20 julio, 2022

La Tradición Espiritual

 por Ramiro A. Calle

La tradición espiritual nada tiene que ver con viejos patrones, valores obsoletos, costumbres petrificadas o creencias religiosas. Es otro tipo de transmisión, que no está sujeta al tiempo ni al espacio. Nada tiene que ver con ideas o creencias preestablecidas ni con cultos o religiones instituidas o con los aparatajes eclesiásticos.

La tradición espiritual ha fluido en todas las épocas y latitudes, como un conjunto de enseñanzas y métodos, que vienen desde lo más antaño y que pueden colaborar en el autodesarrollo, el autoconocimiento y la realización de sí.
Es tanto para personas teístas como ateas, creyentes o agnósticas. Es para todos aquellos que quieren actualizar positivos potenciales internos, sanear y equilibrar la mente, humanizarse, lograr la evolución de la consciencia y darle a su vida un sentido de incesante aprendizaje para el beneficio propio y el de todas las criaturas.



A veces, como un río oculto (el mítico y místico Sarasvati de la India), no ha sido vislumbrado por la mayoría, pero siempre ha estado fluyendo y configurando una sabiduría perenne que no puede apropiarse ningún sistema filosófico-religioso (aunque no pocos lo han pretendido) y que es la herencia espiritual de la Humanidad.

Este legado se ha ido transmitiendo de buscadores espirituales a buscadores espirituales desde la noche de los tiempos, brindando así mapas y brújulas espirituales para poder orientarse en el viaje a los adentros y poder ahondar en lo más sosegado y sabio de uno mismo, logrando cambiar actitudes perniciosas y pudiendo estar más vigilante a lo que se piensa, se dice y se hace.
Esa tradición es adogmática y a veces ha escondido su conocimiento para los adeptos o iniciados, simplemente porque ellos estaban más perceptivos para recogerla. Se ha perpetuado tanto en Oriente como en Occidente. Unos le han denominado Sabiduría, otros Conocimiento o Gnosis, y otros Enseñanza o Dharma.

De lo que se trata es de un reservorio de preciosas enseñanzas y métodos para elevar y esclarecer la consciencia, y poder así mejorar la calidad de la vida interior de la persona y mejorar sus comportamientos mentales y emocionales, para que sea más recto el proceder con los demás.
Se utiliza el término "espiritual" a modo de conveniencia, pero sin ningún tinte religioso, aunque cada persona puede honestamente desarrollarse en su credo si lo tiene.
Esta sabiduría perenne no está sujeta a códigos autocoercitivos ni coactivos y al final cada buscador tiene que seguir su propia vía o ladera hacia la cima de la montaña.

Hay que, espiritualmente, esperarlo todo de uno mismo, desarrollando el esfuerzo correcto para ello e inspirándose en una inquebrantable motivación. 

A la sombra de esa Tradición han surgido siempre embaucadores, falsos maestros y desaprensivos mistagogos. Por eso es necesaria la utilización del discernimiento claro y someter las enseñanzas y métodos a la verificación personal, no dejándose arrastrar por una fe alucinatoria ni por narcóticos pseudoespirituales.

Resulta revelador recordar las palabras de Buda cuando les decía a sus discípulos: "¡Levantaos! ¡Incorporaos!. Preparad sin desmayo vuestra paz mental"

 

17 junio, 2022

La Relajación

por Andrdré Van Lysebeth 

Crispado, nervioso, ansioso, en tensión, el hombre moderno está cogido por el engranaje infernal que lo empuja infaliblemente hacia el ≪stress≫, porque su nerviosidad constante no le permite hacer frente a las exigencias de la vida moderna implacable que, tras un decorado confortable y amable, oculta un mecanismo inhumano y una lucha implacable por la vida. Qué tiene de extraño que millones de civilizados vivan con la impresión deprimente de haber ≪perdido los pedales≫ y que se les impone una tarea insuperable que se sienten incapaces de realizar, sin poder sustraerse a ella. 

La química moderna, con sus tranquilizantes, sus píldoras de felicidad, les proporciona un descanso engañoso; pero, a la larga, el remedio es peor que el mal, porque no extirpa las causas de esta ansiedad, de este nerviosismo, sino que se contenta con inhibir sus manifestaciones. 
Existen, sin embargo, dos remedios, a la vez preventivos y curativos: la respiración controlada y la relajación, siendo esta última el antídoto más directo del nerviosismo y de la tensión. Además, sin relajación no hay verdadero yoga, no hay paz, ni dicha, ni siquiera salud. Un ser en tensión, aunque disponga de todo para ser feliz, se prohíbe el acceso a la dicha. 
En fin, la relajación — y no es la menor de sus virtudes— es la fuente del pensamiento creador. 

Recordemos a Cicerón: ≪Únicamente el hombre relajado es verdaderamente creador y las ideas le vienen como un relámpago≫. La relajación incluso en la acción no debe ser patrimonio de los niños y de los animales (el gato es un modelo del género); debemos volver a aprender a relajarnos conscientemente algunos minutos cada día para poder permanecer relajados en cualquier circunstancia. Sin embargo, antes de estudiar las técnicas que conducen a este delicioso estado de ultra reposo, superior al mismo sueño, hay que comprender sus mecanismos profundos para captar su razón de ser y aplicarlos inteligentemente. El arte de la relajación se adquiere y, para las personas que experimentan por primera vez este estado eufórico, es una revelación. 
El cuerpo, al comienzo inerte y pesado, queda abandonado, flojo y relajado, en tanto que el espíritu parece vagar, desprendido de las contingencias materiales, fuera de su envoltura carnal. 


En la imagen: Buda reclinado, tallado en una de las paredes 
de las Cuevas de Ajantā. El complejo de grutas ha sido 
declarado Patrimonio de la Humanidad 
por la Unesco en el año 1.983


La relajación es yoga en estado puro, puesto que la mente controla integralmente el cuerpo, desconectando uno a uno todos los hilos conductores, reduciendo casi a cero el envío de corriente hacia los electroimanes musculares repartidos por todo el organismo. Es el ejercicio ideal para la voluntad tal como los yoguis la conciben, es decir, no una potencia dura y dictatorial que se hace obedecer por el látigo, sino un querer suave y paciente. 
Durante la relajación está excluido utilizar la voluntad ≪dura≫ al modo occidental, es imposible ≪forzar≫ la relajación, y el dominio de la mente sobre el cuerpo se ejerce del modo más eficaz, es decir, sin apremio ni violencia. 
Antes de ver en detalle como provocar esta descontracción absoluta, debemos pasar en revista las posiciones del relax, del que la principal se llama ≪Savasana≫, que significa literalmente Postura del Cadáver. 

¿Está tan mal escogida esta denominación macabra? Al rendir un último homenaje a un difunto, ¿no ha escuchado a sus parientes exclamar: ≪Está más hermoso muerto que vivo≫? Es así, porque la muerte le ha impuesto el relax completo: sus rasgos se han distendido y una extraña belleza emana de su rostro. Esta belleza habría podido ser suya, decuplicada por el calor de la vida, si hubiese sabido relajarse. 
No puede haber verdadera belleza sin relajación, y la mujer más bonita no es verdaderamente bella si está crispada; a la inversa, un rostro distendido no es nunca feo, un encanto misterioso dimana de él.

Practique la relajación e irradie la calma, la paz, la armonía en torno suyo. La elección de este nombre lúgubre ≪Postura del Cadáver≫ caracteriza la actitud oriental frente a la muerte. Para nosotros, ella marca el fin de nuestra individualidad; por eso nuestros funerales son tristes. Para el oriental que cree, con razón o sin ella, en la reencarnación, la muerte es un incidente anodino en el ciclo de la evolución y no tiene ese carácter trágico que le atribuimos. Vista bajo este ángulo, no es, pues, un acontecimiento triste. 

Por lo general, en Occidente solo se conoce Savasana; pero en la India los yoguis utilizan muchas posturas para la relajación, especialmente sobre el costado, muy preciosa para dormir, porque recomiendan no dormir de espalda, posición que provoca a menudo el roncar, ya que la boca se abre por sí misma. Es preferible dormir sobre el costado izquierdo. ¿Por qué? 

La explicación occidental es la siguiente: el estómago, que forma un bolsillo, está bien apoyado cuando se está acostado sobre este lado, en cambio se halla en el aire si se reposa sobre el costado derecho. 
La explicación yóguica es diferente. Sobre el flanco izquierdo, la fosa nasal derecha queda libre y se respira durante toda la noche por ella. Observadores finos, han descubierto los efectos favorables de esta práctica. 

El que ha dominado el arte de la relajación total permanece distendido en todas las circunstancias; sea que conduzca un coche por el intenso tráfico de una ciudad en horas de punta, sea que escuche un concierto o que esté en discusión de negocios, siempre permanece dueño de sí, relajado, ni en tensión ni crispado. La relajación ha llegado a ser habitual e independiente de los acontecimientos. 

 Fragmento del libro APRENDO YOGA 
-Andrdré Van Lysebeth-

08 septiembre, 2021

El Yoga

por sri Swami Sivananda

Vivir en Dios, comulgar con Dios, es Yoga. La vida en Dios proporciona la dicha eterna. El Yoga te muestra el camino. El Yoga te une a Dios. El Yoga te hace inmortal.
El Yoga es la vida completa. Es un método que revisa todas las áreas de la personalidad humana. El Yoga es un sistema de educación integral, de educación no sólo del cuerpo y de la mente, o el intelecto, sino también del espíritu interior. El Yoga te muestra el método maravilloso de elevarte de la maldad a la bondad, de la bondad a la divinidad, y de ésta al esplendor divino y eterno. El Yoga es el arte de vivir rectamente. El yogui que ha aprendido este arte de vivir rectamente se siente feliz, armónico y pacífico. Está libre de toda tensión. El Yoga es una ciencia perfeccionada por los antiguos sabios de la India, aunque no pertenece únicamente a ésta, sino a la humanidad entera. Es una ciencia exacta. Es un sistema de autocultura perfecto y práctico.

 Un modo de vida:

El Yoga no pretende volver la espalda a la vida. Es la espiritualización de la vida. El Yoga es, ante todo, un modo de vida, no algo divorciado de ésta. El Yoga no consiste en dar de lado a la acción, sino en realizar ésta eficientemente con el espíritu adecuado. El Yoga no implica huir del propio hogar ni del ambiente humano, sino que es el proceso de amoldar la actitud propia al hogar y a la sociedad con una comprensión nueva.

 El Yoga es universal:

El Yoga está indicado para todos. Es universal. No se trata de algo sectario. Es un camino hacia Dios, pero no un credo. La práctica del Yoga no está reñida con ninguna religión ni con ninguna iglesia sagrada. Es puramente espiritual y universal. No contradice la fe sincera de nadie. El Yoga no es una religión, sino una ayuda para la práctica de las verdades espirituales básicas comunes a todas las religiones. El Yoga puede ser practicado por un cristiano o un budista, un musulmán, un sufí o un ateo. Ser un yogui significa morar en Dios constantemente y vivir en paz con los hombres. La unión con Dios es Yoga. Yoga es la unión con todos. Dios habita en todos.

El Yoga no es ejercicio físico:

La idea del novato de que el Yoga consiste en ejercicios físicos, o en meras asanas y Pranayama, etc., es un terrible error.
Las Yogasanas, el Pranayama, las Bandhas, los Mudras y los Kriyas no tienen nada que ver con el verdadero Yoga. Solamente se los considera como ayudas en la práctica yóguica.
Muchas personas no tienen acceso más que al aspecto físico del Yoga, pues el auténtico Yoga requiere una intensa disciplina personal, unida a un pensamiento intenso bajo la guía de un maestro capacitado. El Yoga promete una bendición suprafísica y espiritual. Pero no resulta atractivo para el hombre común, quien anhela frutos inmediatos y prosperidad mundana.

Requisitos para la vida yóguica:

La pureza moral y la aspiración espiritual son los primeros pasos en el camino del Yoga. Quien tiene una mente calmada, quien tiene fe en las palabras de su Guru y de las Shastras, o Escrituras, quien es moderado en el comer y en el dormir, y quien alberga un anhelo intenso por la liberación de la Samsara-Chakra (la rueda de nacimientos y muertes), es una persona cualificada para la práctica del Yoga. El aspirante en el camino del Yoga debe tener fe, energía, alegría, valor, paciencia, perseverancia, sinceridad, pureza, falta de depresión mental, desapasionamiento, aspiración, concentración, serenidad, autocontrol, veracidad, no debe tener violencia ni codicia. Una vida sencilla y austera es indispensable para el Yoga.
El fundamento del Yoga es el autocontrol. La disciplina es la esencia del Yoga, tanto la disciplina del cuerpo como de la mente. En la práctica del Yoga se produce una inversión de la actividad normalmente extravertida de la mente. La firmeza de la mente es esencial para esta inversión de la tendencia hacia el exterior del pensamiento. A menos que se aquiete primero la mente y sea controlada no resultará posible cambiar su curso en dirección opuesta.

Los cuatro caminos:

Los cuatro caminos principales hacia la realización de Dios son: Karma Yoga, Bhakti Yoga, Raya Yoga y JñanaYoga.
El Karma Yoga está indicado para la persona de temperamento activo, el Bhakti Yoga para la persona de temperamento devocional, el Raya Yoga para la persona de temperamento místico, y el Jñana Yoga para las personas de temperamento racional y filosófico. El Karma Yoga es el camino del servicio desinteresado. El Bhakti Yoga es el camino de la devoción exclusiva al Señor. El Raya Yoga es el camino del autocontrol. El Ñana yoga es el camino de la sabiduría. El Karma Yoga implica el ejercicio de la voluntad. El Jñana Yoga implica el ejercicio del intelecto y de la razón. El Bhakti Yoga implica el ejercicio de la emoción. La voluntad consagra todas sus actividades a través de una entrega completa al Señor. El intelecto realiza la gloria y majestad del Señor. La emoción experimenta la felicidad del éxtasis divino.
Las tres verdades eternas son: Jñana, Karma y Bhakti. Dios es amor, bondad y verdad. El devoto experimenta a Dios como amor. El Karma yogui lo experimenta como bondad, y el Jñana yogui lo experimenta como verdad. Unos afirman que el único medio hacia la salvación es la práctica del Karma Yoga. Algunos aseguran que la devoción al Señor es el único camino hacia la realización de Dios.
Otros creen que la senda de la sabiduría es el único camino hacia la beatitud final. Pero aún hay otros que consideran que estos tres caminos son a la vez igualmente eficaces para proporcionar la perfección y la liberación.

Contemplar al Señor único en todos los seres es Jñana, o sabiduría. Amar al Ser es Bhakti, o devoción. Servir al Ser es Karma, o acción. Cuando el Jñana yogui alcanza la sabiduría, logra a la vez la devoción y la actividad desinteresada. El Karma Yoga es para él la expresión espontánea de su naturaleza espiritual, puesto que contempla al Ser en todos. Cuando el devoto alcanza la perfección de la devoción, posee también la sabiduría y la actividad. El Karma Yoga es para él también la expresión espontánea de su naturaleza divina, ya que contempla al único Señor en todas las cosas. El Karma yogui alcanza la sabiduría y la devoción cuando sus acciones se vuelven absolutamente desinteresadas. Los tres caminos constituyen de hecho uno mismo, en el que estos tres temperamentos distintos enfatizan uno u otro de sus elementos constituyentes inseparables. El Yoga proporciona el método por el cual puede contemplarse, amarse y servirse al Ser.


Bīja mantra Om


Beneficios de la práctica del Yoga:

La vida está, hoy día, llena de tensión y de estrés, de esfuerzo y de irritabilidad nerviosa, de pasión y de prisa. Si el hombre pusiese en práctica algunos de los más elementales principios del Yoga, estaría mucho mejor equipado para enfrentarse a su compleja existencia. El Yoga proporciona perfección, paz y felicidad duradera. El Yoga te infundirá una fortaleza, una confianza y una seguridad nuevas. Tu cuerpo y tu mente se hallarán por entero a tu disposición.
El Yoga controla tus emociones e incrementa tu poder de concentración durante el trabajo. La disciplina yóguica proporciona quietud y tranquilidad, y rehabilita la propia vida de un modo milagroso. La forma de vida yóguica amplía el entendimiento humano y capacita al hombre para conocer a Dios y su propia relación con Él.
El Yoga conduce de la ignorancia a la sabiduría, de la debilidad a la fortaleza, de la inarmonía a la armonía, del odio al amor, de la necesidad a la plenitud, de la limitación a la infinitud, de la diversidad a la unidad, y de la imperfección a la perfección. A través de la disciplina yóguica, la mente y el cuerpo y el órgano de la voz actúan conjuntamente en armonía. El practicante de Yoga ve transformada su vida esencialmente por una nueva visión, una nueva consciencia y una nueva filosofía. La codicia de poder, la avaricia material, la excitación sexual, el egoísmo, la pasión por la riqueza y los apetitos inferiores han degradado al hombre desde su verdadera vida en el espíritu hasta la vida materialista. Pero puede reconquistar su perdida gloria divina si practica con sinceridad los principios del Yoga. El Yoga transmuta la naturaleza animal en la naturaleza divina y lo eleva hasta la cima de la gloria y el esplendor divinos.

El crecimiento espiritual es gradual:

Alcanzar el éxito en el Yoga está dentro de las capacidades de cualquiera. Lo que se requiere es una devoción sincera y una práctica, o Abhyasa, constante.
El crecimiento espiritual es gradual. Es una evolución progresiva. No debes sentir una prisa febril por conseguir hacer grandes proezas yóguicas ni por alcanzar el Nirvikalpa Samadhi en dos o tres meses. Los sentidos han de ser subyugados por completo. Han de cultivarse las virtudes divinas. Han de erradicarse las cualidades negativas. Debe controlarse la mente por completo. Ésta es una tarea grandiosa. Es un trabajo en contra de lo corriente. Tendrás que practicar rigurosas Tapas y meditación, y esperar pacientemente los resultados. Tendrás que ascender la escala del Yoga peldaño a peldaño. Tendrás que avanzar por el sendero espiritual paso a paso. 


12 febrero, 2021

Las Upanishads

Entrevista a Swami Satyananda Saraswati

Las Upanishads del Yoga son poco conocidas y existen escasas traducciones a las lenguas occidentales. Swami Satyananda Saraswati nos introduce a esta enseñanza que conduce al yogui al reconocimiento de su plenitud. Con su conocimiento de la Tradición Hindú, la filosofía del Yoga, el Advaita Vedanta y el Shivaísmo de Cachemira, Swami Satyananda Saraswati enseña regularmente de forma pura, vivenciada y directa, tal y como se ha transmitido tradicionalmente, de gurú a discípulo.
Hoy responde a nuestras preguntas:

¿Qué son las Upanishads?

Las Upanishads son el corazón mismo del Hinduismo. Son la parte final de los Vedas y tratan sobre el conocimiento de nuestra esencia, el atman. Exponen el camino que nos conduce a la plenitud de nuestro Ser. Tradicionalmente se considera que hay 108 Upanishads de gran relevancia; de estas, diez se consideran las más importantes, ya que fueron comentadas por Shankara, Ramanuja, Madhva y otros grandes sabios.

¿Y específicamente las Upanishads del Yoga?

Las Upanishads del Yoga son un grupo de unas veinte Upanishads que exponen específicamente el recorrido del yogui en su proceso hacia la liberación. Tratan en profundidad de las distintas prácticas y estadios en el camino, y aportan claridad en temas como la concentración, la meditación, el silencio de la mente, los estados de absorción interior, la contemplación en la no dualidad, el samadhi, el proceso de purificación, el cuerpo sutil, kundalini, el mantra, el sonido interior o “nada”, asana, pranayama y otros aspectos del camino del Yoga. Estos textos se consideran auténticas joyas y son una valiosa guía para nuestra práctica. 

¿Qué Upanishad sería la más idónea para introducirnos en esta enseñanza?

Tradicionalmente se empieza con el estudio de la Katha Upanishad, texto que narra el diálogo entre el joven Nachiketa y el gran maestro Yama. Encontramos en ella los siguientes versos de gran belleza:

“El Ser supremo, que se halla oculto en todos los seres, no brilla hacia el exterior; pero puede ser visto por los sabios por medio de sus intelectos concentrados y sutiles”.

“El sabio debe fundir su palabra en su mente, y su mente en su intelecto. Debería luego fundir su intelecto en la mente cósmica, y la mente cósmica en el Ser Supremo”.

“¡Levántate! ¡Despierta! ¡Acércate a los grandes (sabios) y aprende de ellos! El sendero es estrecho como el filo de una navaja, así lo dicen los sabios”.

Es importante recordar que tradicionalmente uno no estudia estos textos por su cuenta, ya que el buscador puede adquirir comprensiones incorrectas o incompletas. En el Hinduismo se da gran importancia a escuchar la enseñanza del maestro, shravana. En esta escucha existe una transmisión de sapiencia y la bendición del maestro. Luego, cuando el aspirante continúa estudiando el texto después de haberlo oído, el texto para él, ha cobrado vida.


Swami Satyananda Saraswati



¿Cómo se desarrolla su narrativa?


La enseñanza de las Upanishads suele expresarse como un diálogo entre un maestro y un discípulo. La estructura de sus textos es muy variable y muy libre en su expresión; a la vez es muy sencilla, pero metafísicamente muy elevada. Conocer en cierta medida las bases del Hinduismo ayuda a comprender la profundidad de su enseñanza. Ciertas Upanishads presentan su sabiduría por medio de historias, diálogos entre sabios ascetas y reyes; narraciones de la creación del cosmos, entre otras. Existe una amplia libertad en su forma de expresión.

En la Chandogya Upanishad hay una historia muy conocida: Shvetaketu había regresado a su casa después de doce años de estudio con un maestro. Su padre Uddalaka, un hombre sabio, percibió en su hijo un cierto engreimiento y falta de humildad, debido al conocimiento adquirido y no asimilado adecuadamente. Para probarlo, Uddalaka le preguntó: “¿Conoces Aquello que una vez conocido no queda nada por conocer?”. Shvetaketu, sorprendido, no supo qué responder. Y le dijo a su padre que sus maestros seguramente no lo sabían. Al cabo de unos días, con una actitud humilde, Shvetaketu pidió a Uddalaka que le enseñara acerca de esto.

Uddalaka le enseñó de forma sencilla y muy profunda. Le pidió que llevara un vaso de agua. Luego le pidió que echara sal en el agua y que la moviera hasta que se disolviera. Al rato le preguntó: “¿Puedes ver la sal en el agua?”. Shvetaketu respondió: “No, no puedo verla, se ha disuelto”. Y su padre y guru Uddalaka le dijo: “De la misma manera en que la sal está presente en esta agua aunque no se vea, así el atman está presente en todo lo que existe”.

Según la enseñanza de las Upanishads, ¿cómo podemos llevar a cabo la práctica diaria de meditación sin que se convierta en un acto mecánico?

La meditación es el centro al cual llevan todas las prácticas espirituales. El Hatha Yoga, el kirtan, la concentración y el estudio, entre muchas prácticas más, son soportes para que la energía de los sentidos y la mente vayan hacia el interior.

El yogui toma conciencia de que los momentos de meditación son momentos muy sagrados. Para la práctica, prepara su cuerpo y lo siente limpio y puro, así como también su ropa. Se sienta en su asana o cojín de meditación, con actitud de entrega y humildad para permanecer en sí mismo. En este proceso, a veces puede ayudarnos escuchar algunos mantras, mirar la imagen de nuestro maestro o de algo que nos inspire, leer un texto sagrado o hacer pranayamas. “Agradezco al cosmos que me da la oportunidad de tener este momento conmigo mismo, honro mi propia y sagrada existencia y, habiendo generado una actitud abierta y sacralizada, dirijo mis sentidos y mi mente hacia el interior”.

En la meditación intentamos entrar en el espacio en que simplemente “somos”. El espacio en el que no queremos lograr nada, sino que simplemente estamos sentados amorosa y tranquilamente en total presencia, observando el silencio anterior al pensamiento. La ayuda de las prácticas mencionadas anteriormente hará que nuestra meditación sea más fácil y profunda, y podamos acceder al espacio de no pensamiento. Cuando esto sucede, el gran silencio se manifiesta y el yogui reconoce la total plenitud en su corazón. Esto es el fruto de la práctica constante llevada a cabo durante largo tiempo con respeto y amor. En lenguaje yóguico, esta perseverancia se denomina abhyasa. Todo este proceso, está minuciosamente detallado en las Upanishads del Yoga.

La purificación del yogui lleva al despertar de su energía kundalini y esta, al reconocimiento de su esencia. ¿Podría explicar sobre el proceso de la meditación, kundalini y realización?

Cuando el practicante puede sostener una meditación profunda y tiene la gracia de su maestro, el despertar de la energía kundalini tiene lugar de forma natural. Este despertar conlleva una transformación interior profunda, ya que la naturaleza de kundalini shakti es purificarnos y llevarnos a la máxima expresión de la plenitud.

Kundalini nos conduce a la trascendencia de la limitación y al reconocimiento pleno de lo que Somos. Las Upanishads del Yoga tratan específicamente de esta purificación y transformación.

Para finalizar, ¿podría compartir alguna cita de las Upanishads del Yoga?

Una de las Upanishads del Yoga, la Amritabindu Upanishad, dice:

“La mente es la única causa de la esclavitud y de la liberación de los seres humanos. La mente apegada a los objetos de los sentidos conduce a la esclavitud. La mente que está libre del apego a los objetos, nos libera”.

“El estado supremo es cuando la mente se mantiene firmemente en el corazón, habiendo abandonado todos los apegos a los objetos de los sentidos. Allí, la mente alcanza su auténtica naturaleza, el Ser”.

Fuente: Advaitavidya, Asociación dedicada al estudio, contemplación y práctica de la enseñanza primordial del Sanatana Dharma (Hinduismo).


18 agosto, 2020

El Rugido del Despertar

por Heinrich Zimmer

Los occidentales estamos aproximándonos a una encrucijada que los pensadores de la India alcanzaron unos setecientos años antes de Cristo. Ésta es la verdadera razón de por qué frente a los conceptos e imágenes de la sabiduría oriental nos sentimos, al mismo tiempo que intranquilos y molestos, atraídos y estimulados. En el curso típico del desarrollo de su capacidad y exigencia religiosa, todos los pueblos civilizados llegan a este cruce de caminos, y las enseñanzas de la India nos obligan a tomar conciencia de tales problemas. Pero no podemos hacernos cargo de las soluciones indias. Tenemos que ingresar en la nueva época siguiendo nuestro propio camino y solucionar sus problemas por nuestra cuenta, porque, aunque la verdad —el resplandor de la realidad— sea universalmente una y la misma, los diferentes medios la reflejan de distinta manera.
La verdad se presenta de diferente forma en diferentes países y épocas, de acuerdo con los materiales vivientes de donde sus símbolos han sido extraídos.
Los conceptos y las palabras son símbolos, lo mismo que las visiones, los ritos y las imágenes; también lo son los usos y costumbres de la vida cotidiana. A través de todos ellos se trasluce una realidad trascendente. Son otras tantas metáforas que reflejan e implican algo que, aunque se expresa de todos estos modos, es inefable; y aunque cobra multitud de formas, sigue siendo inescrutable. Los símbolos dirigen la mente hacia la verdad pero no son la verdad; de aquí que sea engañoso adoptarlos. Cada civilización, cada época, tiene que producir los suyos.

Tenemos, pues, que seguir el difícil camino de nuestra propia experiencia, producir nuestras propias reacciones, asimilar nuestros sufrimientos y realizaciones. Solo entonces la verdad que manifestamos será tan nuestra como una criatura lo es de su madre; y la madre enamorada del Padre se regocijará con su hijo, en quien verá un retrato de Aquél. El inefable germen debe ser concebido, gestado y dado a luz desde nuestra propia sustancia, alimentado por nuestra sangre, si ha de ser el verdadero hijo a través del cual la madre renace: y el Padre, el divino Principio trascendente, renacerá también, es decir; será sacado de su estado de nomanifestación, de inacción y aparente inexistencia.
No podemos adoptar a Dios. Tenemos que efectuar su reencarnación desde nuestra intimidad. La Divinidad tiene que descender, en cierta manera, a la materia de nuestra propia existencia y participar en este peculiar proceso vital.
Según las mitologías de la India, éste es un milagro que sin duda ocurrirá. Porque en los antiguos relatos hindúes leemos que cada vez que al creador y conservador del mundo, Visnu, se le implora para que aparezca en una nueva encarnación, las fuerzas impetratorias no lo dejan en paz hasta que él condesciende. Sin embargo, desde el momento en que desciende, asumiendo la carne en un vientre sagrado, para manifestarse en el mundo que refleja su inefable ser, fuerzas demoníacas dotadas de voluntad propia se ponen contra él; porque hay quienes odian y desprecian al Dios y no le dan cabida en sus sistemas de egoísmo expansivo y dominante. Son los que hacen todo lo posible para dificultar su obra. Pero la violencia que emplean no es tan destructiva como parece; no es más que una fuerza, necesaria en el proceso histórico. La resistencia desempeña un papel normal en la cósmica comedia que se repite y que se representa cada vez que una chispa de verdad celestial, atraída por la miseria de las criaturas y la inminencia del caos, se manifiesta en el plano fenoménico.

Paul Valéry dice: “Ocurre con nuestro espíritu como con nuestra carne; lo que sienten más importante lo envuelven en el misterio, lo ocultan a sí mismos; lo distinguen y lo protegen con la profundidad en que lo colocan. Todo lo que cuenta está bien velado; los testimonios y documentos lo oscurecen; los actos y las obras están hechos expresamente para disfrazarlo.”

La principal finalidad del pensamiento indio es develar e integrar en la conciencia lo que ha sido resistido y ocultado por las fuerzas de la vida; no explorar y describir el mundo visible. La suprema y característica hazaña de la mentalidad brahmánica (y ello ha sido decisivo no solo para el desarrollo de la filosofía india sino también para la historia de la civilización india) fue el descubrimiento del Yo (ātman) como entidad independiente e imperecedera, en la que se basa la personalidad consciente y la estructura corporal.
Todo lo que normalmente conocemos y expresamos acerca de nosotros pertenece a la esfera del cambio, la esfera del tiempo y del espacio; pero este Yo (ātman) no cambia nunca, está más allá del tiempo, del espacio, del reticular velo causal, de la medida y de la vista. Durante millares de años la filosofía india se ha esforzado por conocer este diamantino Yo y hacer efectivo ese conocimiento en la vida humana. Y a esta perdurable preocupación se debe la extraordinaria calma matutina que penetra las terribles historias del mundo oriental, historias no menos tremendas ni menos horripilantes que las nuestras. A través de las vicisitudes de los cambios físicos se mantiene una base espiritual en el campo de la bienaventurada paz del ātman: el Ser eterno, intemporal e imperecedero.

La filosofía india, como la occidental, nos informa acerca de las estructuras y potencias mensurables de la psique, analiza las facultades intelectuales del hombre y las operaciones de su mente, evalúa diversas teorías del entendimiento humano, establece los métodos y leyes de la lógica, clasifica los sentidos y estudia los procesos mediante los cuales aprehendemos, asimilamos, interpretamos y comprendemos la experiencia.
Los filósofos hindúes, como los de Occidente, se pronuncian sobre los valores éticos y los criterios morales. Estudian también los rasgos visibles de la existencia fenoménica, criticando los datos de la experiencia externa y sacando conclusiones con respecto a los principios en que se basa.
En una palabra: la India ha tenido y aún tiene sus propias disciplinas psicológicas, éticas, físicas y metafísicas. Pero la principal preocupación —en notable contraste con los intereses de los modernos filósofos occidentales— ha sido siempre no la información sino la transformación: un cambio radical de la naturaleza humana y, con él, una renovación de su manera de entender tanto el mundo exterior como su propia existencia: transformación tan completa como es posible, y que, si tiene éxito, equivaldrá a una total conversión o renacimiento.

En este sentido la filosofía india corresponde a la actitud de filósofos antiguos como Pitágoras, Empédocles, Platón, los estoicos, Epicuro y sus discípulos, Plotino y los pensadores neoplatónicos.
Volvemos a encontrar este punto de vista en san Agustín, místicos medievales como Meister Eckhart y místicos posteriores como Jakob Böhme de Silesia. Entre los filósofos románticos, reaparece en Schopenhauer.

Las actitudes recíprocas del maestro hindú y del alumno inclinado a sus pies están determinadas por las exigencias de esta suprema tarea de transformación. El problema que los ocupa es el de producir una especie de transformación alquímica del alma. No solo mediante la nueva comprensión intelectual sino mediante un cambio del corazón (transformación que afectará la médula de su existencia), el alumno ha de salir de la esclavitud, de los límites de la imperfección y de la ignorancia humanas, y trascender el plano de la existencia terrena.

Una graciosa fábula popular ilustra esta idea pedagógica. Se conserva entre las enseñanzas del célebre santo hindú del siglo XIX, Sri Ramakrishna.
Anécdotas de este tipo pueril aparecen continuamente en los discursos de los sabios orientales; circulan en el saber común del pueblo y son conocidas por todos desde la infancia. Llevan las lecciones de la intemporal sabiduría de la India a los hogares y corazones de la gente, y a través de millares de años se convierten en propiedad de todos. En realidad, la India es una de las grandes patrias de la fábula popular; durante la Edad Media muchos de sus cuentos fueron llevados a Europa. La vivacidad y la sencilla nitidez de las imágenes recalcan los aspectos más importantes de la enseñanza: son como temas sobre los cuales puede ejercitarse un sin fin de variaciones en el campo del razonamiento abstracto.
La fábula oriental es solo uno de los muchos recursos orientales para que las lecciones prendan y se conserven en la mente.




El ejemplo que vamos a presentar es el de un cachorro de tigre que había sido criado entre cabras, pero que mediante la clarificadora instrucción de un maestro espiritual llegó a darse cuenta de su propia e insospechada naturaleza.
Su madre había muerto al darlo a luz. Preñada, había estado merodeando muchos días sin descubrir presa alguna, cuando se encontró con un rebaño de cabras salvajes. La tigresa sentía entonces gran voracidad, lo cual puede explicar la violencia de su salto. Sea como fuere, el esfuerzo realizado le produjo el parto y de puro agotamiento murió.
Entonces las cabras, que se habían dispersado, regresaron al campo de pastoreo y hallaron al tigrecito dando leves quejidos al lado de su madre. Las cabras adoptaron a la débil criatura por pura compasión maternal, la amamantaron junto con sus propias crías y la cuidaron cariñosamente. El cachorro creció, y los cuidados que le habían dispensado no quedaron sin recompensa, pues el pequeño aprendió el lenguaje de las cabras, adaptó su voz a la de sus suaves balidos y mostró tanto afecto como cualquier cabrito.

Al principio tuvo ciertas dificultades cuando trató de masticar tiernas briznas de pasto con sus puntiagudos dientes, pero luego se las arregló. La dieta vegetariana lo tenía muy flaco y daba a su temperamento notable dulzura.
Una noche, cuando este tigrecito que había vivido entre cabras había alcanzado la edad de la razón, el rebaño fue atacado nuevamente, esta vez por un viejo y feroz tigre, y de nuevo las cabras se dispersaron, pero el cachorro se quedó donde estaba, sin temor alguno. Desde luego se sintió sorprendido. Al descubrirse cara a cara con una terrible criatura de la selva contempló al aparecido con estupor.
Pasado el primer momento volvió a cobrar conciencia de sí y dando un balido de desesperación arrancó una brizna y se puso a masticarla mientras el otro le clavaba los ojos.
De improviso el intruso inquirió: -¿Qué haces tú aquí entre estas cabras? ¿Qué es lo que estás masticando? La pobre criatura comenzó nuevamente a dar balidos. El viejo tigre cobró un aspecto realmente aterrador. Rugió diciendo: -¿Por qué haces ese ruido tonto?
Y antes que el pequeño pudiera responder lo tomó ásperamente de la nuca y lo sacudió como sí quisiera volverlo a sus cabales a fuerza de golpes. El tigre de la selva entonces llevó al asustado cachorro a un charco cercano y lo puso en el suelo, obligándolo a que mirase en la superficie iluminada por la luna.
-Mira esas dos caras. ¿No son iguales? Tú tienes la cara redonda de un tigre; es como la mía. ¿Por qué te crees ser una cabra? ¿Por qué balabas? ¿Por qué comías pasto?
El pequeño era incapaz de contestar, pero continuó mirando, comparando ambos reflejos. Entonces se puso nervioso: se apoyaba en una pata, luego en la otra, y dio un grito quejumbroso de pesar. El viejo tigre feroz lo levantó de nuevo, lo llevó a su guarida, donde le ofreció un pedazo de carne cruda y sangrienta, resto de una comida anterior. El cachorro se estremeció de repugnancia. El tigre de la selva haciendo caso omiso del débil balido de protesta, ordenó secamente:
-¡Tómala, cómela, trágala!
El cachorro se resistió, pero el tigre le obligó a pasarla por sus dientes entrecerrados y lo vigiló estrictamente mientras el tigrecito trataba de masticarla y se preparaba a tragarla. La crudeza del bocado no le era familiar y le producía cierta dificultad, y el pequeño estaba por lanzar nuevamente su débil balido, cuando comenzó a sentirle gusto a la sangre.

Quedó asombrado y cogió el resto con avidez. Comenzó a sentir un raro placer a medida que la carne bajaba hacia el estómago. Una fuerza extrañamente cálida nacía en sus entrañas, se difundía por todo su organismo y comenzaba a estimularlo y embriagarlo. Sentía un regusto en los labios; se lamió las mejillas. Se incorporó y abrió la boca para lanzar un gran bostezo, como si se estuviera despertando de una noche de sueño, una noche que lo había tenido hechizado durante varios años.
Desperezándose arqueó el lomo, extendió y abrió sus garras. Su cola fustigaba el suelo, y de pronto de su garganta estalló el terrible y triunfante rugido del tigre.

Entre tanto el severo maestro había estado observando de cerca y con creciente satisfacción. La transformación se había cumplido realmente. Cuando el rugido hubo terminado preguntó con aspereza: -¿Sabes ahora quién eres? Y, para completar la iniciación del joven discípulo en el saber secreto de su propia y verdadera naturaleza, añadió:
-Ven, ¡ahora iremos a cazar juntos por la selva!

La historia del pensamiento indio durante el período que precede el nacimiento y la misión del Buddha (563-483 a.C.) revela una gradual intensificación de la importancia de este problema del redescubrimiento y asimilación del Yo.
Los diálogos filosóficos de las Upániṣad indican que durante el siglo VIII a.C. hubo un cambio de orientación intelectual que desplazó la atención de los problemas referentes al universo externo y a las esferas tangibles del cuerpo concentrándola en lo íntimo e intangible, y llevando a sus últimas conclusiones lógicas las peligrosas implicaciones de esta dirección. La gente se retiraba del mundo normalmente conocido. En general se desvaloraban y postergaban las potencias del macrocosmos y las facultades correspondientes del microcosmos, con tanta audacia que todo el sistema religioso del período anterior corría peligro de derrumbarse.
Los reyes de los dioses, Indra y Váruṇa, y los divinos sacerdotes de los dioses, Agni, Mitra, Bṛháspati, ya no recibían su cuota de plegaria y sacrificio. En lugar de dirigir la mente hacia estos simbólicos guardianes y modelos del orden natural y del orden social, sosteniéndolos y manteniendo su efectividad con una continua secuencia de ritos y meditaciones, los hombres dirigían toda su atención hacia lo íntimo, esforzándose por alcanzar un estado de permanente autoconciencia mediante el mero pensar, el autoanálisis sistemático, el control de la respiración y las severas disciplinas psicológicas del yoga.

Los antecedentes de esta radical introyección ya se divisan en muchos himnos védicos3; por ejemplo en la siguiente plegaria para pedir poder, en la que fuerzas divinas que se manifiestan de diversas maneras en el mundo exterior son conjuradas a entrar en el sujeto, alojarse en su cuerpo y vivificar sus facultades:

¡El brillo que reside en el león, el tigre y la serpiente; en Agni [dios del fuego del sacrificio], en los brahmanes y en Sūrya [el sol] sean nuestros! ¡Que la bella diosa que parió a Indra venga a nosotros, con su lustre! ¡El brillo que reside en el elefante, la pantera y el oro; en las aguas, en el ganado y en los hombres sea nuestro! ¡Que la hermosa diosa que parió a Indra venga a nosotros con su lustre! ¡El brillo que reside en la carroza, en los dados y en la fuerza del toro; en el viento, en Parjanya [Indra como señor de la lluvia] y en el fuego de Váruṇa [señor regente del océano y del cuadrante occidental] sean nuestros! ¡Que la hermosa diosa que parió a Indra venga a nosotros con su lustre! ¡El brillo que reside en el varón de linaje real, en el tenso parche, en la fuerza del caballo y en el grito de los hombres sea nuestro! ¡Que la hermosa diosa que parió a Indra venga a nosotros con su lustre!

El sistema Adhyātmam -adhidáivam plenamente desarrollado del período de las Upániṣ ad empleaba como medio para llegar al absoluto desapego un plan completo de correspondencias entre los fenómenos subjetivos y objetivos. Por ejemplo, creadas las divinidades del mundo, dijeron a ātman [el Yo como Creador]:

“Danos un alojamiento donde podamos establecernos y alimentarnos”. Él les llevó un toro, y ellos dijeron: “En verdad, esto no nos basta”. Él les llevó una persona, y ellos dijeron: “¡Oh, muy bien; en verdad, una persona está muy bien!” Él les dijo: “Entrad en vuestras respectivas moradas”. El fuego se hizo habla y entró en la boca. El viento se hizo hálito y entró en las narices. El sol se hizo vista y entró en los ojos. Los cuadrantes del cielo se hicieron oído y entraron en las orejas. Las plantas y los árboles se hicieron cabellos y entraron en la piel. La luna se hizo mente y entró en el corazón. La muerte se hizo hálito descendente y entró en el ombligo. Las aguas se hicieron semen y entraron en el miembro viril.

Al discípulo se le enseña a aplicar su conocimiento de correspondencias como ésta a meditaciones como la siguiente:

Como un jarro es reducido a polvo, y la onda a agua, o un brazalete a oro, así el universo se reducirá a mí. ¡Maravilloso soy! ¡Adoracíón a Mí! Porque cuando el mundo, desde el más alto dios hasta el último tallo de hierba, se reduce y se disuelve, esa destrucción no es mía.

Evidentemente estamos en presencia de una disgregación total del yo fenoménico (la personalidad ingenuamente consciente, que junto con su mundo de nombres y formas en su oportunidad será destruida) con respecto al otro Yo, profundamente oculto, esencial aunque olvidado, el Yo trascendental (ātman), que al ser recordado lanza la conmovedora exclamación que aniquila el mundo: ¡Maravilloso soy! Este otro no es una cosa creada sino el sustrato de todas las cosas creadas, de todos los objetos, de todos los procesos. Las armas no lo cortan; el fuego no lo quema; el agua no lo moja; el viento no lo seca.

Las facultades sensoriales, normalmente vueltas hacia afuera buscando aprehender sus objetos y reaccionar ante ellos, no se ponen en contacto con la esfera de la realidad permanente sino solo con las transitorias evoluciones de los perecederos cambios de su energía. Luego, el poder de la voluntad, que conduce al logro de fines mundanos, no puede servir de gran ayuda para el hombre. Ni tampoco los placeres y experiencias de los sentidos pueden iniciar a la conciencia en el secreto de la plenitud de la vida.
De acuerdo con el pensamiento y la experiencia de la India, el conocimiento de las cosas cambiantes no conduce a una actitud realista; porque estas cosas carecen de sustantividad, perecen. Tampoco conduce a una concepción idealista; porque las inconsistencias de las cosas que están en continuo fluir se contradicen y refutan entre sí. Las formas fenoménicas son por naturaleza falaces y engañosas.

Quien se apoye en ellas tendrá dificultades. Son meramente las partículas de una vasta ilusión universal ejecutada por la magia del olvido del Yo con el apoyo de la ignorancia, y prolongada por las pasiones engañosas. La ingenua ignorancia de la oculta verdad del Yo es la causa principal de todos los errores de valoración, de las actitudes inapropiadas y de los consiguientes tormentos que se inflige este mundo embriagado consigo mismo.
Evidentemente esta concepción justifica un cambio de actitud que desplaza el interés no solo de los medios y fines normales de la gente mundana, sino también de los ritos y dogmas de la religión de esos seres engañados. El creador mitológico, el Señor del Universo, ya no interesa. Solo la conciencia introvertida, dirigida y volcada hacia las profundidades de la propia naturaleza del sujeto, alcanza los límites en que los accidentes transitorios encuentran su fuente inmutable. Y esta conciencia puede finalmente franquear esos límites, emerger —perecer, y tornarse así imperecedera— en el omnipresente sustrato de toda sustancia.

Tal es el Yo (ātman), fuente última, perdurable y básica de todo lo que existe. Tal es el donante de todas las manifestaciones especiales, cambios de forma y derivaciones del verdadero estado, los llamados vikāra: transformaciones y evoluciones del despliegue cósmico. Y el sabio pasa de su apego a lo que aquí se despliega y descubre su causa no mediante alabanza y sumisión a los dioses sino mediante conocimiento, conocimiento del Yo.
Este conocimiento se consigue por medio de una de estas dos técnicas: 1º) rechazando sistemáticamente la totalidad del mundo como ilusorio, o 2º) comprendiendo a fondo la nueva materialidad de todo él.
Nosotros los occidentales modernos estamos al fin preparados para escuchar la voz que la India ha oído. Pero, como el cachorro del tigre, tenemos que oírla no del tigre sino de nuestra propia interioridad. En muchos de nosotros los sacramentos no producen su transformación espiritual; estamos desolados y no sabemos a quién recurrir. Entre tanto, nuestras filosofías universitarias y seculares se preocupan más por la información que por la transformación redentora que nuestras almas necesitan. Por esta razón, una ojeada a la faz de la India acaso nos ayude a descubrir y recuperar algo de nosotros mismos.

El propósito fundamental de todo estudio serio del pensamiento oriental debería ser no la mera recopilación y ordenación de datos lo más prolijos posible sino la recepción de alguna importante influencia. Y para que ello ocurra —siguiendo la parábola del animalito amamantado por las cabras que descubrió que era un tigre— debiéramos absorber las enseñanzas con la mayor crudeza soportable, no demasiado suavizada por nuestro intelecto occidentalizado —y, mucho menos, a través de la filología—; pero tampoco con demasiada crudeza, porque entonces sería inaguantable y acaso indigesta. Tenemos que probarla en su sabor original para poder sentirle su verdadero gusto y experimentar cierta sorpresa. Entonces tomaremos parte, desde nuestra distancia transoceánica, en el selvático rugido sapiencial de la India, que retumba por todos los confines del mundo.

Extracto del libro Filosofías de la India.
-Heinrich Zimmer-

23 mayo, 2020

Entrevista con Olivia Cattedra: “El Yoga aquieta la mente para poder contemplar el corazón”

Casi 38 años transmitiendo lo mejor del Yoga. Escarbando en textos, investigando en las fuentes para poder compartir hoy con nosotros, en sus libros y cursos, las esencias y secretos de la sabiduría yóguica.

Olivia Cattedra es doctora en Filosofía, especializada en Estudios Orientales, investigadora del CONICET en el Área de Filosofía Comparada e Historia de las Religiones y autora de 45 artículos y diez libros sobre su especialidad (Filosofía de la India y de la China). Sin embargo, no se considera una intelectual: “Sólo transmito lo que he aprendido de buena fe. Según expresa el Yoga Sutra, ‘El samadhi está cerca para los de fuerza intensa'”............................................................................................................................................................. .
¿Qué destacarías de tu trayectoria profesional a lo largo de los años?

Mi actividad como orientalista e indóloga se ha desarrollado por dos canales: uno de ellos ha sido como instructora de Hatha Yoga; luego, en el otro canal, mi trabajo de investigación académica, pues, formalmente, soy doctora en Filosofía y especialista en Historia de las Religiones por la Universidad del Salvador de Buenos Aires, e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) desde 1982, cuando comencé con la traducción de las Kârikâ de Gaudapâda a la Mandukya Upanishad. Ya en esa época, el trabajo sobre textos fue sumamente esclarecedor para comprender las modificaciones de estados de conciencia que verificaba en las prácticas de meditación.

¿A qué propósito va dirigido tu trabajo sobre textos antiguos?

Desde aquellas épocas, la enseñanza de los textos resultaba sumamente eficaz para poder acompañar a las personas en su autoindagación y en la comprensión de las modificaciones internas que causan las técnicas meditativas, comprensión que resulta fundamental para no caer en divagaciones, ilusiones o idealizaciones que, a la postre, solo aumentan la confusión.

En realidad, el trabajo interno que acompaña la práctica del Yoga va promoviendo el autoconocimiento del practicante, tanto en un sentido psicológico como espiritual, y ese es el modo en que va ampliando nuestros márgenes de libertad interna que, con mucha suerte, nos hará actuar con mayor libertad, que es la meta final de la práctica.

En cuanto a mis motivaciones personales, diría que no persigo ningún propósito específico; simplemente cumplo con una tarea que entiendo como servicio. De hecho, entiendo que la tarea de cualquier instructor de Yoga es acompañar (y subrayo el término) al practicante para que, en primer lugar, calme su mente, y luego se dirija hacia su interior gradualmente y en la medida de sus posibilidades, siempre en forma serena y sin forzar.

A veces cuesta explicar a un profano cómo trabaja y mejora el Yoga. ¿Qué le dirías tú?

Le diría que pruebe, que haga una práctica. Dice un antiguo aforismo tántrico: “El remedio es remedio si cura”. Si le va bien en la práctica, adelante; de lo contrario, deberá explorar y buscar otro camino. También le diría que la mejora que espera quizás no ocurra en los términos que él busca o quiere. El Yoga siempre es operativo y funciona a nivel del alma y de la esencia; y estos tienen sus propios caminos, que son un misterio.

El ego puede tener sus gustos y disgustos al respecto. Yoga es un proceso de interiorización para autoconocerse, tanto en lo psicológico como en lo espiritual, y a veces lo que se encuentra en el camino no es del agrado del ego, pero justamente tal contrariedad tiene que ver con el pasaje de “lo irreal a lo real”, que preconiza la Brihadaranyaka Upanishad.

Las respuestas del alma nunca vienen de afuera y nadie puede dárselas a otro. Cada uno las descubre sobre sí mismo, pero eso depende de la fortaleza y dedicación que el practicante asigne a sus técnicas, comprendidas como un conjunto de ejercicios físicos y psíquicos. Tiempo, esfuerzo y dedicación.

¿Por qué criterios guiarnos para elegir una determinada práctica, estilo o profesor de Yoga?

Afinidad y empatía, respecto del instructor. Lo que se elige es un instructor de Yoga, no un maestro. Los maestros son un tema complejo. Desde luego que las venerables tradiciones de Oriente son iniciáticas y por ende suponen la continuidad maestro-discípulo, sin embargo, este aspecto de la transmisión directa ha sido distorsionado por un Occidente zambullido en el “materialismo espiritual”, y en tales casos, las idealizaciones del “maestro-discípulo” han ayudado a una difusión tendenciosa y dependiente del Yoga.

Por dependiente me refiero a no-libre, redefiniendo la noción de libertad como compromiso con el svadharma. Ya lo vemos en el comienzo del Bhagavad Gîtâ: hay un momento en que la autoridad de los maestros externos declina en favor del proceso, necesario, inevitable y fundamental de autocomprensión llevado a cabo por la conciencia del practicante. Ese es un núcleo indeclinable de libertad, y en ese sentido, los maestros actúan en muchos niveles sutiles y espirituales; de ahí que se diga que, en el fondo, el mayor maestro es el propio corazón.


Dra. Prof. Olivia Cattedra

Para evolucionar en Yoga ¿no conviene elegir un buen maestro?

Al decir de otro texto (creo que el Kularnava Tantra), habría tres clases de maestros: el que llama la atención sobre otra dimensión de la realidad (que en este caso sería la interioridad), el que nos hace mirar en el corazón y, finalmente, el maestro supremo será el propio corazón. He aquí la mayor dificultad para nuestros tiempos: ¿quién accede fácilmente a él? En este último sentido, el Yoga también constituye una propedéutica que aquieta la mente para poder contemplar el corazón.

En la actualidad, ¿cuáles serían los requisitos que debería de cumplir un instructor de Yoga?

Entiendo que un buen instructor de Yoga es cualquier persona, prolijamente preparada y honesta, que trabaja sobre las fuentes, sobre sí mismo y da lo mejor de sí con atención al ambiente, la cultura y las personas hacia las cuales se dirige. El practicante puede avanzar en el conocimiento de sí mismo, pero, como decía antes, eso depende de él, de su dedicación, esfuerzo y honestidad consigo mismo. No depende de ningún factor externo ni de ningún “maestro” y sí de aquello que su buen karma le habilite, pero esto es ingresar en otro tema que excede el presente momento.

¿Qué opinas de los “yogas modernos” y de los “yogas de autor”?.
.................................................................
La mayoría de los “yogas modernos” me resultan controvertidos; incurren en el peligro de los mensajes extrapolados de Oriente, es decir, la descontextualización ontológica y axiológica. De ahí que sus aplicaciones son válidas en ese marco (el indio) y, trasladadas al nuestro (Occidental), se modifican, debiéndose definir con mucho respeto y precisión sus alcances y límites. No se puede traicionar la tradición fuente, pero tampoco se puede imponer una cultura sobre otra. Es un camino estrecho “como el filo de la navaja”.

La redefinición de alcances y límites posee además un aspecto muy interesante: la apropiación llevada a cabo con esmero puede dar lugar a interesantes aperturas en la investigación académica científica y sus aportes. Sin duda, el Yoga tiene mucho que aportar a Occidente, pero por esto mismo también la educación del Yoga debe ser profunda y respetuosa sin ser rígida ni invasiva. Véanse como ejemplo las investigaciones en neurociencias (vayu) o en psicología profunda (Yoga y esquizofrenia) en manos de profesionales médicos de la salud.

¿Hasta qué punto es imprescindible conocer la cultura yóguica tradicional, sus fuentes, para beneficiarse del Yoga?

Académicamente es imprescindible. G. Larson observa la urgente necesidad de dar al Hatha Yoga un adecuado encuadre académico, y esto se basa en el trabajo sobre fuentes. El Yoga es un conjunto de enseñanzas antiguas concebidas por una determinada cultura que comprende al hombre de un modo determinado, es decir, a partir de una visión antropológica distinta de la nuestra y con diferentes parámetros axiológicos. La quietud es fundamental, y este aspecto es subestimado en muchos de los yogas modernos.

Finalmente, al decir de David Gordon White (Yoga in Practice, Univ. Princeton, 2012, p. 21: “Lo que haya sido que encontró Krishnamacarya en su viaje al Tíbet, el Yoga que él enseñó en su rol de ‘maestro de Yoga’ en el Palacio de Mysore, fue una amalgama ecléctica de técnicas de Hatha Yoga, Calistenia militar británica y gimnasias regionales… Comenzando en 1950, sus tres discípulos principales, Iyengar, Pattabhi Jois, y Desikachar, introducirían sus propias variaciones sobre estas técnicas de modo de llegar a definir el Yoga postural que ha barrido Europa y Estados Unidos y gran parte del resto del mundo. Los discípulos directos e indirectos de estos tres innovadores han conformado la vanguardia de los maestros de Yoga en la escena contemporánea”. Los beneficios de este eclecticismo aún están por definirse.

Lo dicho: las enseñanzas de las fuentes acompañan la práctica permitiendo comprender la experiencia interna. Por tanto, son fundamentales; de lo contrario, el acceso a la técnica sin sus bases facilita reduccionismos materiales y hedonistas, como ocurre en muchos yogas modernos que entienden el Yoga como un Yoga-fitness.

Has desarrollado un concepto de “Yoga Suave” que transmites en tus seminarios. ¿Podías explicarnos en qué consiste? ¿Es un Yoga light, poco exigente? ¿Cuáles son sus “ventajas” respecto a otros métodos?

La noción de Yoga Suave surge como una formulación derivada de una investigación académica específica, llevada a cabo entre 1993/99, sobre fuentes tales como el Hatha Yoga Pradipika, el Gheranda Samhita y otras; teniendo en cuenta las distintas definiciones de Yoga y el análisis de hasta qué punto tales fuentes han sido tenidas en cuenta en las bibliografías occidentales modernas.

En especial, la noción de Yoga Suave está vinculada a la definición atribuida a Vasistha en la referencia que de él se hace en Hatha Yoga Pradipika, cuando indica la respiración, la regulación pránica, como medio de apaciguar la mente. De aquella investigación en torno a las fuentes del Yoga y la clasificación de bibliografías pertinentes surgió una triple catalogación: Yoga suave, medio y fuerte.

Suave no significa en ningún caso light. Implica la práctica que enfatiza la respiración rítmica, los trabajos coordinados de cuerpo-aire-mente, como un conjunto de atención que hace las veces de soporte de concentración; a lo que se suma una preferencia para trabajar en piso, decúbito dorsal, en estado semimeditativo, insistiendo en la ya mencionada la respiración rítmica, explorando los distintos niveles de conciencia entre vigilia y sueño, con asanas muy cómodas y sin contraindicaciones que permitan una permanencia en asana prolongada.

De hecho, cuando más suave es el trabajo de asanas, más poderoso es el trabajo interno. E inversamente, cuanto más fuerte es el Yoga, con posturas de pie y de mayor exigencia física, el trabajo meditativo se ve, en cierto sentido, debilitado por la simple cuestión que hace al estado de vigilia y sus peculiares condiciones concentrativas en ese estado. Detrás de esta clasificación se experimenta con toda claridad los estados de conciencia que subyacen a la enseñanza simbolizada por el mantra Om en la Mandukya Upanishad.

¿Cuál es el papel del juego, del corazón, del intelecto en tus enseñanzas? .................................................................................
El papel del corazón, entendido como sede del ser profundo (tal como lo indica el Bhagavad Gita), es central en esta técnica. De hecho, un eje de la enseñanza de Yoga Suave o Yoga según la definición de Vasistha es “guardar la mente en el corazón” (Maitri Upanishad), lo que traducido al lenguaje del hombre moderno sería someter las dualidades de la mente/ego (psiquismo) a la unidad e integración del corazón/conciencia (espíritu). Se respetan de este modo las bases antropológicas y ontológicas propias del Yoga, en especial, del Yoga barroco, que es aquel que se expone en el cuerpo upanishádico e incluso en el Yoga Sutra «hrdaye citta samvit»: por la concentración en el corazón se conoce la mente (y sus trampas, evidentemente). Me parece que esta perspectiva puede constituir un aporte cierto al hombre occidental que, en muchos casos, decide su vida desde la personalidad externa, las conveniencias y los dictados y mandatos socioculturales que intentan omitir lo único inevitable de la vida: su fundamento en el ser.

En nuestra época, ¿cómo puede ayudarnos el Yoga a transformar la sociedad y sus desequilibrios?

He aquí otra sorpresa paradójica y maravillosa: el Yoga es un instrumento de transformación individual, aunque curiosamente, cada ser que logre un avance individual en el Yoga tiene la posibilidad de mejorar su entorno. Es una paradoja que el trabajo individual tenga efectos no individuales, y creo que esto ocurre en todas las practicas auténticas del Yoga. En ese sentido, concibo una amorosa esperanza hacia el porvenir y sí anhelo con todo mi corazón que todos los seres sean felices y que cada uno encuentre su camino, y con él la decisión, la lucidez y la fortaleza para transitarlo.

Fuente: Revista Yoga en Red.-

29 abril, 2020

Generalidades sobre el Yoga (2ª parte)

Decíamos que el primer objetivo es disciplinar el cuerpo en procura de la conquista de la salud y el bienestar. ¿Cómo se logra esto?
Esto se logra mediante la práctica de asanas y con el aprendizaje de la ciencia y el arte de la respiración.

Las asanas son posturas fijas. El cuerpo accede a ellas mediante una serie de movimientos y allí se inmoviliza, permaneciendo cierto tiempo en la postura. El tiempo de permanencia en la postura es distinto en cada asana y depende, además, del grado de preparación del practicante.
Cada asana persigue un fin determinado que es el de desarrollar alguna región particular del cuerpo, estimular cierta función del organismo, etc., aunque simultáneamente ejerce, también, otros efectos menores sobre otras partes del cuerpo. Por ello, la realización de una secuencia completa de ejercicios preparatorios y de asanas, tiene efectos generales, completos, al sumar el aporte de cada una de las asanas.



Bajorrelieve de El Descenso del Ganges o la
Penitencia de Arjuna, en Mahabalipuram, estado de
Tamil Nadu (India).

Se trata de un grupo de monumentos tallados sobre
roca monolítica, considerados Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco. Construidos durante los
siglos VII y VIII, la obra representa
bajorrelieves
de
nagas, dioses, diosas y seres mitológicos, y
está
sujeta a dos líneas interpretativas: tanto Descenso
del río Ganges desde los cielos a la Tierra guiado
por el rey Bhagiratha, lo que estaría relacionado
con la creencia de que las aguas del Ganges
cuentan
con propiedades sobrenaturales; como
la Penitencia de Arjuna (que es el propio
Arjuna/Bhagiratha), al que puede verse de pie
sobre una de sus piernas y con sus brazos en
alto hacia el cielo
practicando autodisciplina
y autocontrol (t
apas de austeridad), para alcanzar
un propósito más elevado, en este caso
la
bendición de Lord Shiva
para luchar en la
guerra del Mahābhārata.
L
a bendición que se dice recibió Arjuna fue
pāśupatāstra, el arma más poderosa de Lord
Shiva
; ésta podía descargarse a través de la mente,
los ojos, las palabras o un arco, y es,
justamente, en el
Mahābhārata, donde
se menciona por primera vez.



Las asanas conocidas son miles, aunque no llegan al centenar las practicadas comúnmente y de ellas solamente 20 ó 30 son las consideradas fundamentales para conservar la salud.

Sabemos que el respirar es el acto vital por excelencia. Tanto es así que podríamos decir que “respirar es vivir”. Hacerlo correctamente es entonces de la mayor importancia.
Lamentablemente muchas personas en la actualidad, han adquirido un hábito respiratorio que, de conservarlo, impediría alcanzar los objetivos que se propone mediante la práctica de Yoga. Este mal hábito es el de la respiración por la boca y el de utilizar sólo una parte de la capacidad pulmonar.

Debemos empezar, entonces, por acostumbrarnos a respirar exclusivamente por la nariz. Las fosas nasales son los naturales filtros que impiden la penetración del polvo o cualquier materia extraña. Además, las fosas nasales tienen la misión de calentar el aire y hacer que éste no llegue frío a los pulmones, perjudicándolos. Por otra parte debemos aprender a respirar con toda nuestra capacidad pulmonar.
Una insuficiente provisión de aire puro impide a la sangre oxigenarse bien, envenenando el organismo y ocasionando la enfermedad y, finalmente, la muerte. Pero la importancia de la respiración reside también en otro factor aún escasamente conocido en Occidente. Los yoguis han descubierto, desde muy antiguo, que el aire que respiramos contiene un elemento sutil, no analizable químicamente, al que denominan prana.



Paśupati Shiva o Señor de las Bestias le
entrega el arma pāśupatāstra, al pándava
Arjuna.
Óleo del artista y pintor indio Raja Ravi
Varma (1.848-1.906).


La definición aproximada de prana sería “energía absoluta”, “principio activo de la vida” o “fuerza vital”. Mediante el dominio del prana se podría controlar la vida misma.
Muy lejos han llegado los yoguis en la utilización conciente del prana, mediante técnicas complejas, desarrolladas durante siglos. Bástenos a nosotros tomar conciencia de la importancia capital de la respiración para mejorar la calidad de nuestra vida.

Extracto del libro Yoga Segundo Nivel, Después de los Primeros Pasos.
Editorial Albatros.
Horacio G. Maniglia, profesor de Hatha Yoga.

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Generalidades sobre el Yoga (1ª parte)
,