Decíamos que el primer objetivo es disciplinar el cuerpo en procura de la conquista de la salud y el bienestar. ¿Cómo se logra esto?
Esto se logra mediante la práctica de asanas y con el aprendizaje de la ciencia y el arte de la respiración.
Las asanas son posturas fijas. El cuerpo accede a ellas mediante una serie de movimientos y allí se inmoviliza, permaneciendo cierto tiempo en la postura. El tiempo de permanencia en la postura es distinto en cada asana y depende, además, del grado de preparación del practicante.
Cada asana persigue un fin determinado que es el de desarrollar alguna región particular del cuerpo, estimular cierta función del organismo, etc., aunque simultáneamente ejerce, también, otros efectos menores sobre otras partes del cuerpo. Por ello, la realización de una secuencia completa de ejercicios preparatorios y de asanas, tiene efectos generales, completos, al sumar el aporte de cada una de las asanas.
Las asanas conocidas son miles, aunque no llegan al centenar las practicadas comúnmente y de ellas solamente 20 ó 30 son las consideradas fundamentales para conservar la salud.
Sabemos que el respirar es el acto vital por excelencia. Tanto es así que podríamos decir que “respirar es vivir”. Hacerlo correctamente es entonces de la mayor importancia.
Lamentablemente muchas personas en la actualidad, han adquirido un hábito respiratorio que, de conservarlo, impediría alcanzar los objetivos que se propone mediante la práctica de Yoga. Este mal hábito es el de la respiración por la boca y el de utilizar sólo una parte de la capacidad pulmonar.
Debemos empezar, entonces, por acostumbrarnos a respirar exclusivamente por la nariz. Las fosas nasales son los naturales filtros que impiden la penetración del polvo o cualquier materia extraña. Además, las fosas nasales tienen la misión de calentar el aire y hacer que éste no llegue frío a los pulmones, perjudicándolos. Por otra parte debemos aprender a respirar con toda nuestra capacidad pulmonar.
Una insuficiente provisión de aire puro impide a la sangre oxigenarse bien, envenenando el organismo y ocasionando la enfermedad y, finalmente, la muerte. Pero la importancia de la respiración reside también en otro factor aún escasamente conocido en Occidente. Los yoguis han descubierto, desde muy antiguo, que el aire que respiramos contiene un elemento sutil, no analizable químicamente, al que denominan prana.
La definición aproximada de prana sería “energía absoluta”, “principio activo de la vida” o “fuerza vital”. Mediante el dominio del prana se podría controlar la vida misma.
Muy lejos han llegado los yoguis en la utilización conciente del prana, mediante técnicas complejas, desarrolladas durante siglos. Bástenos a nosotros tomar conciencia de la importancia capital de la respiración para mejorar la calidad de nuestra vida.
Extracto del libro Yoga Segundo Nivel, Después de los Primeros Pasos.
Editorial Albatros.
Horacio G. Maniglia, profesor de Hatha Yoga.
Lee también: Generalidades sobre el Yoga (1ª parte)
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Esto se logra mediante la práctica de asanas y con el aprendizaje de la ciencia y el arte de la respiración.
Las asanas son posturas fijas. El cuerpo accede a ellas mediante una serie de movimientos y allí se inmoviliza, permaneciendo cierto tiempo en la postura. El tiempo de permanencia en la postura es distinto en cada asana y depende, además, del grado de preparación del practicante.
Cada asana persigue un fin determinado que es el de desarrollar alguna región particular del cuerpo, estimular cierta función del organismo, etc., aunque simultáneamente ejerce, también, otros efectos menores sobre otras partes del cuerpo. Por ello, la realización de una secuencia completa de ejercicios preparatorios y de asanas, tiene efectos generales, completos, al sumar el aporte de cada una de las asanas.
Las asanas conocidas son miles, aunque no llegan al centenar las practicadas comúnmente y de ellas solamente 20 ó 30 son las consideradas fundamentales para conservar la salud.
Sabemos que el respirar es el acto vital por excelencia. Tanto es así que podríamos decir que “respirar es vivir”. Hacerlo correctamente es entonces de la mayor importancia.
Lamentablemente muchas personas en la actualidad, han adquirido un hábito respiratorio que, de conservarlo, impediría alcanzar los objetivos que se propone mediante la práctica de Yoga. Este mal hábito es el de la respiración por la boca y el de utilizar sólo una parte de la capacidad pulmonar.
Debemos empezar, entonces, por acostumbrarnos a respirar exclusivamente por la nariz. Las fosas nasales son los naturales filtros que impiden la penetración del polvo o cualquier materia extraña. Además, las fosas nasales tienen la misión de calentar el aire y hacer que éste no llegue frío a los pulmones, perjudicándolos. Por otra parte debemos aprender a respirar con toda nuestra capacidad pulmonar.
Una insuficiente provisión de aire puro impide a la sangre oxigenarse bien, envenenando el organismo y ocasionando la enfermedad y, finalmente, la muerte. Pero la importancia de la respiración reside también en otro factor aún escasamente conocido en Occidente. Los yoguis han descubierto, desde muy antiguo, que el aire que respiramos contiene un elemento sutil, no analizable químicamente, al que denominan prana.
Paśupati
Shiva o Señor de las Bestias le entrega el arma pāśupatāstra, al pándava Arjuna. Óleo del artista y pintor indio Raja Ravi Varma (1.848-1.906). |
La definición aproximada de prana sería “energía absoluta”, “principio activo de la vida” o “fuerza vital”. Mediante el dominio del prana se podría controlar la vida misma.
Muy lejos han llegado los yoguis en la utilización conciente del prana, mediante técnicas complejas, desarrolladas durante siglos. Bástenos a nosotros tomar conciencia de la importancia capital de la respiración para mejorar la calidad de nuestra vida.
Extracto del libro Yoga Segundo Nivel, Después de los Primeros Pasos.
Editorial Albatros.
Horacio G. Maniglia, profesor de Hatha Yoga.
Lee también: Generalidades sobre el Yoga (1ª parte)
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