El espíritu (el alma) —como principio trascendente y autónomo—
es aceptado por todas las filosofías hindúes, con excepción
de las budistas y las materialistas. Pero
es por caminos muy diferentes que los diversos darsana tratan de
probar su existencia y explicar su esencia.
Sus "atributos" son negativos. "El espíritu es el que ve (saksin: testigo), él está aislado, (Kaivalyam), indiferente, simple espectador inactivo", escribe Isvara Krsna (Samkhya Karika, 19), y Gaudapada, en su comentario, insiste sobre la pasividad eterna del purusa. La autonomía y la pasividad del espíritu son epítetos tradicionales, como lo atestigua el Samkhya-Sutra, I, 147; al comentar ese texto, Anirudha cita el famoso pasaje del Brhadaranyaka-Up. IV, 3, 15: "Este purusa es libre" (asanga, "sin ligaduras") y Vijnana Bhiksu menciona el Svetasvatara Up. VI, 2 y Vedanta-sara, 158. Siendo irreductible, desprovisto de cualidades (nirgunatvat), el purusa no posee "inteligencia" (Ciddharma; S.-Sutra, I, 146) pues está libre de deseos.
Como los deseos no son eternos, no pertenecen pues al espíritu. El espíritu es eternamente libre (S.-Sutra, I, 1, 2), los "estados de conciencia", el flujo de la vida psico-mental le son extraños. Si el purusa se nos presenta de todos modos como "agente", esto se debe tanto a ilusión humana como a ese acercamiento sui generis denominado yogyata y que designa una especie de armonía pre-establecida; en Vyasa (Yoga-Sutra, I, 4) y Vacaspati Misra (Tattva Kaumudi, 31), puntualizan que "ese acercamiento sui generis no tiene comienzo", no es debido a una correlación espacial o temporal entre el Yo y la inteligencia: es una yogyata, o sea correspondencia de orden metafísico entre el Espíritu (purusa) y el producto más sutil de la Substancia, el buddhi. Este "acercamiento" que constituye una de las más grandes dificultades de la teoría india en general, está explicado en el Samkhya y el Yoga por el instinto teleológico de la Naturaleza (prakrti) que, sin darse cuenta, "trabaja" para la Liberación del Espíritu. En cuanto a las ocho hipótesis posibles para explicar la relación purusa-prakrti, consultar Vyasa, ad. Yoga-Sutra, II, 23. 29, sobre esas dos realidades esencialmente distintas que son el yo (purusa) y la inteligencia (buddhi); siendo esta última, como veremos más adelante, sólo un "producto más refinado" de la materia o substancia primordial.
La misma posición es mantenida por Patanjali: en el Yoga-Sutra, II, 5, nos recuerda que la ignorancia (avidya) consiste en considerar lo efímero (anuya), impuro (asuci), doloroso (duhkha) y no-espíritu (anatma) como siendo eterno (nitya), puro (suci), beatitud (sukha) y espíritu (atman). Vyasa (ad. Yoga Sutra, II, 18) puntualiza una vez más que la percepción, la memoria, el razonamiento, etc., pertenecen de hecho a la inteligencia (buddhi) y que es únicamente por efectos de una ilusión que se atribuyen al purusa esas facultades mentales.
Extracto del libro Yoga, Inmortalidad y Libertad
-Mircea Eliade-
Para la escuela Nyaya, el alma-espíritu es una entidad sin cualidades, absoluta, inconsciente.
Por el contrario, el Vedanta define el atman como siendo sáccidananda
(sat: el ser —cit: conciencia— ananda: beatitud) y considera
al espíritu como una realidad única, universal y eterna, dramáticamente
comprometida en la ilusión temporal de la Creación
(maya). El Samkhya y el Yoga niegan al espíritu (purusa) todo atributo
y toda relación; según esas dos "filosofías", todo lo que se
puede afirmar con respecto al purusa, es que es y que conoce (se
trata, por supuesto, de ese conocimiento metafísico que resulta de
la contemplación del propio modo de ser).
Tal como el atman de los Upanishad, el purusa es inexpresable
(la expresión neti, neti: "¡Así no! ¡Así no!" de Brhadaranyaka Up.
III, 9, 26, se encuentra en el Samkhya-Sutra, III, 75).
Sus "atributos" son negativos. "El espíritu es el que ve (saksin: testigo), él está aislado, (Kaivalyam), indiferente, simple espectador inactivo", escribe Isvara Krsna (Samkhya Karika, 19), y Gaudapada, en su comentario, insiste sobre la pasividad eterna del purusa. La autonomía y la pasividad del espíritu son epítetos tradicionales, como lo atestigua el Samkhya-Sutra, I, 147; al comentar ese texto, Anirudha cita el famoso pasaje del Brhadaranyaka-Up. IV, 3, 15: "Este purusa es libre" (asanga, "sin ligaduras") y Vijnana Bhiksu menciona el Svetasvatara Up. VI, 2 y Vedanta-sara, 158. Siendo irreductible, desprovisto de cualidades (nirgunatvat), el purusa no posee "inteligencia" (Ciddharma; S.-Sutra, I, 146) pues está libre de deseos.
Como los deseos no son eternos, no pertenecen pues al espíritu. El espíritu es eternamente libre (S.-Sutra, I, 1, 2), los "estados de conciencia", el flujo de la vida psico-mental le son extraños. Si el purusa se nos presenta de todos modos como "agente", esto se debe tanto a ilusión humana como a ese acercamiento sui generis denominado yogyata y que designa una especie de armonía pre-establecida; en Vyasa (Yoga-Sutra, I, 4) y Vacaspati Misra (Tattva Kaumudi, 31), puntualizan que "ese acercamiento sui generis no tiene comienzo", no es debido a una correlación espacial o temporal entre el Yo y la inteligencia: es una yogyata, o sea correspondencia de orden metafísico entre el Espíritu (purusa) y el producto más sutil de la Substancia, el buddhi. Este "acercamiento" que constituye una de las más grandes dificultades de la teoría india en general, está explicado en el Samkhya y el Yoga por el instinto teleológico de la Naturaleza (prakrti) que, sin darse cuenta, "trabaja" para la Liberación del Espíritu. En cuanto a las ocho hipótesis posibles para explicar la relación purusa-prakrti, consultar Vyasa, ad. Yoga-Sutra, II, 23. 29, sobre esas dos realidades esencialmente distintas que son el yo (purusa) y la inteligencia (buddhi); siendo esta última, como veremos más adelante, sólo un "producto más refinado" de la materia o substancia primordial.
La misma posición es mantenida por Patanjali: en el Yoga-Sutra, II, 5, nos recuerda que la ignorancia (avidya) consiste en considerar lo efímero (anuya), impuro (asuci), doloroso (duhkha) y no-espíritu (anatma) como siendo eterno (nitya), puro (suci), beatitud (sukha) y espíritu (atman). Vyasa (ad. Yoga Sutra, II, 18) puntualiza una vez más que la percepción, la memoria, el razonamiento, etc., pertenecen de hecho a la inteligencia (buddhi) y que es únicamente por efectos de una ilusión que se atribuyen al purusa esas facultades mentales.
Ahora bien, este concepto del purusa suscita, de por sí, dificultades.
Si, en efecto, el espíritu es eternamente puro, impasible, autónomo
e irreductible, ¿cómo puede aceptar el dejarse acompañar por
la experiencia psicomental? ¿Y cómo tal relación resulta posible?
Examinaremos con mejor provecho la solución de este problema propuesta
por el Samkhya y el Yoga cuando conozcamos mejor la relación
que pueden mantener el Yo y la Naturaleza. Veremos entonces
que el esfuerzo de los dos darsana tiende sobre todo al problema de
la naturaleza verdadera de esta "relación" rara que une el purusa
a la prakrti. Pero ni el origen ni la causa de esta situación paradójica
han sido objeto de un debate en regla en el Samkhya Yoga.
¿Por qué
ha aceptado el Yo, en efecto, dejarse arrastrar a una órbita extraña,
la de la Vida en particular, y engendrar al hombre así como es, el
hombre concreto histórico, consagrado a todo drama, en lucha con
todo sufrimiento? ¿Cuándo, y en ocasión de qué, comenzó esta tragedia
de la existencia del hombre, si es cierto que la modalidad ontológica
del espíritu es, como ya vimos, exactamente opuesta a la
condición humana, siendo el Yo eterno, libre y pasivo?
La causa y el origen de esta situación del espíritu y la experiencia,
he aquí dos aspectos de un problema que el Samkhya y el Yoga
consideran insoluble, ya que sobrepasan la capacidad actual de la
comprensión humana.
Efectivamente, el hombre conoce y comprende
merced a lo que el Samkhya Yoga llama el "intelecto", buddhi.
Pero este "intelecto" mismo no es más que un producto —extremadamente
refinado, es cierto— de la materia, de la substancia primordial (prakrti) . Siendo un producto de la Naturaleza, un "fenómeno",
el buddhi no puede mantener relaciones de conocimiento sino con
otros fenómenos (que forman parte, como él, de la infinita serie de
creaciones de la substancia primordial); en ningún caso podría conocer
al Yo; pues no podría sostener ninguna clase de relaciones con
una realidad trascendental. La causa, tanto como el origen de esta
asociación paradójica del Yo y de la Vida (es decir, de la materia)
solamente un instrumento de conocimiento, diferente al buddhi y que
no implicara en absoluto a la materia, podría llegar a comprenderlos.
Ahora bien, tal conocimiento es imposible en la condición humana
actual. Ese conocimiento se "revela" solamente a aquel que, habiendo
roto sus cadenas, ha sobrepasado a la condición humana: el "intelecto"
no tiene parte alguna en esta revelación, que es más bien el
conocimiento de sí mismo, del Yo en sí.
El Samkhya sabe que la causa de la "servidumbre", es decir, de
la condición humana, del sufrimiento, es la ignorancia metafísica,
que en virtud de la ley kármica se transmite de generación en generación;
pero el momento histórico en que esta ignorancia hizo su
aparición no puede ser establecido, tal como es imposible el fijar la
fecha de la creación. La unión del Yo y de la vida, así como la "servidumbre"
que resulta de ello (para el Yo) no tienen historia: están
más allá del tiempo, son eternas. El querer encontrar una solución
a esos problemas, no es solamente superfluo, es una niñería. Son esos
problemas mal planteados, y según una antigua costumbre brahmánica observado por Buda
mismo en varias ocasiones, a un problema mal planteado, se responde
con el silencio.
La única certidumbre que podemos poseer a este
respecto, es que el hombre se encuentra en esa condición desde las
épocas más remotas, y que el objetivo del conocimiento no es búsqueda
vana de la causa primera y de los orígenes históricos de esa
condición, sino la Liberación.
Patanjali se refiere en forma circunstancial a la prakrti (Yoga-
Sutra, IV, 2, 3) y a sus modalidades, las guna (Yoga-Sutra, I, 16;
II, 15, 19; IV, 13, 34, 32) y solamente para fijar su relación con la
vida psicomental y con las técnicas de la Liberación. Da por conocido
el análisis de la substancia laboriosamente seguido por los autores samkhyanos: es a éstos que recurriremos principalmente para comprender
la estructura y procesión de la substancia.
La prakrti es tan real y eterna como el purusa, pero, a diferencia
del Espíritu, es dinámica y creadora. Aunque perfectamente creadora
e inerte, esta substancia primordial posee, por decir así, tres
"modos de ser" que le permiten manifestarse de tres formas diferentes
llamadas guna:
1°) Sattva (modalidad de la luminosidad e inteligencia); 2°) Rajas (modalidad de la energía motriz y de la actividad
mental; 3°) Tamas (modalidad de la inercia estática y de la
obscuridad psíquica).
Estos guna no deben ser considerados como
diferentes a la prakrti, pues nunca se dan separados; en todo fenómeno
físico, biológico o psicomental existen los tres a la vez, aunque
en proporciones desiguales (es justamente esta desigualdad la que
permite la aparición de un "fenómeno" de cualquier naturaleza que
sea: de otro modo, el equilibrio y la homogeneidad primordial gracias
a los cuales los guna se encontraban en perfecto equilibrio, persistirían
eternamente). Vemos pues que los guna tienen doble carácter:
objetivo, por un lado, ya que constituyen los fenómenos del mundo
exterior y, por otra parte, subjetivo, ya que soportan, alimentan
y condicionan a la vida psicomental. Es. por eso que debemos traducir
tamas tanto como "principio de la inercia de la materia" —sentido
objetivo— como por "oscuridad de la conciencia, obstáculo creado
por las pasiones", sentido psicofisiológico.
Desde el momento en que sale de su estado inicial de equilibrio
perfecto (alinga, avyakta) y toma las especificaciones condicionadas
por su "instinto teológico" la prakrti se
presenta bajo la forma de una masa energética llamada mahat ("el
grande"). Arrastrada por el impulso de la evolución (parinama,
"desarrollo", procesión) la prakrti pasa del estado de mahat al de
ahamkara, que significa: masa unitaria aperceptiva, desprovista aún
de experiencia "personal", pero teniendo la vaga idea de ser un ego Samkhya-Sutra, I, 61: "Prakrti es el estado de equilibrio de sattva rajas y
tamas. De la prakrti surgió mahat; de mahat, ahamkara; del ahamkara, los cinco
tanmatra y las dos series de órganos de los sentidos; de tanmatra surgieron las
stulabhutani (elementos materiales, moléculas)".
Este sutra resume todos los
procesos de manifestación (o "procesión cósmica") que estamos analizando.
Otros textos: Samkhya-Sutra, I, 129; II, 10, 15; Isvara Krsna, Samkhya-Karika,
3, 40, 56; Vyasa. ad. Yoga-Sutra, II, 19, etc. (de ahí la expresión de ahamkara; aham = ego). Al partir de esta
masa aperceptiva, el proceso de la "evolución" se bifurca en dos direcciones
opuestas, de las cuales una conduce al mundo de los fenómenos
objetivos, la otra al de los fenómenos subjetivos (sensibles
y psicomentales).
El ahamkara tiene la facultad de transformarse
cualitativamente, según predomine cualquiera de los tres guna.
Cuando predomina el sattva (la modalidad de la luminosidad,
de la pureza y de la comprensión) en el interior del ahamkara hacen su aparición los cinco sentidos cognoscitivos (jnanendruya)
y el manas, "el sentido interno"; este último sirve de lazo de unión
entre la actividad perceptiva y la actividad biomotriz (Aniruddha,
comentario en Samkhya-Sutra, II, 40); base y receptáculo de todas
las impresiones, coordina las actividades biológica y psíquica, en
particular la del subconsciente.
Cuando, por el contrario, el equilibrio
está dominado por el rajas (energía motriz que torna posible
toda experiencia física o cognoscitiva), son los cinco sentidos conativos
(karmendriya) los que se abren paso. Finalrnente, cuando se
trata del tamas (la inercia de la materia, la obscuridad de la conciencia,
la barrera de las pasiones), son los cinco tanmatra, los cinco elementos
"sutiles" (potenciales), los núcleos genéticos del mundo físico,
que aparecen. De estos tanmatra derivan, por un proceso de
condensación que tiende a producir estructuras cada vez más toscas,
los átomos (paramanu) y las moléculas (sthulabhutani- literalmente,
"partícula material espesa").
De este modo, el cuerpo
del hombre, así como sus "estados de conciencia" y aun su "inteligencia"
son, todos, creaciones de una sola y misma substancia.
-Mircea Eliade-