, el Budismo mantuvo solamente una posición realista abierta, un naïve realism (1)
El mundo es real, existe independientemente del hombre quien lo toma con sus órganos sensoriales y quien lo piensa con su mente. Pero en el mundo en su totalidad, sometido a la ley de la causalidad, en el cual cada cosa es un efecto, producto de la conjunción de la multiplicidad de causas y condiciones determinantes, no hay nada substancial, nada que existe in se per se, o nada que exista svabhāvena, por ejemplo, lo que tiene su propio ser que le pertenece a sí mismo y que depende de sí mismo.

Corolarios de esta fundamental concepción no-substancial del Budismo son, por un lado, la no-existencia de Dios, y la no-existencia de un alma en el hombre, por el otro.

Una transformación de la temprana concepción budista de la realidad se produce alrededor del comienzo de la era cristiana, porque la evolución de las antiguas concepciones: la existencia de un mundo externo, la capacidad de nuestros órganos sensoriales y nuestra razón para percibir la naturaleza, comienzan a ponerse en duda. Entonces se constituyen dos grandes escuelas filosóficas: la Escuela Mādhyamika y la Escuela Yogācāra, las que marcan nuevas tendencias en las principales manifestaciones de la filosofía budista.

2. La Vaciedad (Sūnyatā). Concepción “condicionalista” en la Escuela Mādhyamika. La Escuela

Mādhyamika, fundada por el gran filósofo budista indio Nāgārjuna (circa 150 d.C.), construye su peculiar noción de Vaciedad sobre el principio de la Causalidad, mantenido por el Budismo desde su comienzo. La palabra “vaciedad” (Sūnyatā en sánscrito, Stoṇ.pa en tibetano, k’ung en chino, Kū en japonés) significa que las cosas son condicionadas, dependen de causas, carecen de ser propio, o en términos occidentales no existen in se per se, son insubstanciales.

La teoría de la Vaciedad reafirma este principio budista básico, ubicado en el centro del sistema de Nāgārjuna. Pero la teoría de la Vaciedad ofrece también una nueva noción de la existencia que aglutina las dos formas de existencia mantenidas por la concepción realista del Budismo en sus primeras etapas, y por la concepción idealista de la Escuela Yogācāra, posterior al desarrollo de la Escuela Mādhyamika.




De acuerdo a la Escuela de Nāgārjuna, las cosas se presentan ante nosotros en la experiencia cotidiana como compactas, continuas, unitarias, y reciben un nombre único. El estudio de la realidad nos revela que las cosas en verdad están constituidas por partes. Pero estar constituido por partes es un aspecto de la insubstancialidad que caracteriza a todo, puesto que las partes pueden ser consideradas como “causa” de la existencia de cada cosa. La cuerda que nosotros percibimos no existe como una cuerda unitaria, es solamente un agregado de hilos, y a su vez éstos no existen como entidades unitarias, porque son solamente agregados de filamentos, y así sucesivamente. El movimiento es una serie de diversos procesos, los que en muchos casos no pueden constituir en sí mismos movimientos en avance, aunque ellos contribuyen a promover el movimiento de la totalidad a la que pertenecen, como por ejemplo la carrera de un hombre o de un animal; cualquier emoción, pasión, sentimiento, está constituído por un número de procesos mentales o psicológicos, que a pesar de estar compuestos por múltiples elementos reciben un nombre común como si ellos fueran una unidad: amor, odio, miedo, fe. Entonces, de acuerdo a Nāgārjuna, cuando percibimos cosas, ellas realmente están frente a nosotros, pero no son como aparecen. Cuando las examinamos, se disuelven a sí mismas en partes y subpartes, y lo que nosotros habíamos visto previamente, desaparece ante nuestros ojos. Se podría decir que las cosas en cierto modo participan tanto del ser como del no-ser.

La realidad empírica está por lo tanto caracterizada por la condicionalidad, la relatividad, la dependencia, el hecho de ser compuesta, el hecho de ser percibida bajo una forma que no le es propia. La noción de Vaciedad expresa este modo de ser.

3. La concepción idealista de la Escuela Yogācāra.

La Escuela Yogācāra, fundada por Maitreyanātha (circa 300 d.C.), afirma la sola existencia de la mente (cittamātra), de la consciencia (vijñāna) (2)
Para esta escuela la única cosa que existe son ideas, representaciones, creaciones mentales, a las que nada real corresponde. Recordemos que para el Budismo, desde un comienzo, la mente o la consciencia es sólo una serie de estados de consciencia, de actos del conocimiento. Estos actos cognitivos constituyen la mente; no hay una entidad afuera y diferente de ellos, permanente y autónoma que “tenga” estos actos de consciencias, que las “experimenta” como su testigo inalterable u observador. La escuela idealista sostiene esta tesis, pero agrega (contrariamente a lo que el Budismo pensó en su comienzos) que la sucesión de representaciones que constituye la mente, no corresponde a ningún correlato real.

La realidad empírica en la cual nosotros existimos tiene en este camino el mismo estatus ontológico que los sueños o ilusiones creadas mágicamente. Nada distingue la visión de la realidad en la que nos movemos de las visiones oníricas o fantasmagóricas creadas por magos, o de las alucinaciones originadas por sugestiones.

El realismo naïve abrazado por el Budismo en sus primeras etapas, o en el período de desarrollo de las sectas que siguieron a la muerte del Buddha, ha dejado lugar a una perspectiva extremadamente idealista, donde los seres y los objetos desaparecen como entidades reales y donde permanecen sólo entidades de naturaleza mental.

Si para la Escuela de Nāgārjuna la realidad empírica deviene el Gran Vacío, para la Escuela Yogācāra la realidad es solamente una Gran Ilusión creada por la mente sumergida en el error.

El prodigioso universo imaginado por los antiguos pensadores budistas, infinito en el tiempo, ilimitado en el espacio, habitado por un inconcebible número de sistemas de mundos, con sus incalculables millones de millones de seres, y con sus incalculables millones de millones de Buddhas guiando los infinitos seres a su Liberación, en una permanente transformación, regulados por leyes de universal validez, ha devenido –en la concepción Yogācāra- un producto de la mente humana, un sueño de esa sombra que es el hombre, quien depende solamente de su propio esfuerzo y que cuenta solamente con la ayuda de la Enseñanza del Maestro, y mira al camino que lleva a la Iluminación -el más alto grado de la inteligencia, conocimiento y consciencia-, el que le permite un reino de paz y silencio, la beatitud de la extinción, el supremo Nirvana.

(1) Cf. Januath Sinha, Indian Realism, Delhi, pp. 160, Motilal Banarsidass, 1972.

(2) Fernando Tola-Carmen Dragonetti: Being as Conciousness (2004); El Idealismo Budista. La doctrina de “solo-la-mente” (1989); La estructura de la mente según la Escuela Idealista Budista (Yogācāra), en Pensamiento, N° 182, Vol. 46 (1990), pp.129-147; Philosophy of mind in The Yogācāra Buddhist Idealistic school, in History of Psychiatry, Vol. 16, Issue 4, N° 64, Cambridge, December 2006, pp. 453-465.


Texto publicado originalmente en Pensamiento, Revista de Investigación e Información Filosófica, Universidad Pontificia Comillas, Serie Especial N° 1, Vol. 63, Número 238, Madrid, 2007.